La Divina Comedia - Dante Alighieri

 

La Divina Comedia - Dante Alighieri
La divina comedia | Dante Alighieri

Sinopsis

Le cupo al genial Dante Alighieri (Florencia, 1265 - Ravena, 1321) que el adjetivo "dantesco" se incorporase al habla cotidiana. Es la impronta que,  en los albores del Renacimiento, dejó en el imaginario colectivo el primer tramo - el "Infierno"- de la Divina Comedia, por más que luego sobrevivieran los cantos del "Purgatorio" y, en especial, los del "Paraíso", donde Beatriz, símbolo del amor, resarce con su dulzura el fatigoso trajinar del poeta a través de las infinitas miserias humanas. Lejos de Dante,  sin embargo, tejer la trama de una alegoría vacía de historia real. Así como en el "Paraíso" lo espera Beatriz Portninari, de quien el poeta se enamoró perdidamente en la adolescencia, en los círculos del "Infierno" se retuercen los poderosos de su época. Toda su obra - Vida nueva, la lengua vulgar, el convite, la monarquía, entre otros títulos- trasunta pasión y compromiso. El "dolce sitl nuovo" que inspiró sus versos no lo eximió de persecuciones y exilios. Precisamente por ser un escritor de su época, hoy nos reconocemos en él.

Crítica 

Leer La Divina Comedia en pleno siglo XXI es como abrir una puerta al Renacimiento temprano y encontrarse con un universo tan vasto como exigente. La obra de Dante Alighieri sigue siendo uno de los pilares de la literatura universal, no solo por su ambición estética y filosófica, sino porque cimenta gran parte del imaginario espiritual y cultural que aún hoy continúa inspirando al arte, la filosofía y la literatura.

A pesar de ello, no es un libro sencillo para el lector contemporáneo. Su prosa solemne, los arcaísmos y la enorme cantidad de personajes —históricos, mitológicos y contemporáneos de Dante— que desfilan por el Infierno, el Purgatorio o el Paraíso, convierten la lectura en un reto de paciencia e investigación. No obstante, en esa dificultad también reside su riqueza: cada referencia abre un pasaje hacia la historia, la teología o la política de su tiempo.

Nuestra calificación de cuatro estrellas se debe, en parte, a que la experiencia de lectura fue desigual: el Infierno nos resultó apasionante, el Purgatorio un camino arduo en el que ya estábamos batallando por terminar, y el Paraíso se tornó pesado a pesar de la aparición de Beatriz, ese verdadero amor que impulsa a Dante en su travesía. Confesamos que el Infierno fue lo más atractivo, quizá por el imaginario morboso que siempre despierta en las personas la pregunta sobre qué habrá después de la muerte. Leer cómo los condenados reciben su castigo “justo” a los ojos del poeta produce una fascinación inquietante: cada círculo revela horrores inimaginables, y cuando creemos que ya no hay nada peor, Dante nos sorprende con un suplicio todavía más espeluznante. Es esa sucesión de tormentos, cada vez más creativos y crueles, la que mantiene la expectativa del lector en una obra que, a pesar de los siglos, no ha perdido su capacidad de estremecer.

Otro de los grandes aciertos de la obra es la presencia de Virgilio como guía. Su papel no se limita a ser un simple acompañante del poeta: es maestro, protector y casi un padre espiritual que, con paciencia y sabiduría, conduce a Dante a través de los oscuros mundos del Infierno y el Purgatorio. Su voz serena y firme da equilibrio a los momentos más desgarradores de la narración, y en más de una ocasión lo salva de perderse en la desesperación. Por eso mismo, resulta doloroso aceptar que Virgilio, símbolo de la razón y de la poesía clásica, no pueda acompañar a Dante al Paraíso y quede condenado a permanecer en la penumbra. Esa injusticia nos deja un sabor amargo: un guía que fue todo luz para el poeta, pero cuya recompensa final fue la oscuridad eterna.

Se suele decir que en este poema monumental lo último que uno busca es una historia de amor, pero basta detenerse en Beatriz para descubrir lo contrario. Si alguien quiere encontrar un amor verdadero, ahí lo tiene: la fascinación adolescente de Dante por una joven se convierte en el motor de un viaje casi imposible por reinos tan horribles como el Infierno y tan irreales como el Paraíso. El amor aquí no es solo tema, es brújula, y quizá la más humana de todas las justificaciones para emprender semejante odisea.

