Las horas más oscuras - Anthony McCarten


Las horas mas oscuras - Anthony McCarten

Las horas más oscuras - Anthony McCarten

Sinopsis

Mayo de 1940. Gran Bretaña está en guerra, y las democracias europeas caen una tras otra en una rápida sucesión arrasadas por el horror nazi. La invasión parece inminente.

Apenas unos días después de convertirse en primer ministro, Winston Churchill debe lidiar con este horror, así como con un rey escéptico, un partido que conspira contra él y un país desprevenido ante el desastre que se avecina. 


Crítica

“Winston no tenía talento alguno para la paz. El don que él tenía era el de las crisis y su expresión, el del valor y su evocación, a menudo el del riesgo y la capacidad de subestimarlo. Cuando unos hombres más prudentes desconfiaban, y con razón, de las consecuencias de sus decisiones, en él no tenía cabida el temor-había sido así toda su vida- y no entendía fácilmente que otros tuvieran miedo. La audacia es una cualidad que se encuentra en muchos grandes líderes, pero es tan probable que dé lugar a la ignominia como que dé lugar a la excelencia. Lo que marca la diferencia en último término es que el líder tenga razón o no.” P. 273

Con tal solo 273 páginas, sin contar las de citas bibliográficas, el autor y guionista Anthony McCarten nos trae a escena uno de los personajes más polémicos del siglo XX y de la actualidad, pues ahora que estamos hablando tanto en Latinoamérica como en Europa de repensar aquellos personajes calificados de “héroes” y cuyos monumentos, ahora bastante criticados, hacen parte de la construcción del imaginario de nación; pero más allá de estos contexto situémonos en el objetivo claro y específico de McCarten: “ (…) estudiar los métodos de trabajo, las cualidades de liderazgo, el pensamiento y los estados de mente de un hombre en aquellos días críticos; de un hombre que en el fondo de su alma, más bien poética, creía que las palabras importaban, que contaban,  y eran capaces de actuar para cambiar el mundo”.  

A partir de ese momento, el autor nos presenta 10 actos o capítulos cada uno centrado en desentrañar a Winnie, no solo mostrarlo como un hombre inquebrantable, no, nada más lejos de la realidad, sino también como una persona que tiene al “perro negro” pisándole los talones, y es que así definía Churchill a su continuó estado de inseguridad y depresión, que caracteriza no solo un periodo de su vida, sino varios, y el cual, podemos decir nunca lo abandono.

McCarthen nos atrapa reconstruyendo los momentos más complejos de una Gran Bretaña inmiscuida en una guerra que involucraría no solo a las grandes potencias sino a todas las naciones, y la cual reconstruiría el mundo conocido hasta ese entonces; aunque valga a aclaración, algunos ni siquiera podían oler el cambio que conllevaría entrar de nuevo en un conflicto mundial, la caída de las monarquías, el desvanecimiento de los grandes imperios ultramarinos como el británico y el alzamiento de un nuevo poder, Estados Unidos, se deja esbozar con pequeñas pinceladas en el libro, pero su corazón son los discursos y la construcción oratoria del propio Churchill.

El texto nos ofrece unas vivas imágenes de quién era este personaje, un hombre cuyos fracasos militares como Gallipoli, solo por nombrar uno, serían visto como un desastre o el ave de mal agüero que se convirtió lenta y paulatinamente, a partir de sus hábiles palabras en una ficha clave para la supervivencia de las islas británicas. De manera magistral y documentada, el autor con ayuda reconocida, y merecidísima a Rebecca Cronshey, nos permite ver otra arista del Primer Ministro inglés, el cual solemos ver desde la lejanía. 

Lo novedoso, y creo que es uno de los puntos por los cuales calificó este libro de ésta manera es porque no solo nos muestra al hombre detrás del escritorio, al estratega finito y capaz, sino a un hombre impredecible, voluble y apasionado, que a través del análisis minucioso de las palabras conferidas por él en radio o incluso dejadas en las actas del gabinete y archivos privados como los diarios de sus allegados, rescatar y volver a la vida a quién fue Winston Spencer Churchill. Un hombre que prometió lucharía en las montañas, playas y océanos tuvo en miras un pacto de paz con la Alemania Nazi, un elemento o franja que pocos biógrafos, quizá se han atrevido a mencionar.

