¡Indignaos! - Stéphan Hessel

 

Indignados - Stephan Hessel
¡Indignaos!
I Stéphane Hessel 

Sinopsis

Diez años después de su publicación, el manifiesto que el veterano activista francés Stéphane Hessel escribió en los albores del movimiento del 15M sigue más vigente que nunca. En ¡Indignaos!, Hessel, a sus noventa y tres años, llamaba a la «insurrección pacífica» y a rebelarse, y todas las razones por las que lo hacía continúan siendo relevantes en la actualidad —la dictadura de los mercados, el trato a los inmigrantes, la dificultad de acceder a una vida digna—, en un momento de la política española en el que los indignados ya han alcanzado el poder político.

Crítica 

En un mundo donde el individualismo es cada vez más preponderante y la juventud a menudo es percibida como una figura apática, algunas voces se alzan, primero como un susurro y luego como un rugido. Hemos sido testigos de movimientos multitudinarios en Europa, América y Asia, pero estos se han disipado como la espuma del mar, carentes de unidad y de un propósito duradero. Stéphane Hessel, en su libro ¡Indignaos!, busca reavivar un eco que, en su momento, movilizó a toda una generación contra la indiferencia y la desigualdad, en un mundo que hoy parece dirigirse hacia una guerra fratricida.

Aunque el libro fue escrito en medio de una serie de sublevaciones europeas, su mensaje resuena con fuerza en cualquier parte del mundo. De hecho, su publicación en 2010 fue un catalizador inesperado para el despertar de la conciencia ciudadana, inspirando directamente a movimientos como el 15M en España o Occupy Wall Street en Estados Unidos, así como otras manifestaciones globales. Es un llamado ineludible a defender los valores que tanta sangre han costado: la esencia misma de los Derechos Humanos. Este breve pero potente texto se ha convertido, en muchas ocasiones, en un motivo de incomodidad para los estados contemporáneos. Hoy, si observamos con atención a Estados Unidos e incluso a la misma Europa, su mensaje actúa como una atadura para los dictadores de turno, recordándoles que el poder no reside en una residencia presidencial o en Twitter, sino en la gente y su indignación ante lo que es incorrecto.

Hessel, en un texto de tan solo 64 páginas —una versión concisa de lo que muchos de su generación sufrieron en carne propia—, les recuerda a las nuevas generaciones que el futuro ya no depende de las manos cansadas de unos pocos veteranos, sino que recae enteramente en ellos. Ya no es tolerable ser insensibles o actuar de forma aislada; es imperativo unirse, porque es en la cohesión de las personas donde reside el verdadero poder del levantamiento pacífico. En un mundo que cada vez parece más cerca de una tercera guerra mundial, las palabras de Hessel cobran una verdad innegable y urgente.

Aunque Hessel no vivió la guerra entre Ucrania y Rusia ni fue testigo de la carnicería que se desata en Medio Oriente, ya vislumbraba la desesperación actual cuando aborda el tema del terrorismo. El terrorismo que experimentamos hoy, tanto en Europa como en Latinoamérica, es la prueba de la exasperación y desesperanza de aquellos que no ven una salida al túnel de la muerte y que, para desgracia de muchos, terminan convirtiéndose en victimarios. Hessel anticipa la raíz de esta violencia: la sensación de abandono y la falta de horizontes que empujan a algunos al extremo.

No debemos olvidar que, si bien el texto de Stéphane Hessel refleja sus propias vivencias en la Resistencia Francesa —una resistencia que no fue pacífica ni siguió los pasos de Martin Luther King o Gandhi—, sí representó una forma esencial de resistir a un poder opresor. El espíritu de esa resistencia sigue vivo hoy, manifestándose en múltiples frentes, como una hidra a la que se le corta una cabeza y aparecen más y más.

El libro de Stéphane Hessel no se presenta como una guía exhaustiva para solucionar todos los males del mundo, sino como un punto de partida para lograrlos. Es un recordatorio vital de nuestra humanidad y de la existencia de la ética, que no es una materia trivial para obtener calificaciones fáciles, ni propiedad de burócratas, ni algo obsoleto o una moda pasajera. Es, sencillamente, la conciencia de que no vivimos solos en el mundo, de que cada acción tiene consecuencias, y de que el momento de actuar es ahora.

Un levantamiento genuino no es nada sin un propósito constructivo. No es indignarse para una selfie, ni es un acto egoísta, ni una estrategia para ganar elecciones o un Premio Nobel. Es la forma más pura de decir: ¡Ya basta!, y a partir de esa negación rotunda, construir un futuro. Un futuro que, por cierto, sin importar si eres una nación de primer o tercer mundo, parece haberse olvidado. Y es aquí, quizás, donde coincido plenamente con Hessel: la tarea no es de unos pocos, es tarea de muchos, y es una decisión de por vida. Aunque comprometerse hoy en día pueda parecer radical para algunos, es la esencia misma de su llamado.

