Después del océano - Belén Martínez
Después del océano | Belén Martínez
Sinopsis
11 de marzo de 2011. Nanami Tendo tuvo que abandonar Miako, su pueblo natal. Ese mismo día, un terremoto resquebrajó Japón y produjo uno de los tsunamis más letales de la historia. Ella sobrevivió, pero su hogar y su mundo quedaron arrasados. Años más tarde, en Kioto, Nanami conoce a un chico extraño que estuvo en Miako el día de la catástrofe y trae de regreso fantasmas y recuerdos que Nami creyó haber dejado atrás.
Crítica
"Después del océano" de Belén Martínez no es solo una novela; es una inmersión literaria en las cicatrices imborrables del 11 de marzo de 2011 en Japón. A través de una narrativa sensible y evocadora, Martínez explora las profundidades del duelo, el resurgimiento de la esperanza y la compleja senda del perdón en un escenario marcado por la devastación del terremoto y el tsunami. Para quienes presenciaron la magnitud de esta tragedia, la novela resonará con la palpable pérdida que asoló a la nación nipona. Pero más allá del recuento de un desastre natural, "Después del océano" se adentra en las vidas de personajes cuyas existencias fueron irrevocablemente alteradas por la furia del mar, vidas que, como la propia costa japonesa, debieron reconstruirse tras ser tragadas por aquel océano implacable, con la sombra latente de la crisis nuclear de Fukushima como telón de fondo.
La novela nos transporta al entrañable pueblo costero ficticio de Miako, un microcosmos de la serenidad que caracteriza a tantas comunidades japonesas que encuentran su sustento y ritmo vital en la generosidad del océano. En este idílico escenario conocemos a Nanami Tendo, una joven cuyo talento para la natación parece predestinado por su propio nombre, "siete mares", y que encuentra en las aguas no solo una habilidad, sino su verdadera vocación. Junto a sus amigas inseparables, Mizu y Amane, Nanami se encuentra en el umbral de una nueva etapa, la transición a la secundaria, llena de las promesas y expectativas propias de la adolescencia. Sin embargo, el destino, implacable como las olas que pronto azotarán su mundo, se interpone en su camino. La inesperada promoción del padre de Nami a Kioto la obliga a abandonar su amado Miako, y es precisamente en el instante de su partida cuando la tierra comienza a temblar, anunciando un terremoto devastador seguido de un tsunami que, por segunda vez en su joven vida, amenaza con desgarrar su existencia.
El traslado a la vibrante pero inicialmente impersonal Kioto marca un abrupto contraste con la vida que Nanami conocía en Miako. Lejos del mar que definía su identidad, intenta encontrar su lugar en una nueva ciudad, mientras observa cómo su padre, inmerso en las exigencias de su ascenso, parece distanciarse emocionalmente, quizás lidiando en silencio con su propio trauma y la carga de haberlos alejado de su hogar justo antes de la catástrofe. La distancia física se suma a la angustia por Taiga, su hermano, cuya reclusión en el devastado Miako, ya sea física o emocional, simboliza el profundo impacto del desastre y la fragmentación familiar que este provoca.
Sin embargo, en este nuevo escenario, Nanami comienza a tejer lazos con Li Yan, Harada y, de manera especial, con Arashi. La presencia de Arashi, otro sobreviviente del tsunami de 2011, crea un vínculo único de comprensión mutua, demostrando que las heridas del pasado pueden encontrar eco en otros corazones. A través de estas nuevas amistades, Nanami vislumbra la posibilidad de reconstruir su vida, incorporando el recuerdo de Miako con las experiencias del presente.