En torno a esta obra hemos leído afirmaciones como que “se debería leer por lo menos una vez al año”. A nuestro parecer, más que una recomendación real, se trata de una pose de ciertos lectores que quieren parecer intelectuales o interesantes. Lo verdaderamente valioso no es repetirla como un mantra anual, sino que La Divina Comedia funcione como un umbral para atreverse a leer otras obras. Así nos pasó: después de Dante saltamos a El misterio del alquimista de John Ward, donde una joven fascinada por la Comedia se adentra en sus enigmas. Es decir, Dante no solo deja huella por sí mismo, sino que abre caminos literarios, inspira nuevas lecturas y da pie a reinterpretaciones que se siguen escribiendo hasta hoy.

Cabe aclarar que este libro lo hemos leído tres veces en nuestra vida: la primera antes de que nos lo impusieran en el colegio, luego casi al graduarnos y, por último, en los años de universidad. En cada lectura entendíamos un poco más, como si levantáramos velos: descubrimos símbolos, sentidos ocultos y giros en la trama que antes pasaban desapercibidos. Ahora, en nuestra adultez, comprendemos que Dante fue también un hombre rencoroso y vengativo, pero genial en su capacidad de transformar ese rencor en literatura inmortal. No solo logró vengarse de sus enemigos, sino que aseguró que varias generaciones los recordaran como pecadores en tal o cual círculo del Infierno, como en el caso del papa Nicolás III. Y ahí el lector tiene dos caminos: o se forma una opinión propia del personaje, o lo mira bajo el filtro del autor. Lo cierto es que nunca podremos juzgar del todo a quienes aparecen en la obra, pues hace mucho que murieron; lo único que nos queda es observarlos bajo la óptica del poeta y de aquellos que lo han interpretado a lo largo de los siglos.

Aunque La Divina Comedia es mucho más que una venganza personal, para nosotros no deja de ser una revancha muy bien pensada y, sobre todo, exitosa. Y es que no hay nada más duradero que la pluma de un escritor: con ella, Dante selló para la eternidad tanto sus odios como sus amores.

La divina comedia- Dante Alighieri


Frases

-[11] El día terminaba; el aire de la noche invitaba a descansar de sus fatigas a los seres animados que existen sobre la tierra, y yo solo me preparaba a sostener los combates del camino y de las cosas dignas de compasión, que mi memoria trazará sin equivocarse.¡Oh Musas!, ¡Oh, alto ingenio!, venid en mi ayuda; ¡oh mente, que escribiste lo que vi!, ahora aparecerá tu nobleza.

-[12] El día - Puesto que tanto quieres saber, te diré brevemente- respondióme - por qué no temo venir a este abismo.Sólo deben temerse las cosas que pueden redundar en perjuicio de otros: pero no aquellas que no inspiran este temor. Por la merced de Dios, estoy hecha de tal suerte, que no me alcanzan vuestras miserias, ni puede prender en mí la llama de este incendio. Hay en el Cielo una dama gentil que se conduele del obstáculo opuesto al que te envío y que mitiga el duro juicio de la justicia divina. Ella se ha dirigido a Lucía con sus ruegos y le ha dicho: Tu fiel amigo tiene necesidad de ti, y te lo recomiendo. Lucía, enemiga de todo corazón cruel, se ha conmovido e ido al lugar donde yo me encontraba, sentada al lado de la antigua Raquel. Y me ha dicho: Beatriz, verdadera alabanza de Dios, ¿no socorres a aquel que te amó tanto y que por ti salió de la vulgar esfera?¿No oyes su queja conmovedora?¿No ves la muerte contra quien combate sobre ese río, más formidable que el mismo mar? En el mundo no ha habido jamás una persona más pronta en correr hacia un beneficio ni en huir de un peligro que yo, en cuanto oí tales palabras. Descendí desde mi dichoso puesto, fiándome en esa elocuente palabra que te honra, y que hora a cuantos la han oído.

-[15] Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacía la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente.¡Oh vosotros, los que  entráis, abandonad toda esperanza!

-[29] -Maestro: ¿estos tormentos serán mayores después de la gran sentencia, o bien menores, o seguirán siento tan dolorosos?
Y él, a mí:
- Acuérdate de tu ciencia, que pretende que cuanto más perfecta es una cosa, tanto mayor bien o dolor experimenta. Aunque esta raza maldita no debe llegar jamás a la verdadera perfección, espera ser después del juicio más perfecta que ahora.