Indignados - Stephan Hessel


Frases

¡INDIGNAOS! Un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos bombarderos: una alerta para no bajar la guardia.

- Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general. 

- ¡INDIGNAOS!, les dice Hessel a los jóvenes, porque de la indignación nace la voluntad de compromiso con la historia. De la indignación nació la Resistencia contra el nazismo y de la indignación tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados. Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas.

No siempre es fácil saber quién manda en realidad, ni cómo defendernos del atropello. Ahora no se trata de empuñar las armas contra el invasor ni de hacer descarrilar un tren. El terrorismo no es la vía adecuada contra el totalitarismo actual, más sofisticado que el de los bombarderos nazis. Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del «siempre más», del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes.

-Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos: no esa sociedad de sin papeles, de expulsiones, de recelo hacia los inmigrantes; no esa sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la Seguridad Social; no esa sociedad donde los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente: todo ello, cosas a las que no habríamos dado ningún crédito de haber sido los verdaderos herederos del Consejo Nacional de la Resistencia.

- Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos: no esa sociedad de sin papeles, de expulsiones, de recelo hacia los inmigrantes; no esa sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la Seguridad Social; no esa sociedad donde los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente: todo ello, cosas a las que no habríamos dado ningún crédito de haber sido los verdaderos herederos del Consejo Nacional de la Resistencia.

- La responsabilidad del hombre que no puede encomendarse ni a un poder ni a un dios. Al contrario, debe comprometerse en nombre de su responsabilidad como persona humana.

-El hegelianismo interpreta que la larga historia de la humanidad tiene un sentido: es la libertad del hombre que progresa etapa por etapa. La historia está hecha de conflictos sucesivos, la aceptación de desafíos. La historia de las sociedades progresa y, al final, cuando el hombre ha conseguido su libertad completa, obtenemos el Estado democrático en su forma ideal.

-(…) existe otra concepción de la historia. Los progresos alcanzados por la libertad, la competitividad, la carrera del «siempre más», todo esto puede vivirse como un huracán destructor. 

-Yo les digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis. La peor actitud es la indiferencia, decir «paso de todo, ya me las apaño». Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.

-Los que son muy pobres apenas ganan actualmente dos dólares por día. No podemos permitir que esta distancia siga creciendo. Esta constatación debe suscitar de por sí un compromiso.

-Está claro que, para ser eficaz hoy en día, se debe actuar en red, aprovechar los medios modernos de comunicación.

-A los jóvenes, les digo: mirad a vuestro alrededor, encontraréis los hechos que justifiquen vuestra indignación —el trato a los inmigrantes, a los sin papeles, a los gitanos—. Encontraréis situaciones concretas que os llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte. ¡Buscad y encontraréis!

-En cuanto a Gaza, es una prisión a cielo abierto para un millón y medio de palestinos. Una prisión en la que se organizan para sobrevivir. Más que las destrucciones materiales, como la del hospital de la Media Luna Roja por la Operación Plomo Fundido, es el comportamiento de los gazatíes, su patriotismo, su amor por el mar y las playas, su constante preocupación por el bienestar de sus hijos, innumerables y risueños, lo que permanece en nuestra memoria.

-Que los propios judíos puedan perpetrar crímenes de guerra es insoportable. Desafortunadamente, la historia da pocos ejemplos de pueblos que saquen lecciones de su propia historia.

En la noción de exasperación, hay que comprender la violencia como una lamentable conclusión de situaciones inaceptables para aquellos que las sufren. Entonces, podría decirse que el terrorismo es una forma de exasperación, y que esta exasperación es un término negativo. No deberíamos exasperarnos, deberíamos esperanzarnos. La exasperación es una negación de la esperanza. Es algo comprensible, casi diría que natural, pero precisamente por eso no es aceptable. Porque no permite obtener los resultados que puede eventualmente producir la esperanza.

-El terrorismo no es eficaz. En la noción de eficacia es necesaria una esperanza no violenta. 

- Sartre, en marzo de 1980, a tres semanas de su muerte, declaraba: «Hay que intentar explicar por qué el mundo actual, que es horrible, no es más que un momento en el largo desarrollo histórico, que la esperanza ha sido siempre una de las fuerzas dominantes de las revoluciones y de las insurrecciones, y cómo todavía siento la esperanza como mi concepción del porvenir».

El pensamiento productivista, auspiciado por Occidente, ha arrastrado al mundo a una crisis de la que hay que salir a través de una ruptura radical con la escapada hacia delante del «siempre más», en el dominio financiero pero también en el de las ciencias y las técnicas. Ya es hora de que la preocupación por la ética, por la justicia, por el equilibro duradero prevalezcan. Puesto que los más graves riesgos nos amenazan. Y pueden llevar a su término la aventura humana en un planeta que podría volverse inhabitable para el hombre.

A aquellos que harán el siglo XXI, les decimos, con todo nuestro afecto: «CREAR ES RESISTIR. RESISTIR ES CREAR».


  



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