La sensibilidad con la que Belén Martínez describe las interacciones entre estos jóvenes, la carga emocional en sus miradas y la delicadeza de sus gestos, inevitablemente evoca la atmósfera y la profundidad emocional características del Studio Ghibli. Podría incluso interpretarse como un sutil guiño de la autora a la maestría del estudio japonés en narrar historias de crecimiento personal en contextos a menudo difíciles, donde la naturaleza y los lazos humanos juegan un papel crucial. Al igual que en las películas de Ghibli, donde la belleza se encuentra incluso en la melancolía y los pequeños detalles revelan grandes emociones, "Después del océano" parece poseer una cualidad visual intrínseca. Imaginar esta historia animada por Ghibli transportaría al espectador a paisajes evocadores, resaltando la vulnerabilidad de los personajes y la fuerza de sus conexiones a través de una animación detallada y una banda sonora conmovedora, amplificando la resonancia emocional de la travesía de Nanami y aquellos que la rodean.
La atmósfera de la novela, hábilmente construida a través de una narración que oscila entre el 2011 y el 2016, permite al lector adentrarse en la evolución de Nanami. Este salto temporal no solo expone los cambios típicos de la adolescencia japonesa, como la presión de los exámenes universitarios, sino que también subraya la persistente influencia del agua, un elemento simbólico que recorre la vida de la protagonista. El agua se erige como un hilo conductor que invita a reflexionar, incluso desde una perspectiva religiosa, sobre la transformación de la relación entre el ser humano y su entorno, abriendo espacio a lo espiritual. La presencia de Yemon, ese komainu peculiar que se convierte en protector de Nanami, y la alusión a Susanoo, dios del mar y las tormentas, enriquecen esta dimensión mística de la obra.
La Kioto que presenta la obra es un fascinante crisol de modernidad y tradición, un Japón que Belén Martínez explora a través de detalles culturales que enriquecen la experiencia del lector occidental. Desde la paz espiritual de templos como el del parque Maruyama hasta la omnipresencia de los 7-Eleven en la vida diaria, se introduce un ambiente donde las ancestrales figuras de las maiko, geiko y geishas coexisten con el dinamismo de una nación contemporánea. Este telón de fondo cultural no es solo un escenario, sino un elemento que influye en la adaptación y la perspectiva de Nanami en su nuevo hogar.
En paralelo a su nueva vida, la narración nos revela la situación de Taiga en Miako. Su encierro evoca el fenómeno del hikikomori, una tendencia entre jóvenes japoneses que se aíslan tras enfrentar presiones vitales. En su caso, el trauma del tsunami agrava este aislamiento.
En Kioto, la propia Nanami experimenta un cambio emocional significativo. La alegría infantil se desvanece, dando paso a una actitud conflictiva como mecanismo de defensa ante los dolorosos recuerdos de Miako y sus pérdidas. Sin embargo, esas ausencias se manifiestan como fantasmas, buscando guiarla en su duelo y su destino como kami del agua.
En este complejo proceso, la figura de Kannushi-san emerge, eligiendo a Nanami como una potencial generador de cambio tras la devastación del 2011. Esta elección añade una dimensión mística a la trama, sugiriendo un destino ligado a la sanación colectiva y dar paso al perdón y reconocimiento de la familia como un hogar, que más allá del aspecto físico que encierra esta palabra, también significa que cada miembro es un espacio que nos permite conectar con el otro y generar experiencias positivas que permite sanar heridas.
La transformación de Nanami es palpable. La alegría infantil se difumina, dejando paso a una actitud conflictiva, un escudo contra los dolorosos recuerdos de Miako y la pérdida. Sin embargo, aquellos que se fueron se manifiestan en su mente como fantasmas, buscando guiarla a través de su duelo y hacia la comprensión de su destino como kami del agua. Es en este nuevo entorno, específicamente en un 7-Eleven donde trabaja a medio tiempo desafiando la orden paterna de asistir a una escuela de refuerzo, donde un rostro familiar irrumpe en su presente: Kaito.