La elaboración a modo de texto narrado, sin pies de páginas extensos y sólo para explicar los complicados títulos dentro de la política inglesa son un punto que agradece el lector poco docto en estos asuntos, especialmente los extranjeros, y permiten entender escenas bastante llamativas dentro de los acalorados escenarios de ambas cámaras, y presentar un modo más fluido al texto, dando la sensación de que fuese una novela cuando no lo es. 

Otro punto más antes de dar un cierre, es la recuperación de personajes tan importantes para la vida del mismo Churchill y que le dan esa caracterización que nos deja con ansias de saber más de ese mes crucial, Chamberlain, Baldwin, Ironside, Attlee,pero sobretodo, Halifax el "zorro sagrado", la completa antítesis de Churchill nos permite ver un panorama más amplio de los hombres y mujeres que lucharon lado a lado por la supervivencia de la islas. La batalla por Inglaterra se aproximaba a pasos agigantados en ese año de 1940, y las perspectivas eran sombrías como se puede evidenciar en sus diarios, y su percepción de un primer ministro a todas vistas bastante terco y voluble, pero  a quien tenía en sus manos la vida de miles. 

La obra de Anthony McCarten es un abrebocas y una síntesis bastante acertada a uno de los momentos más cruciales del Imperio Británico, el cual reconstruye con suma inteligencia, llevando al lector a un clímax propio de una obra que se ha marcado un tanto en un tema en el que difícilmente, puedes salir indemne.  





Las horas mas oscuras - Anthony McCarten


Apartes

- Es libro y el guión de la película "El instante más oscuro"  surgieron de esas preguntas y de esas fascinación. El objetivo es estudiar los métodos de trabajo, las cualidades de liderazgo, el pensamiento y los estados de mente de un hombre en aquellos días críticos; de un hombre que en el fondo de su alma, más bien poética creía en que las palabras importaban, que contaban, y que eran capaces de actuar para cambiar el mundo (Pág. 8)


- Los pedestales son para las estatuas, no para las personas, y una lectura atenta de esas actas pone ante nuestros ojos no solo a un líder en apuros, atacado desde todos los flancos e inseguro a veces, sin saber a ciencia cierta qué dirección tomar, sino también una historia que yo no había oído contar nunca: la de un Gabinete de Guerra británico que, de haber hecho las paces con el enemigo, habría redibujado el mundo para siempre. ¿Hasta qué punto estuvo cerca Winston de alcanzar un acuerdo de paz con Hitler? Pues bien, según pude descubrir, estuvo peligrosamente cerca. (Pág. 9)


La siguiente intervención corrió a cargo de Clement Attlee, líder de la oposición laborista. No era un hombre famoso precisamente por sus sutilezas retóricas, pero era evidente que el tema lo inspiraba, y habló de manera tajante de la "ineptitud" con la que el gobierno estaba tratando la situación.


La segunda "reunión de ministros" del 11 de mayo fue retrasada en el último momento hasta las 22:30, y no acabaría hasta pasada la media noche, cosa que irritó enormemente a Halifax. "Esta vida nocturna no es buena para mí", anotó en su diario. Poco sabían tanto él como los demás ministros que aquel era el método de trabajo de Churchill y que esa sería la forma en que dirigiría la guerra en un futuro previsible. las reuniones celebradas el domingo 12 de mayo fueron igualmente enojosas. Halifax escribió: La reunión que Winston había convocado a las 6:30 [de la tarde] fue aplazada hasta las 10:30 [de la noche]; realmente intolerable...Le diré que si quiere celebrar reuniones a media noche, las haga sin mí. Discusión larga y más bien prolija, que me resultó bastante incómoda por lo que se refiere a los métodos de Winston. En la cama a la una. Estos horarios son malos para cualquiera, y para quienes son peores es para los jefes de Estado Mayor. Estoy intentando organizar con Neville una sublevación al respecto." 


