Los dientes del dragón - Richard Powell

 

En la línea de los mejores clásicos de la novela de guerra americana, Richard Powell vuelca su propia experiencia en este relato ambientando en el Pacífico Sur durante la Segunda Guerra Mundial, cuenta la historia del teniente coronel William A. Farralon, un militar considerado un fracaso, pero que contra todo pronostico logra que su carrera ascienda en el escenario más cruento de la guerra. 

Como toda historia que nace en medio de un escenario bélico se puede ver desde el personaje más despreciable hasta el típico héroe, pues la guerra siempre saca a relucir lo mejor o peor de la humanidad; sin embargo es bastante inaudito ver a un personaje que desde el principio acepte con tanta facilidad del fracaso de su empresa como lo hace Farralon, cuya carrera militar se encuentra en caída libre. 

El Pacífico un lugar cuya importancia estratégica se ve opacada por las contiendas continentales europeas, se vuelve el lugar de operación de William, quien después de un error garrafal, el cual afecta su autoestima y capacidad de liderazgo, lo lleva a conducir una división de poca monta en el Pacífico Sur. La perseverancia y el modo tan real de describir los hechos nos permite identificarnos con éste personaje, pues todos hemos vivido un período en nuestra vida en los que simplemente vemos como caemos en un pozo sin fondo y del que solo sabemos que cuando por fin estemos entre el barro sólo nos quedara la opción de subir.

Ahora bien, el libro no es de los que te atraen a la primera, pues su estructura puede abrumarte por el ritmo lento, la jerga militar en la que se recrean los hechos, y las abundantes descripciones administrativas que se dan dentro del Ejército, pero dejando todo esto a parte se puede disfrutar de personajes tanto primarios como secundarios bien perfilados, abundantes diálogos memorables, y una historia medianamente interesante, pues la perspectiva de un frente tan poco explorado siempre es refrescante para los lectores habituados a las historias escritas desde Normandía, Pearl Harbor u otros escenarios más famosos de esta enfrentamiento mundial. En definitiva es un libro que si tienes la paciencia suficiente para ir avanzando en su trama te sorprenderá gratamente y para aquellos que les guste la historia bélica un gran acierto.


Apuntes

  • - Y tú ¿qué serás de mayor? - Seré general- respondió él.  Una pregunta de lo más trivial. Una respuesta propia de un niño. Si hubiese podido penetrar en el futuro, pudiera haber dicho, con más severidad y sencillez: << Seré un fracasado>> Se preguntó s alguna vez un niño habría dado tal respuesta. Probablemente no. Los jóvenes rechazan la idea de un fracaso final. Tal vez los niños nacen inmunes a estos pensamientos, del mismo modo como poseen anticuerpos, al nacer, que los protegen de ciertas enfermedades durante los primeros meses de su vida. Si así fuese, y así estuviese ordenado, ello no dejaría de ser piadoso. De tal manera, la juventud se convertía en una época radiante y  esplendorosa para incontables niños y niñas que nunca llegarían a ser en sus vidas presidentes, ni millonarios, ni estrellas de la pantalla, ni héroes deportivos: ni siquiera buenos esposos o esposas. (Pág.10)

  •  Los libros no siempre sirven para ganar guerras: ten en cuenta que suelen referirse a la última y no a la próxima (Pág.34)

