La Biblioteca de los Muertos-Glenn Cooper
La Biblioteca de los Muertos | Glenn Cooper
Sinopsis
Tu destino está escrito. Y el de toda la humanidad ¿Qué harías si supieras la fecha de tu muerte? Bretaña, Siglo VIII. En la abadía de Vectis crece Octavus, un niño sobre el que pesa una terrible maldición: es el séptimo hijo engendrado por un séptimo hijo, y la leyenda le augura unos poderes diabólicos. Octavus no tarda en empezar a escribir una lista de nombres y fechas sin ningún sentido aparente. Pero poco después, cuando una muerte en la abadía coincide con un nombre y una fecha de la lista, el miedo se apodera de los monjes.
Nueva York, en la actualidad. Un asesino en serie tiene aterrorizada a toda la ciudad. Poco antes de morir, las víctimas reciben una postal con la fecha de su muerte escrita junto al dibujo de un ataúd. ¿Quién recibirá la próxima postal? ¿Quién será la siguiente victima? ¿Quién está detrás de estas muertes? Un secreto escalofriante, oculto desde hace siglos, está a punto de ser revelado.
Crítica
Las bibliotecas, a lo largo de la historia, han sido mucho más que meros depósitos de libros; son, en esencia, custodias de secretos inmemoriales. Desde la misteriosa sala que envenena literalmente a sus lectores en El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, hasta la que, en la novela de Glenn Cooper, no solo mata sino que vaticina el fin del mundo, estos santuarios del saber ejercen una atracción magnética e irresistible sobre nosotros, los lectores. Nos sumergimos en sus historias con una avidez innata, incluso cuando, como en La biblioteca de los muertos, su hilo conductor se antoja un laberinto para los incautos que se dejan deslumbrar con facilidad. Sin embargo, en esta crítica, nos adentraremos en un territorio familiar y a la vez aterrador: la muerte, un principio omnipresente y el verdadero motor de esta fascinante obra.
La biblioteca de los muertos es una novela que desafía las clasificaciones tradicionales. Imaginen una mezcla vibrante de thriller policíaco e intriga histórica, salpicada de toques románticos y escenas de acción tan adrenalínicas que les harán contener el aliento. Su ritmo es vertiginoso; si no se presta la debida atención, es alarmantemente fácil perderse entre sus múltiples líneas temporales y la miríada de personajes que narran sus historias a la velocidad de bólidos de carrera. No esperen encontrar aquí personajes de una complejidad shakesperiana; son, más bien, un conjunto de vidas dispares, atadas al azar por la ingeniosa mano del autor. Es precisamente esa diversidad lo que les permitirá conectar con al menos una de las historias, sumergiéndolos de lleno en el engranaje de la trama.
Entre las figuras centrales que orquestan este misterio, encontramos al detective Will Piper, un "policía malo" que parece autodestruirse con cada decisión, y a la aplicadísima Nancy Lipinski, su inesperada pero vital contraparte. A ellos se suma un reencuentro de amigos universitarios, que, entre copas y añoranzas, desenterrarán glorias pasadas y amargas desgracias presentes. También conoceremos a Mark, un hombre marginal cuya vida tomará un giro impensado, y a otros personajes más efímeros que se convertirán en las desafortunadas víctimas de un escalofriante antagonista: el asesino del Juicio Final. La novela, en definitiva, teje un entramado de sangre, frustración y un hastío vital que culmina en un morbo innato y perturbador por la muerte misma.
La imperfección define a Will Piper y a su peculiar colega, Schakleton. Ambos, a pesar de sus trayectorias dispares, comparten la frustración como un origen común. Piper, un agente del FBI que frente a las cámaras irradia una confianza inquebrantable, capaz de someter a los criminales más violentos de Estados Unidos, esconde un infierno personal. Por dentro, es un hombre que ahoga a sus demonios en alcohol y en encuentros efímeros, buscando una evasión que lo acerca más a una versión decadente de James Bond que al héroe americano.
Por otro lado, está Mark, un hombre cercano a la mediana edad, cuya brillantez inicial se desvaneció como la pirita. Dotado de una inteligencia prodigiosa y un genio innato para la computación, su camino lo lleva a un trabajo mediocre en la enigmática Área 51. Y es precisamente en este legendario sitio, guardián de los secretos más profundos de Estados Unidos, donde se oculta un obsequio ancestral de los británicos: millares de tomos que, en su esencia, custodian la mismísima muerte. Un regalo que cruzó el océano en uno de los tiempos más acuciantes de la historia, el período de entreguerras.