 -  Era solo el segundo día y Halifax estaba ya planeando sublevarse junto con Chamberlain contra Churchill (…) (Pág. 124)


- No es solo. Noruega no es más que la culminación de muchos otros motivos de descontento. La gente dice que los principales responsables de la gestión de los asuntos son hombres que han tenido una carrera casi ininterrumpida de fracasos. Noruega viene detrás de Checoslovaquia y Polonia. En todas partes se dice lo mismo: "demasiado tarde". El primer ministro hablaba de autobuses perdidos. ¿ Y qué pasa con todos los autobuses que él y sus socios han perdido desde 1931? Todos ellos perdieron los autobuses de la paz, y tomaron el autobús de la guerra. (Págs. 18-19)


Winston no era muy popular. De hecho, en aquellos momentos era una especie de personaje de chiste, un hombre egocéntrico, un medio americano" que, en palabras del diputado conservador sir Henry "Chips" Channon, defendía una sola cosa: a sí mismo. Difícil de imaginar hoy día, cuando sabemos que en Gran Bretaña hay 3.000 tabernas y hoteles que llevan su nombre, así como más de 1.500 salas y establecimientos, y 25 calles, y cuando podemos ver su rostro reproducido en todo tipo de cosas, desde posavasos hasta felpudos - por no hablar del busto que de vez en cuando aparece decorando el Despacho Oval del presidente de Estados Unidos-, pero en mayo de 1940 a ojos de la mayor parte de la gente dista mucho de ser una persona competente. (Pág. 23)

-  Winston no era un alumno aplicado y por consiguiente fue colocado al fondo de la clase. Odiaba las lenguas clásicas, pero descubrió que tenía una gran facilidad para el inglés y la historia, temas que le vendrían como anillo al dedo. Describiría a su profesor, el señor Somervell, como un "hombre encantador, con el que tengo una gran deuda". Aquel maestro apasionado tenía a su cargo "la misión de enseñar a los muchachos más torpes la materia más despreciada, a saber simplemente escribir en inglés". Palabras, oraciones, estructuras y gramática le calaron "hasta [los] huesos" y nunca lo abandonaron. (Pág. 41)

-  Para ser influyente tiene uno que estar dispuesto a dejarse influenciar. (Pág. 47)


Por un mero capricho de la etiqueta y la superstición, pues, Churchill tuvo la oportunidad de causar impresión a la mujer que lo ayudaría a luchar no solo con sus propias dudas, sino también con las dudas de los demás; la mujer que creería en él, pero que además lo reprendería cuando se comportara mal; la mujer que permanecería ferozmente fiel a él y  que sería considerada una fuerza formidable en su vida; la mujer que, sin dedicarse a la política, poseía unas habilidades y un encanto que la permitirían rivalizar con los diputados más insignes de la Cámara de los Comunes; la mujer, en definitiva, que lo cuidaría durante los horribles ataques de depresión, del horrible "perro negro", por más que ella fuera víctima de sus propios demonios. Pero por encima de todo sería la mujer que pondría los intereses de él- y por lo tanto los intereses de su país- por delante de los suyos. 


La pareja formada por Winston y Clementine estuvo siempre muy unida. Él la llamaba afectuosamente su Gata [Kat], y ella lo llamaba a él Carlino [Pug] o Cerdito [Pig]. Los largos períodos de separación hicieron que mantuvieran una asidua correspondencia a lo largo de sus vidas, firmando a menudo sus cartas con dibujitos que representaban a los animalitos correspondientes a cada uno. (Págs. 53-54)


- (…) Vencido , pero no acabado, su implacable resolución lo llevó a saltar inmediatamente a un tren con destino a Escocia para presentarse a las elecciones en Dundee apenas dos semanas después...y ganar, dicho sea de paso, el escaño en liza. Aliviado por haber conseguido un escaño que la mayoría consideraba seguro, ahora podría centrarse en llevar a cabo los planes radicales de reforma social que tenía, y logró así sacar adelante el principio de pagar un salario mínimo a las personas que recibían una baja retribución y el derecho de los trabajadores a disfrutar de una pausa para el almuerzo y para la merienda. Pronto siguieron diversas iniciativas para crear un seguro de desempleo y bolsas de trabajo. La reputación política de Churchill no había sido nunca tan buena, como tampoco lo habían sido sus relaciones con sus compañeros de partido. (Págs. 53-54)