  • ... En el caso de la pistola del 45, como en tanto otros, el Ejército no hacía aquella guerra sino una guerra pasada. Con aquella pistola los americanos sofocaron la rebelión de los moros filipinos, a principios de siglo. (Pág.87)
  • - No puede usted morir- le dijo Farralon-  Le enviaron a Port Solo sin medios para luchar, y usted sabe que cualquier día le darán una paliza y no puede aguantarlo. No quiere ser un general que ha conducido a sus hombres a la derrota. Y por eso se busca esta escapatoria. - Sé muy bien lo que hago. Suélteme. Que va a saberlo usted. Lo que usted no sabe es el efecto que causaría su muerte entre los muchachos de la compañía King. Vi como reaccionaron al verle. Le adoran.Piensan que si su general sale a cazar japoneses y regresa vivo, ellos también pueden hacerlo. ¿Y dice usted que sabe lo que hace? Su vida me importa un bledo, mi general. Todo me importa un bledo. Pero si un grupo de buenos soldados como esos confiasen en mí, yo no les dejaría en la estacada. (Págs. 96-97)
  •  Aquello demostraba cuánta verdad encerraba el viejo proverbio de la Marina, según el cual un barco donde reine la tensión o la actividad es un barco feliz (Pág.104)
  •  Una buena conversación era como un buen fuego de campamento, alrededor del cual permanecían sentados los que hablaban con la vista fija en el rescoldo. Los hombres parecían comprender el valor del silencio, lo cual no sucedía con las mujeres; estás siempre estaban arrojando nuevos haces de palabras en una conversación, para hacerla chisporrotear de nuevo. (Pág.131)

  •  La única diferencia consistía en que la guerra de la isla de la Luna no se desarrollaba en un libro de texto, sino que la libraban unos soldados sucios, enfermos, ensangrentados, decaídos y molidos hasta los huesos. El mayor problema no era concebir un plan que diese resultado, sino hallar el medio de levantar los decaídos ánimos de los combatientes, para que lo pusiesen en práctica.En esos momentos sus hombres no eran más que soldados derrotados. Pero en el curso de la historia, más de una vez unas tropas derrotadas habían ganado una batalla. (Pág 166)

  •  Cuanto más ascendía uno en el Ejército, más amistades iban quedando atrás, como le sucede a un cangrejo al crecer e ir prescindiendo de us sucesivos caparazones. Ello tenía su motivo. Cuando se tenían que dar órdenes, la amistad podía constituir un estorbo, tanto para darlas como para recibirlas. (Pág.229)

  •  La suerte es como una palanca. Algunos se la encuentran en las manos y sólo saben dejarla caer sobre sus mismos pies. Otros la utilizan para apalancar y conseguir que se abran las cosas. (Pág.230)

  •  - Cuando enseñaba Historia, solía pensar en los hombres que la forjaron. Casi todos ellos tienen un rasgo en común: son de proporciones sobrehumanas. ¿Qué quieres decir con eso? -Pues que los seres humanos normales hacemos las cosas a impulsos de la alegría o la tristeza, del hambre, el temor, la ira, el aburrimiento o el frío. En cambio, el forjador de la historia hace las cosas acuciado por motivos diametralmente opuestos. Lo mueven los altos ideales o grandes ambiciones.Recuerdo que más de una vez me pregunté qué sensación debía de producir hallarse al lado de uno de tales hombres...Deben de inspirar miedo y respeto. (Pág.324)
  •  Sobre su mesa tenía también el expediente de Kowalski, del cual se desprendía que Kowalski no tenía deudos. Tal vez aquel héroe de la mitología griega llamado Cadmo, todavía seguía sembrando dientes de dragón, para ver cómo brotaban luego soldados de la tierra. Parecía imposible imaginar que Kowalski hubiese nacido tierno y desvalido del vientre materno. Tenía que haber brotado armado de pies a cabeza, y empuñando su fusil automático <<Browning>>. Era imposible llorar por Kowalski, muerto en la defensa del puente. No hubiera habido sitio para él en época de paz; aquel hombre era una fuerza destructora, fría y brutal como la propia guerra. Sin embargo, Farralon lo echaría de menos. Había existido unos extraños y profundos vínculos entre ellos, una hermandad en la sangre del dragón. (Pág.394)
  • En realidad, nadie sabe ni siquiera lo que piensa él mismo; en la mente humana se encuentran corredores inexplorados y puertas que nunca se han abierto. (Pág. 395)





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