La existencia de esta biblioteca, con su carga de conocimiento prohibido, une y condena a estos personajes tan dispares. Su origen se remonta a una abadía perdida en Vectis, un lugar olvidado por Dios y el demonio, donde monjes pelirrojos trabajan sin descanso en una obra divina. Una obra que, tras años de sacrificios y silencios, se oculta bajo el misterioso nombre de la Orden de los Nombres. Esta antigua llave del saber se pierde en el tiempo, pero nos deja una inquietante promesa de continuación. Porque, aunque el libro nos revela el origen de esta extraña biblioteca enterrada en la isla y su eventual destino en el Área 51, nos deja a mitad del camino, sin explicarnos por qué el trabajo de esos silenciosos siervos fue abruptamente interrumpido. ¿Qué secreto guardan esos tomos que ni siquiera la muerte puede silenciar del todo?
Mientras tanto, la sangre, siempre escandalosa, empieza a teñir las calles de Estados Unidos. Un asesino serial sin precedentes inicia su macabra carrera mediática de la forma más humilde: a través de pequeñas postales blancas con un ataúd dibujado a lápiz, aterrorizando a la ciudadanía. Su capacidad para predecir la muerte infunde un miedo mucho mayor que cualquier pandemia o plaga, interrumpiendo la vida de los "ciudadanos de bien". Es aquí donde entra en escena Will Piper, asignado con su colega, la agente novata Nancy Lipinski, a un caso que los consume y los une de maneras inesperadas.
La frenética carrera contra el tiempo, entre asesinato y asesinato, guiará a Will hacia lo impensable: enfrentar a un culpable tan antiguo como el mismísimo tiempo, la muerte misma, personificada en uno de los secretos mejor guardados de la intrincada justicia estadounidense. Es en este punto límite donde Piper, al borde del abismo, hará lo inimaginable, dispuesto a batallar contra un enemigo que jamás ha conocido la derrota, ni en esta vida ni en la otra. Por suerte, no estará solo; contará con una ayuda tan inesperada como crucial. La biblioteca de los muertos no es solo una novela de suspense; es una reflexión vertiginosa sobre el destino, la desesperación y la ineludible sombra de la muerte. ¿Te atreves a abrir sus páginas y confrontar lo inevitable?
Apartados
-[9] Una postal blanca impoluta con su dirección impresa en letras negras. Le dio vuelta. Había una fecha escrita: 22 de mayo de 2009. Y junto a ella, una imagen que le permitió nada más verla: la inconfundible silueta de un ataúd, de unos tres centímetros de largo, dibujado con tinta.
-[11] (…) Los ataúdes le aterrorizaban. Cuando tenía nueve años, su hermano, de cinco, murió de un tumor de Wilm, y la imagen del pequeño ataúd de caoba de Barry, apoyado en un pedestal en la capilla funeraria, todavía le perseguía. Quien le hubiera enviado esa postal era un anormal. Así de claro y simple.
-[14] Hacía tan solo una semana las probabilidades de que acudiera al veinticinco aniversario de su licenciatura en la universidad eran cero, y a pesar de todo ahí estaba, de nuevo en Harvard con cientos de personas de cuarenta y siete años y cuarenta y ocho años, preguntándose adónde habían ido a parar los mejores momentos de su vida. Jim Zeckendorf, como buen abogado que era, les había engatusado y les había acosado sin tregua vía correo electrónico hasta que habían accedido.
-[17] Los cuatro compañeros formaban un grupo de lo más variopinto: Will, el tranquilo atleta de Florida; Jim, el chaval charlatán de colegio de pago de Brooklyn; Alex, el futuro médico, loco por el sexo, de Wisconsin; y Mark, el autista y friki de la informática, de cerca de Lexington. Los metieron en una caja de cerillas en Holworthy, en el polo norte del frondoso campus de Harvard, dos dormitorios diminutos con literas y una sala común con muebles medio aceptables, cortesía de los papás ricos de Zeckendorf.