- Churchill empezó por crear un Estado Mayor de Guerra de la Armada a semejanza del Departamento de Guerra del Ejército, y no dudó en solicitar consejo de los anteriores primeros lores, almirantes y otras personalidades relevantes de la marina en lo referente a las mejores prácticas posibles y a los puntos en los que cada uno de ellos creía que radicaban las principales debilidades de la Armada. Efectuó un cambio en el combustible utilizado por los barcos, pasando del carbón al petróleo, con el fin de incrementar la velocidad de los acorazados británicos. En total, aumentó el gasto de la marina de los 39 a los más de cincuenta millones de libras esterlinas, siendo su principal intención demostrar a "los alemanes que, por muchos barcos que construyeran, Inglaterra construiría más". Europa estaba inmersa en aquellos momentos en una verdadera carrera armamentística que vería aumentar el gasto militar en un 50% durante los años inmediatamente anteriores al estallido de la Primera Guerra Mundial (Págs. 57-58)


- En Gran Bretaña, la Unión Soviética era vista como la amenaza más grave con diferencia. Y lo que es más importante, había un poderoso sentimiento pro-alemán en amplios sectores de la aristocracia inglesa, incluido el monarca recién abdicado, posteriormente nombrado duque de Windsor, que se reuniría con Hitler menos de un año después de su renuncia al trono. (Pág. 160)


- Hablar de recelo de los métodos de Winston era quedarse corto, y cuando los ministros empezaron a tener noticia de cuáles eran los nombramientos pudo oírse por todo Whitehall un gruñido colectivo. (Pág. 123) 


- Era solo el segundo día y Halifax estaba ya planeando sublevarse junto con Chamberlain contra Churchill (…) (Pág. 124)


- Pese a lo tardío de su horario nocturno, Churchill se levantaba relativamente pronto, aunque a menudo trabajara en la cama. Hombre nunca aficionado a andarse con cumplidos, se quedaba en la cama fumando puros, que, según recordaría más tarde el jefe de operaciones del Departamento de Guerra, sir John Sinclair, "me revolvían el estómago a aquellas horas de la mañana [más o menos las siete]. Desplegaba yo el mapa encima de su barriga cuando esta dejaba de agitarse, y le explicaba cómo estaban dispuestas las fuerzas británicas a lo largo de la línea del río Dyle". Comportamientos de este estilo no eran ninguna novedad para Winston, como bien sabía el personal de Chartwell. 


- Para asegurarse de que iba a poder funcionar hasta altas horas de la noche, Churchill echaba religiosamente una siesta de dos horas, seguidas de un baño caliente (el segundo del día) a las siete de la tarde. La bañera, como relata Sonia Purnell, la autora de la biografía de Clementine, debía estar "llena en sus dos terceras partes y el agua debía estar a una temperatura de 36,5 grados exactos, y subir a 40 cuando se metiera en ella...No le gustaba desperdiciar agua, pero le encantaba dar vueltas en la bañera, una maniobra alarmante que hacía que los litros de agua derramada por el suelo se filtraran al ropero situado debajo y mojara los abrigos de las visitas". Se frotaba enérgicamente con un cepillo y dictaba discursos e informes a cualquiera de las secretarias que aguardaban detrás de la puerta del baño en una posición incomodísima. Una antigua secretaria suya, Chips Gemmell, recordaba cómo la llamaban para que se presentara a la puerta del cuarto de baño, donde se identificaban discretamente con una tosecilla. Churchill gritaba:"¡No entre!", así que la mujer se quedaba, como es lógico, "fuera oyendo aquellos ruidos asombrosos en el cuarto de baño, y podías ver cómo la esponja era estrujada por encima de la cabeza y oír el ruido del agua escurriéndose por las zonas bajas. Y ocasionalmente exclamaba: "No se vaya!", y tú decías: "¡No, no, sigo aquí!", y los sonidos del baño continuaban y a veces no hacía falta para nada, pues se le había olvidado lo que quería decir". Roy Jenkins, autor de una biografía de Churchill, habla de una "característica suya que le hacía parecer a una marsopa, y que significaba que uno de sus placeres físicos más apreciados, por detrás del alcohol, fuera sumergirse en el agua caliente de una bañera o en el agua templada del mar".