Kaito no es un desconocido; es un antiguo conocido de Miako, aunque su recuerdo evoca una figura conflictiva de la infancia. Lejos del niño abusón que hacía la vida difícil a Amane, este personaje reaparece en un momento crucial de la vida de Nami convirtiéndose paulatinamente en un puente para saber la verdad sobre una de sus amigas más queridas y quien perdió ese 11 de marzo, Amane y para reconciliarse con su pasado a través de su conexión con Mizu. Una sobreviviente al igual que lo es Kaito, quien encierra también un secreto que solo en su tiempo Amane logró dilucidar, pues en una sociedad tan cerrada como lo es la japonesa, la homosexualidad es un tabú que no se toca, y es que tanto Amane como Kaito compartían el mismo secreto.
A pesar de ello, es la relación de Arashi y Nami, la que adquiere para la autora una especial profundidad. Unidos por la experiencia compartida del tsunami, encuentran en el otro un refugio silencioso de comprensión. Sin embargo, la cicatriz del desastre no solo es emocional; Arashi también enfrenta el doloroso estigma del ijime (bullying), una sombra que lo persigue y que Nanami observa, quizás reviviendo en parte la sensación de vulnerabilidad e impotencia que experimentó tras la perdida de Amane. Esta conexión con Arashi no solo fortalece el vínculo entre ambos, sino que también podría impulsar a Nanami a confrontar su propio dolor y convertir ese deseo de protección en amor, de allí que el mensaje profundo del libro, no solo esa conexión romántica típica de la adolescencia, sino también permitirnos pensar en la resiliencia humana ante la tragedia.
La historia es bastante bonita y atractiva, y tiene momentos de gran sensibilidad que resonarán en el lector, la edición para Latinoamérica presenta algunos giros lingüísticos que podrían resultar extraños. Si bien la autora es de origen español, la traducción o edición en algunos pasajes parece influenciada por el inglés, generando frases poco naturales en español como "se frotó los ojos con los talones de las manos". Estos detalles, aunque puntuales, podrían beneficiarse de una revisión editorial más exhaustiva.
"Después del océano" de Belén Martínez se erige como una conmovedora exploración de la resiliencia humana ante la tragedia. A través del viaje de Nanami, desde la pérdida y el desarraigo hasta la búsqueda de su propósito en un Kioto que contrasta con las heridas imborrables de Miako, la autora teje una narrativa rica en simbolismo y profundidad emocional. La novela no rehúye el dolor y el trauma, pero tampoco se detiene en ellos, ofreciendo un camino hacia la esperanza y el perdón a través de la conexión humana, la amistad inesperada (como la que florece con Kaito y Masaru), y la comprensión silenciosa que Nanami encuentra en Arashi, un compañero en el duelo y la lucha contra la injusticia. La figura de Nanami como kami del agua trasciende su destino individual, sugiriendo la importancia de honrar la memoria de quienes se perdieron y de transmitir las lecciones aprendidas a las futuras generaciones, asegurando que el legado de Miako inspire un futuro donde la esperanza prevalezca sobre la devastación. Esta obra es, en última instancia, una reflexión sobre la capacidad del espíritu humano para encontrar luz en la oscuridad, para reconstruir los lazos rotos y para honrar la memoria de aquellos que fueron tragados por las olas, asegurando que su historia siga fluyendo, como el agua que da y quita, pero que siempre encuentra su camino.
Apartados
-[14] Una parte de mí me susurraba que, aunque dijera adiós mil veces, nunca estaría preparada del todo para marcharme. Siempre quedarían cosas que hacer, cosas que decir.
-[58] Antes, el silencio que reinaba en el agua cuando me sumergía me encantaba. Era un silencio que estaba lleno de alguna forma. Pero aquí, en la superficie, es uno vacío que muerde por dentro.
-[62] Me sacudo el hombro, como si así pudiera quitarme esa molesta sensación. Pero ese es el problema con los muertos, aunque ya no estén, a veces no puedes quitártelos de la cabeza. Hasta el aire que me rodea vuelve a apestar con ese perfume que se echaba, dulce, como a mantequilla fundida, que antes me encantaba.
-[68] Yo me dejaba llevar. Arashi es una corriente marina sobre la que yo me limito a flotar, sin importarme si me arrastra hasta la orilla o hasta el mismo centro del océano.