-[33] - Hijo, contempla las almas de los que han sido dominados por la ira. Quiero además que sepas que bajo esta agua hay una raza condenada que suspira y la hace hervir en la superficie,  como te lo indican tus miradas en cuantos sitios se fijan. Metidos en el lodo dicen: Estuvimos siempre tristes bajo aquel aire dulce que alegra el Sol, llevando en nuestro interior una tétrica humareda; ahora nos entristecemos también en medio de este negro cieno. Estas palabras salen del fondo de su garganta, como si formaran gárgaras, no pudiendo pronunciar una sola integra.

-[49] -¡Oh, sol que sanas toda vista conturbada!- exclamé-: tal contento me das cuando desarrollas tus ideas, que sólo por eso me es tan grato dudar como saber. Vuelve atrás un momento y explícame de qué modo ofende la usura a la bondad divina: desvanece esta duda.
- La Filosofía- me contestó- enseña en más de un punto al que la estudia que la Naturaleza tiene su origen en la Inteligencia divina y en su arte,  y si consultas bien tu Física, encontrarás, sin necesidad de hojear muchas páginas,  que el arte humano sigue cuando puede a la Naturaleza, como el discípulo a su maestro; de modo que aquél es casi nieto de Dios. Partiendo, pues, de esos principio, sabrás, si recuerdas bien el Génesis, que es conveniente sacar de la vida la mayor utilidad y multiplicar el género humano. El usurero sigue otra vía; desprecia la Naturaleza y a su secuaz, y coloca su esperanza en otra parte.

-[69] El hombre debe,  siempre que pueda, cerrar sus labios antes de decir una verdad que tenga visos de mentira; porque se expone a avergonzarse sin tener culpa. Pero ahora no puedo callarme, y te juro, ¡oh lector!, por los versos de esta comedia, a la que deseo la mayor aceptación, que vi venir nadando por el aire denso y oscuro una figura que causaría espanto al corazón más entero; la cual se asemejaba al buzo que vuelve del fondo adonde bajó acaso a desprender el ancla que está afianzada a un escollo, u otro cualquier objeto escondido en el mar, y que extiende hacia arriba los brazos, al tiempo que encoge sus piernas.

-[91] He visto alguna vez a la caballería levantar el campo, empezar el combate,  pasar revista y a veces batirse en retirada; he visto, ¡oh, aretinos!, hacer excursiones por vuestra tierra y saquearla; he visto luchar en los torneos y correr en las justas, ya el sonido de las trompetas, ya al de las campanas, al ruido de los tambores, con las señales de los castillos y con todo  el aparato nacional y extranjero; pero lo que no he visto nunca es que tan extraño instrumento de viento haya indicado la marcha a jinetes ni peones; jamás, ni en la tierra, ni en los cielos, guió semejante faro a ningún buque.Marchábamos juntamente con los diez demonios (¡oh, terrible compañía!); pero en la iglesia con los santos y en la taberna con los borrachos.

-[98] -Ahora es preciso que sacudas tu pereza- me dijo el Maestro-; que no se alcanza la fama reclinado en blanda pluma, ni al abrigo de colchas, y el que sin gloria consume su vida, deja en pos de sí el mismo vestigio que el humo en el aire o la espuma en el agua. Ea, pues, levántate: domina la fatiga con el alma, que vence todos los obstáculos mientras no se envilece con la pesadez del cuerpo.Tenemos que subir todavía una escala mucho más larga, pues no basta haber atravesado por entre los espíritus infernales.Si me entiendes, deben reanimarte mis palabras.

-[113] Cuando ocurrió mi muerte, fue Francisco a buscarme; pero uno de los negros querubines le dijo: No puedes llevártelo; no me prives de lo que es mío; éste debe bajar a lo profundo entre mis condenados, por haber aconsejado el fraude; desde esa falta le tengo cogido por los caballos. No es posible absolver al que no se arrepiente, como tampoco es posible arrepentirse y querer al pecado al mismo tiempo, pues la contradicción no lo consiente.¡Ay de mí, desdichado!¡Cómo me aterré cuando me agarró, diciendo: ¡Acaso no creerías que fuera yo tan lógico! Me condujo ante Minos, el cual se ciño ocho veces la cola en derredor de duro cuerpo y mordiéndose con gran rabia dijo: Ése debe estar entre los culpables que esconde el fuego. He aquí por qué estoy sepultado donde me ves y por qué gimo al llevar este vestido.