Cuando emergía de su adorado tratamiento hídrico, no tenía el menor reparo en recorrer los pasillos que unían el palacio del Almirantazgo con el número 10 de Downing Street, según cuenta su hija, Mary Soames, "envuelto como un emperador romano en su toalla de baño, y en cruzar chorreando por el pasillo principal desde el cuarto de baño a su dormitorio". El personal subalterno debía darse por satisfecho de que hubiera decidido usar una toalla. Cuando se encontraba relajado en el lugar sagrado que era para él Chartwell, ir desnudo era un hábito frecuente. Como dice Sonia Purnell, "una vez hechas sus abluciones, el ayuda de cámara de Winston lo secaba con una toalla, tras lo cual el buen señor se negaba a ponerse una bata; si quería ir a otra habitación lo hacia desvestido. los nuevos miembros del personal administrativo quedaban sorprendidos al ver un hombre de cien kilos de peso, de color sonrosado y hombros encorvados, pasar corriendo junto a ellos mientras decía: ¡Que paso! ¡No miren!". La frase alternativa, según recuerda Elizabeth Gilliatt, otra antigua secretaria suya, era: "¡Vengo en estado completamente natural! ¡Es un espectáculo digno de verse!", y a continuación las secretarías salían corriendo por los pasillos tan deprisa como les permitían sus tacones.


Cuando finalmente decidía vestirse, llegaban de los almacenes Army & Navy unas cuentas desorbitadas, consecuencia de la insistencia de Winston en que solo podía aguantar el contacto de la ropa interior fina de seda, de color rosa pálido, debido a lo delicado de su piel. Jock Colville, uno de los secretarios particulares de Winston, recuerda que aquellas prendas hacían que pareciera "un cerdito muy mono".  (…) (Págs. 125-127)


- Otro acto de gentileza por parte de Churchill hacia Neville fue la decisión de no trasladarse inmediatamente al 10 de Downing Street. Por el contrario, se quedaría en el Almirantazgo otro mes entero para permitir que el señor y la señora Chamberlain se mudaran de casa tranquilamente. Churchill hizo todo lo posible por suavizar las frágiles relaciones que mantenía con el partido, especialmente ahora que estaba previsto que al día siguiente, 13 de mayo, hablara por primera vez ante la Cámara de los Comunes como primer ministro. 


- El general Ismay recordaba que: …dos o tres días después de que lo nombraran primer ministro fui andado con él desde Downing Street hasta el Almirantazgo Varias personas que estaban esperando delante de la puerta de su domicilio particular lo saludaron con gritos de "¡Buena suerte, Winnie! ¡Dios te bendiga!". Estaba visiblemente conmovido y en cuanto nos encontramos dentro del edificio, se deshizo en lágrimas. "¡Pobre gente! Confían en mí y durante mucho tiempo no voy a poder darles más que desastres". (Págs. 129-130)


-  (…) Formar un gobierno de esta envergadura y de tanta complejidad es de por sí una tarea difícil. Pero debemos recordar que nos hallamos en la fase preliminar de una de las contiendas más grandes de la historia, que estamos actuando en muchos otros lugares - en Noruega y en Holanda-, que debemos estar preparados en el Mediterráneo, que los combates aéreos son continuos, y que aquí mismo, en nuestro país, deben llevarse a cabo muchos preparativos, como ha señalado mi honorable amigo situado al otro lado del pasillo. En esta situación tan crítica, espero que se me perdone que no me extienda mucho al dirigirme hoy a la Cámara. Espero que todos mis amigos y colegas, tanto actuales como anteriores, que se hallan afectados por esta reconstrucción política, se hagan cargo, y se hagan cargo plenamente, de la falta total de ceremonial con la que ha sido necesario actuar. Me gustaría decir a esta Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este gobierno: "No tengo nada que ofrecer más que sangre, fatigas, lágrimas y sudor". Tenemos ante nosotros una prueba penosísima. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de lucha y de sufrimiento. Se preguntarán ustedes: ¿Cuál es nuestra política? Y yo les digo: hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios pueda darnos; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes de la humanidad. Esa es nuestra política. Se preguntarán ustedes: ¿Cuáles son nuestros objetivos? Puedo responderles con una sola palabra: victoria, victoria a toda costa, victoria pese a todo terror; victoria por largo y duro que sea el camino; porque sin victoria no hay supervivencia. Quede una cosa clara; no habrá supervivencia para el Imperio británico, no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio británico ha defendido; no habrá supervivencia para el anhelo y el impulso de todas las generaciones, ese anhelo y ese impulso que llevan a la humanidad a seguir adelante en pos de su objetivo. Pero yo asumo mi tarea con ánimo y esperanza. Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa fracase. En este momento me siento autorizado a reclamar la ayuda de todas las personas y a decir: "Venga, pues, vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas". (Págs.136-137)

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