-[18] Los compañeros de residencia de primer año son como un compuesto químico inestable. En cuanto el entorno cambia, el [19] lazo se rompe y las moléculas se separan. El segundo año Will fue a Adam House, donde viviría con otros jugadores del equipo de fútbol; Zeckendorf y Alex siguieron juntos y fueron a Leverett House, y Mark consiguió una habitación individual en Currier. De vez en cuando Will veía a Zeckendorf en las clases de política, pero básicamente cada uno de ellos desapareció en su propio mundo. Después de licenciarse, Zeckendorf y Alex se quedaron en Boston y a veces llamaban a Will, normalmente porque habían leído algo acerca de él en los periódicos o lo habían visto e la televisión. Ninguno de ellos dedicó un segundo a pensar en Mark. Se evaporó, y si no hubiera sido por el sentido de la oportunidad de Zeckendorf, y porque Mark incluyó su dirección de e-mail en el libro del reencuentro, para ellos solo habría sido una pieza del pasado.
-[36] Sheridan era un tipo frío como el mármol, distante y apático, hasta el punto que corría un chiste por la oficina: si se producía [37] una oleada de matanzas en Virginia. Hal estaría en la lista de sospechosos. Repartía los casos nacionales de manera cuidadosa, haciendo coincidir el perfil del criminal con el agente más apropiado. A Will le daba los casos en los que había brutalidad extrema y tortura, asesinos que dirigían toda su rabia contra las mujeres. Lo que son las cosas.
-[38] -¡Sorpresa! Mueller se equivocaba. Los asesinos en serie casi nunca tienen cómplices. A veces matan en pareja, como aquellos francotiradores de Washington o los de Phoenix, pero eso es más raro que una estufa en el infierno. ¿Conseguir apoyo logístico para llevar a cabo un crimen? Sería el primer caso. Esos tíos son lobos solitarios.
-[54] -Te dejó; voy a informar personalmente al primer ministro.-Hizo una pausa para darle más énfasis-.El teniente general Stuart te prestará ayuda logística. Te asistirá hasta que el problema esté resuelto y todo el material haya abandonado territorio británico. ¿Te parece bien?
-Sí, por supuesto. Yo me ocuparé de todo.
-Gracias. El gobierno te lo agradece.
-Sí, sí, todo el mundo me lo agradecerá menos mi mujer, que me va a matar por perderme la cena-murmuró Churchill.
-[60] Truman podía imaginarse a Churchill allí sentado, inclinándose hacia el teléfono, su enorme figura apenas visible tras la columna de humo del puro.
-¿Por qué no me dice qué han encontrado sus chicos?
El pequeño presidente imperturbable escuchaba, tenía la pluma preparada por si acaso debí hacer alguna anotación. Poco después dejó caer la pluma, que no había usado, y sus dedos tamborilearon nerviosos en el escritorio. De repente la corbata le apretaba demasiado y el trabajo le venía grande. Había creído que lo de la bomba atómica había sido su prueba de fuego. Ahora sólo le parecía el precalentamiento hacia algo de mayor envergadura.
-[60] Aparte del presidente de Estados Unidos solo había seis hombres en el gobierno que tenían autorización Ultra, una denominación tan reservada que incluso su nombre era alto secreto. Cientos de personas, tal vez miles, habían tenido conocimiento del Proyecto Manhattan en su día, pero solo media docena de ellas estaban al tanto del Proyecto Vectis. El único miembro del gabinete de Truman que tenía autorización Ultra era James [61] Forrestal.
-[68] En los bolsillos de su pijama encontraron dos trozos de papel. Uno era un poema de una tragedia de Sófocles, Áyax, escrito con la mano temblorosa de Forrestal:
Ante la oscura visión de la tumba abismal apiádate de la madre cuando su día acabe, apiádate de su desolado corazón y sus grises sienes cuando ella tenga que soportar la historia del que más quiere susurrada en su oído: "Ay, ay" será el grito. No hay murmullo más calmo que el tembloroso quejido del pájaro solitario, el ruiseñor lastimero.
-[85] Para Peter aquel guion era un texto sagrado envuelto en un aura casi mágica. Había puesto el alma en él, y siempre tenía una copia en su escritorio, bien a la vista, un manuscrito con tres anillas doradas resplandecientes. Su primera obra completa. Todas las mañanas, antes de salir de casa, acariciaba la portada como si fuera un amuleto o la panza de Buda. Era su billete hacia otro tipo de vida y estaba ansioso por que se lo validaran. Aún más, el tema que trataba era para él muy importante: un himno a la vida y al destino. Cuando era estudiante le fascinaba El puente [86] de San Luis Rey, aquella novela de Thornton Wilder sobre cinco desconocidos que parecen juntos en un puente que se derrumba.