-[206] -Hermano, el mundo es ciego y conoce que tú vienes de él.Vosotros los vivos hacéis estribar toda causa en el Cielo, como si él imprimiera por necesidad su movimiento a todas las cosas.Si así fuese, quedaría destruido en vosotros el libre albedrío, y no sería justo que se retribuyera el bien en goces y alegrías, y el mal con llanto y luto. El Cielo inicia vuestros movimientos: no quiero decir todos; pero , aunque así lo dijese, os ha dado luz, que aun cuando para distinguir el bien y el mal.Os ha dado también el libre albedrío, que aun cuando se fatigue luchando en los primeros combates con el Cielo, después vence todo, si persevera en el buen propósito. A mayor fuerza y  a naturaleza mejor estáis sometidos  sin dejar de ser libres, y ella crea vuestro espíritu, que no esta bajo el dominio del Cielo.Así, pues el mundo se aparta del verdadero camino, vuestra es la culpa; que en vosotros debe buscarse, y ahora te lo probaré con toda veracidad.Sale el alma de manos del creador, que la acaricia antes de que exista, semejante al niño que entre el llanto y la risa balbucea, y es entonces una simplecilla, que nada sabe, y solamente movida por el instinto de la felicidad, se inclina gustosa hacia lo que la contenta y regocija.Desde luego siente placer en los bienes más mezquinos;  pero en esto se engaña y corre tras ellos, sino tiene guía o freno que tuerza su inclinación.Por eso es necesario establecer leyes que sirvan de freno, y tener un rey que sepa discernir al menos la torre de la verdadera ciudad.Las leyes existen; pero ¿quién se cuida de su cumplimiento? Nadie; porque el pastor que precede a las almas puede rumiar, peor no tiene la pezuña hendida; por lo cual, viendo todo el rebaño a su pastor cebarse únicamente en aquellos bienes de que él es tan codicioso, se apacienta de los mismos y no pide más.Bien puedes ver, por esto, que en el mal gobierno estriba la causa de que el mundo sea culpable y no en que vuestra naturaleza este corrompida.Roma, que hizo bueno al mundo, solía tener dos soles, que hacían ver uno y otro cambio, el del mundo y el de Dios.Uno de los dos soles ha oscurecido al otro, y la espada se ha unido al báculo pastoral: así juntos, por fuerza deben ir las cosas de mala manera; porque estando unidos, no se temen mutuamente.Si no me prestas crédito, pon mientes en la espiga; pues  toda hierba se conoce por su semilla . En el país que bañan el Po y el Adigio solía encontrarse valor y cortesía antes de que Federico tuviese contiendas. Hoy, todo aquel que dejara de acercarse a aquellas provincias por vergüenza de hablar con hombres probos, puede pasar por ellas, seguro de que no hallará ninguno.Bien es verdad que aún existen allí tres ancianos, en quienes la edad antigua reprende a la moderna, y les parece que Dios tarda en llamarlos a mejor vida; son éstos: Conrado de Palazo, el buen Gerardo y Guido de Castello, a quien mejor le llaman, al estilo francés, el lombardo sencillo. En el día, la Iglesia de Roma, para confundir en sí dos gobiernos, cae en el lodo ensuciándose a sí misma y a su carga.

-[288] También es esencia a nuestra existencia bienaventurada uniformar la propia voluntad a la de Dios, de modo que nuestras mismas voluntades se fundan en una. Así es que el estar como estamos distribuidas de grado en grado por este reino place a todo él,  porque place al Rey cuya voluntad forma la nuestra. En su voluntad está nuestra paz; ella es el mar adonde va a parar todo lo que ha creado o lo que hace la Naturaleza.