-[69] La proximidad del torii me provoca una sensación extraña y puedo sentir su caricia, como el aire cálido en un día de verano, como el abrazo del agua del océano, que impide que te hundas y te mantiene a flote.
-[72] -Es solo una forma de hablar. Las leyendas, la poesía, las historias, son la mejor forma de entender la verdad. Todo el mundo la comprende. O casi todo-añadió, antes de guiñarnos un ojo. Yo tuve que morderme los labios para no reírme-.Antes, Susanoo podía calmar las tempestades, o creaba terribles tormentas en alta mar para que sus enemigos naufragaran.
-[73]-Ahora el mundo es diferente. Antes, había equilibrio. Los dioses podían intervenir directamente, se comunicaban con los humanos. La naturaleza les respondía.-El sacerdote acarició el tronco de un árbol cercano-.Pero hace muchos años todo eso se rompió. Los humanos cruzaron un límite que no permitía una vuelta atrás. Mataron a muchos árboles, envenenaron ríos completos, partieron montañas en dos. Asesinaron a cientos, a miles de dioses. Y los que quedaron perdieron parte de su poder.
-[103] Jamás había sabido explicar lo que sentía cuando estaba cerca del agua. A veces el océano me llamaba. Y otras, incluso estaba segura de que podía respirar bajo él.
-[157] -Están a punto de empezar. ¿Sabes que es lo más extraordinario de los fuegos artificiales?-Como negué en silencio, él continuó hablando. A pesar de que su voz era baja, y de que, a mi espalda, la arena estaba repleta de risas y conversaciones, solo lo escuchaba a él. Su voz ronca y grave sepultaba todo lo demás.-Que consiguen que solo fijemos la vista en ellos. Y, durante esos momentos, nadie mira a su alrededor. Hay quienes dicen que los crearon los yokai para distraer a los humanos.
-[157] (...) Existen fronteras donde termina la civilización y comienza la naturaleza más salvaje. Nos pueden parecer simples senderos que atraviesan antiguos bosques, la orilla de alguna playa, donde el océano arrulla a la tierra, un torii que indica la entrada a un santuario. Todos esos lugares son grietas entre el mundo de los humanos...y otra clase de lugar. -Volvió la cabeza para observarme. Mis pies, medio enterrados en la arena, eran acariciados cuando las suaves olas venían y se iban-.En esa clase de fronteras podrías ver accidentalmente a alguien o algo que no pertenece a este mundo.
-[189] -Oh, el crepúsculo-dice, en un susurro que consigue erizarme la piel de los brazos-. Otra frontera más. Como este torii, como ese portal que acabas de atravesar. Pero eso ya lo sabes, ¿no? Siempre me ha gustado esta hora, cuando el límite entre todos los mundos es más frágil, la frontera entre el día y la noche. ¿Sabías que el crepúsculo es el momento en que los espíritus, los demonios, los monstruos y los dioses lo tienen más fácil para llegar a este mundo, o para que los humanos se aventuren en el suyo? Al crepúsculo se le conoce como omagatoki: el instante del encuentro con los espíritus.
-[248] Eso no significaba que me perdonaba. Tampoco que volvería a ser mi amiga, pero era un comienzo. Las palabras siempre eran el inicio de algo. De mi dependía ahora que se convirtieran en algo más.
-[294] De pronto, el corazón me traqueteó y, aunque no bajó su acelerado ritmo, dejé de sentir su deseo de romperme las costillas. Aparte las manos poco a poco y miré de nuevo hacia abajo. La sangre me hizo estremecer, pero me obligué a no mover las pupilas. Ah. Así que se trata de eso.