-[87] Como contador Peter era un fenómeno. Contaba simplemente porque podía hacerlo. Su cerebro trabajaba tan rápido y le costaba tan poco esfuerzo hacerlo que una vez que aprendió [88] la técnica no podía evitar contarlas. Las cartas altas (del diez al as) estaban a menos uno; las cartas medias (del dos al seis) estaban a más uno. Un buen contador solo tenía que hacer dos cosas bien; llevar la cuenta del total para cuando sacaran la sexta baraja del dispensador, y calcular el número de cartas que había sin repartir.
-[95] -"Un hombre honrado es la más noble obra de Dios"-dijo Kemp de improviso-.Lo escribió Alexander Pope. ¡Salud!-Kemp hizo chocar su copa de vino contra la flauta que contenía la cerveza de Peter-.Me ha puesto usted de buen humor, señor Benedict, y eso tengo que agradecérselo.
-[101] Will tenía una resaca de mil demonios, se sentía como si una comadreja se hubiera despertado cómoda y calentita dentro de su cráneo y, aterrorizada al descubrir que estaba atrapada, arañara y mordiera para abrirse camino a través de sus ojos.
-[166] "Voy a llevarlo a cabo-pensó con amargura-.¡joder, si voy a hacerlo!" Todos esos años de frustración se habían amontonado como un cúmulo de magma caliente y gaseoso. A la mierda toda esa vida de insuficiencias. A la mierda toda esa carga de celos y anhelos. A la mierda todos esos años viviendo bajo el yugo de la Biblioteca. ¡El Vesubio había erupcionado! Posó sus ojos en la fotografía de la reunión y clavó una mirada helada en los rasgos duros y hermosos del rostro de Will. "Y a la mierda tú también".
-[228] Will le siguió hasta el salón y se percató de la tensión y la incomodidad en la voz aguda y el rígido andar de su antiguo compañero de habitación. No podía evitar hacerle la radiografía. No se trataba de ningún truco barato. Siempre había tenido el don, la habilidad de hacerse una idea de los sentimientos del otro, sus conflictos y emociones, en un abrir y cerrar de ojos. De pequeño usaba su perspicacia natural para diseñar un espacio triangular de protección entre sus alcohólicos padres, diciendo y haciendo las cosas apropiadas en la cantidad apropiada para [229] satisfacer sus necesidades y preservar en cierta medida el equilibrio y la estabilidad del hogar.
-[245] Con el tiempo, Josephus consiguió tener una biblioteca para la creciente colección de Octavus, una cámara de mampostería, fresca y seca. Ubertus supervisó personalmente los trabajos de albañilería; era consciente que su hijo estaba detrás de aquella puerta cerrada, pero no tenía ningún interés en ver al chico. Ahora pertenecía al Señor, no a él.
-[261] Había olvidado el asombro inicial que le había causado el tipo de letra de la postal, muy normal en los días de las máquinas de escribir pero mucho menos común en la era de las impresoras y la informática. Times New Roman, Garamond, Arial, Helvética eran los nuevos estándares en el mundo de las pestañas que abren menús.
Navegó por internet y encontró la respuesta. La Courier 12 era la fuente obligatoria en los guiones de cine, de un rigor inexcusable. Si enviabas un guion a un productor en otro formato serías el hazmerreír del gremio. Y otro dato suculento: los programadores informáticos lo usaban para escribir código fuente.
-[280] (…) Él ha dotado al joven Octavus, nacido en milagrosas circunstancias, del poder, no, del imperativo de dar cuenta de la entrada y el paso por la Tierra de cada una de las almas que llegan y la abandonan. El destino de los hombres yace aquí desnudo ante nosotros. Esos textos son un testamento del poder y la omnisciencia del Creador, y nosotros recibimos con humildad el amor y el cariño que Él tiene sobre sus criaturas. -Una lágrima asomó y comenzó a surcar su rostro-.Octavus es especial, pero seguramente también es un ser humano mortal. Yo me he preguntado, como lo habéis hecho vosotros, cómo podrá perpetuarse la inmensidad de su tarea. Ahora tenemos la respuesta.
-[281] (…) Esta noche acabamos de formar una nueva orden dentro de Vectis, una orden sagrada y secreta para la protección y conservación de la biblioteca. Nosotros cuatro somos los miembros fundadores de la que aquí en adelante se conocerá como la Orden de los Nombres. Ahora recemos.