-[295] - El mayor don que Dios, en su libertad, nos hizo al crearnos, como más conforme a su bondad, y el que más aprecia, fue el libre albedrío, de que estuvieron y están dotadas únicamente las criaturas inteligentes.Ahora conocerás, si raciocinas según este principio, el alto valor del voto si éste es tal que Dios consiente cuanto tú consientes; porque al cerrarse el pacto entre Dios y el hombre, se le sacrifica por su propio acto.Así pues,¿qué se podrá dar en cambio a esto? Si crees que puedes hacer buen uso de lo que ya has ofrecido, es como si quieres hacer una buena obra con una cosa mal adquirida. Ya conoces, pues, la importancia del punto principal; pero como la Santa Iglesia da sobre esto sus dispensas, lo cual parece contrario a la verdad que te he descubierto, es preciso que continues sentado  un poco a la mesa, porque el pesado alimento que has tomado requiere alguna ayuda para ser digerido. Abre el espíritu a lo que te presento y enciérralo en ti mismo, pues no proporciona ciencia alguna el oír sin retener.Dos cosas son necesarias a la esencia de este sacrificio: una es la materia del voto y  otra el pacto que se forma con Dios. Este último no se borra jamás sino es observado, y acerca de ellos te he hablado antes en términos precisos.Por esta  causa fue necesario que los hebreos continuasen ofreciendo, aunque alguna de sus ofrendas fuese permutada, como debes saber. Respecto a lo que te he dado a conocer como materia del voto, puede ser tal que no se cometa yerro alguno al cambiarla en otra materia;  pero que ninguno por su propia autoridad mude el fardo de su espalda, sin la vuelta de la llave blanca y de la llave amarilla: cree que todo cambio es insensato, si la cosa abandonada no se contiene en la elegida como el cuatro está contenido en el seis. Todo lo que pese tanto por su valor,  que incline hacia su lado la balanza, no puede reemplazarse con otra cosa.Que los mortales no tomen a broma el voto. Sed fieles y al comprometeros no seáis ciegos como lo fue Jephté en su primera ofrenda, porque más le valiera haber dicho: Hice mal, que hacer otra cosa peor al cumplir su voto: tan insensato  como a él puedes suponer el gran jefe de los griegos, quién obligo  a Ifigenia a llorar su hermoso rostro  e hizo llorar por ella a sabios e ignorantes, cuando oyeron hablar de tal sacrificio.

-[296] Cristianos, sed más pausados en vuestras acciones; no séais como la pluma a todo viento, ni creáis que toda agua pueda lavaros. Tenéis al Antiguo y al Nuevo Testamento,  y el Pastor de la Iglesia que os guía: baste esto para vuestra salvación.Si os dice otra cosa el espíritu del mal, sed hombres y no locas ovejas, de suerte que el judío no se ría de vosotros entre vosotros. No hagáis como el cordero, que deja la leche de la madre y, sencillo y alegre, combate a su placer consigo mismo.

-[310La Naturaleza es siempre estéril si la fortuna le es contraria, como toda simiente esparcida fuera del clima que le conviene. Y si el mundo allá abajo se apoyara en los cimientos que pone la Naturaleza, habría por cierto mejores habitantes en él; pero vosotros destinaís para el templo al que nació para ceñir la espada y hacéis rey al que debía ser predicador; así es que vuestros pasos se separan siempre del camino recto.

-[329] Acoge mis palabras con esta distinción, y así podrás conservar tu creencia sobre el primer padre y nuestro Amado. Esto se debe hacerte andar siempre con pies de plomo, para que, cual hombre cansado, los muevas lentamente hacia el sí y el no que no distingues con claridad; pues necio es entre los necios el que sin distinción afirma o niega, ya que en uno , ya en otro caso; porque acontece a menudo que una opinión precipitada se extravía, y después el amor propio ofusca nuestro entendimiento.El que va en busca de la verdad,  sin conocer el arte de encontrarla, hace el viaje peor que en vano, porque no vuelve tal como fue; de lo cual son en el mundo pruebas ostensibles Parménides, Meliso, Briso y  otros muchos que marchaban y no sabían a dónde. Así hicieron Sabello y Arrio, y aquellos necios que fueron como espada para las Escrituras, torciendo el recto sentido de las palabras.Los hombres no deben aventurarse a juzgar, como hacer el que aprecia las mieses en el campo sin estar granadas; porque he visto primero el zarzal áspero y punzante durante todo el invierno, y luego cubrirse de rosas en su cima. Y he visto a la nave surcar el mar recta y veloz durante su viaje, y perecer en la entra del puerto.No crean doña Berta y seor Marino, por haber visto a uno robando y otro haciendo ofrendas, verlos del mismo modo en la mente de Dios, porque aquél puede elevarse y éste caer.


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