-[342] En un lado de la Cripta había una estrecha escalera que llevaba una pasarela desde la que se podía ver el panorama al completo. Fue allí y subió a lo más alto. Había miles de estantería de metal gris que se perdía en la distancia, cerca de setecientos mil gruesos libros de cuero, unos doscientos cuarenta mil millones de nombres inscritos. Estaba convencido de que la única manera de entender lo que significaban esos números era estar donde él estaba interiorizarlos con tus propios ojos. Hacía tiempo que toda esa información había sido almacenada en discos, y si eras uno de esos técnicos cretinos es probable que te impresionaran todos esos terabits de datos, o alguna chorrada como esa, pero nada era como estar en la Biblioteca. Se agarró a la barandilla, se asomó y respiró profunda y lentamente.
-[379]-La ira es la reacción más común. A la mayoría de la gente le da rabia que le cuenten lo de la Biblioteca porque pone en tela de juicio todo lo que creemos saber. Lo cierto, Will, es que nadie tiene ni idea del cómo ni el porqué. Habría sido necesario cientos de monjes, si es que eso es lo que eran, para registrar todos esos nombres, uno por cada nacimiento, uno por cada muerte. Están listados por fechas, las primeras en el calendario juliano y las posteriores en el calendario gregoriano. Cada nombre está escrito en su lengua nativa con una simple anotación en latín: nacimiento o muerte. Eso es todo lo que hay. Ni un comentario, ni una explicación. ¿Cómo lo hicieron? Los que son religiosos dicen que estaban en contacto con Dios. Tal vez fueran videntes y podían predecir el futuro. Tal vez vinieran del espacio exterior. ¡Créeme, nadie tiene ni idea! Lo único que sabemos es que fue una tarea monumental. Piénsalo: los números han ido a más a lo largo de los siglos; en el día de hoy, 1 de agosto de 2009, nacerán trescientas cincuenta mil personas y morirán ciento cincuenta mil. Cada nombre está escrito con pluma y tinta. Y les siguen los nombres de mañana y los del pasado mañana y los del día después de pasado mañana. ¡Durante mil doscientos años! Debían de ser como máquinas.
-[384] -Tenemos superordenadores que están analizando datos las veinticuatro horas del día, buscando patrones que se repitan a escala mundial.-Se inclinó sobre él y bajó la voz-.Puedo decirte con seguridad que el 9 de febrero de 2013 morirán doscientas mil personas en China, pero no puedo decirte por qué. Ahora mismo hay gente trabajando en eso. En 2025, el 25 de marzo para ser exactos, morirán más de un millón de personas en India y Pakistán. Esto significa un cambio de paradigma, pero queda demasiado lejos para que alguien se ocupe de ello.
-[386] -No quería ser un zángano encerrado en el laboratorio toda mi vida. Veo a los ricos en los casinos y me pregunto: "¿Por qué ellos? Yo soy un millón de veces más inteligentes que ellos. ¿Por qué no yo?". Pero nunca sonó la flauta. Ninguna de las compañías para las que trabajé tras dejar MIT explotó. Ningún Microsoft, ningún Google. Conseguí sacar algunos pavos con acciones de bolsa, pero todo el tema de las puntocom pasó. Y luego la fastidié al decidir trabajar para el gobierno. En cuanto el atractivo del Área 51 queda al desnudo, no es más que un trabajo de informático mal pagado en un búnker subterráneo. Intenté vender mis guiones, ya te dije que soy escritor, y me los rechazaron. Así que decidí que podía dar un cambio a mi vida con solo filtrar un poco de información.
-[389] (…) -¿Qué significa eso?
-Fuera del registro. A partir de 2027 ya no hay más libros. Área 51 tiene una esperanza de vida de ochenta años.
-¿Y por qué no hay más?
-No lo sabemos. Al parecer hubo un incendio en el monasterio. ¿Desastre natural? ¿Causa política? ¿Religiosa? No hay manera de saberlo. Simplemente es un hecho.
-Así que viviré hasta después de 2027-dijo Will melancólicamente.
-[395] Will nunca pensaba demasiado en religión ni en filosofía. Su trabajo estaba relacionado con el trabajo de la muerte, y su enfoque en la investigación de los asesinatos se basaba en hechos.
-[423] Me río del libre albedrío. Lo gracioso es que mi padre me puso Will porque significa voluntad. Albedrío y voluntad son lo mismo. -Volvió a ponerse serio en seguida-.Mire, ahora ni tan siquiera sé si el libre albedrío existe. Todo está ahí escrito, ¿cierto? Si tu nombre aparece ahí, no hay nada que cambiar ¿me equivoco?
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