-[309] -Vuestra madre no quería que fuerais esa clase de personas en las que yo he querido convertiros durante estos años. Ella deseaba que no tuvieseis miedo de poder decirnos lo que pensarais, que fuerais libre. Me decía: "Yo no quiero que mis hijos se transformen en personas grises". Yo me reía y le decía: "¿Grises?", y ella, muy seria, me explicaba: "No quiero que sean como esos oficinistas vestidos de negro y gris que viven en su trabajo, se alimentan mal y apenas sonríen. Yo no quiero que saquen buenas calificaciones y que sean los primeros de la clase, pero sí me gustaría que fueran trabajadores, [310] que luchasen por lo que quieren, que ayudasen a sus compañeros. Quiero que se conviertan en personas a las que la gente les guste recordar".
-[310] Los recuerdos nos hacen ser quienes somos. Y yo me he obligado a olvidar tantos, que ya no sé quién soy. No sé qué diría si me viera ahora, convertido en todo lo que odiaba.
-[333] -Creo que te lo dije en una ocasión, a ti y a todos tus compañeros de clase-dice, con un tono que recuerda al del profesor Nagano-.Los humanos habéis cambiado demasiado el mundo para que los dioses puedan intervenir en él. Y vosotros mismos lo habéis hecho también. No solo habéis transformado todo lo que os rodea, sino que también nos habéis olvidado a nosotros. Los dioses, los kami y otras deidades nos alimentamos de rezos y ofrendas, y pocos visitan ya un templo si no es un día de fiesta o si no se trata de un turista que solo quiere hacer fotos.
-[333] -Vosotros habéis adquirido un poder que hace cientos de años no poseíais, con vuestras máquinas y vuestra tecnología, pero eso también conlleva unas consecuencias y una responsabilidad-contesta él, sin alterarse en lo más mínimo-.Si respetarais más a la naturaleza, si no construyerais tantas fábricas que no necesitáis, si buscarais alternativas para conseguir ciertos recursos, quizás el mundo no habría perdido el control y nosotros podríamos ayudaros más. Así que sí, todos tenemos algo de culpa.
-[334] -Cualquiera puede convertirse en kami. Un antiguo amigo mío , lo definió como: "Todos aquellos que conmueven al hombre y despierta en él cierta melancolía". Y Nami, tú me produjiste mucha cuando te vi abalanzarte de esa forma sobre el pobre Ryōjin, por tu desazón cuando creíste que había muerto. Me hizo creer que este mundo todavía tenía salvación.
-[335] La muerte es la mayor frontera de todas, y a veces, pude romper incluso la propia realidad y llegar hasta nosotros en forma de sueños o de visiones.
-[337] El tiempo no es como una orilla, como un río, como un sendero. Es algo intangible. ¿Cómo puedo estar en una frontera de algo que realmente no puedo ver con mis propios ojos, que no puedo pisar, como sí pisaría la orilla de un estanque o el borde de una carretera?
-[356] El mundo todavía tiembla, pero creo que nosotros nos sentimos más felices que en mucho tiempo. Un terremoto nos había partido en dos, nos había separado y destrozado, y otro había terminado de unir los pedazos que nos faltaban.
-[358] Potente seísmo sacude Japón. Las prefecturas del centro han sido las más afectadas, según los primeros informes. A solo dos días de Fin de Año, las infraestructuras ferroviarias sufren importantes daños. Se han cancelado gran cantidad de trayectos. Empresas ferroviarias como Nozomi aseguran que devolverán el dinero de todos...
-[367] -No pasa nada. Sin ti, o sin Masaru, no tendríamos ninguna opción.-Le dedica una pequeña reverencia y vuelve la cabeza hacía mí. Tiene la sonrisa despeinada, como su ridículo flequillo-.Lo conseguiremos.
-[397] -Las reglas que rigen el mundo de los mortales y las del mundo de los dioses y los espíritus son diferentes. -No, son crueles- replicó, con rabia -.Los propios dioses lo sois. El dios dragón ladea la cabeza, como si estuviera pensando.Su voz retumbante no parece expresar nada, es demasiado profunda, demasiado bestial. No hay sentimientos en ella. -Los dioses decimos la verdad, por eso os parecemos crueles. -Da la impresión de que no va a añadir nada más, pero, aunque mantiene sus fauces cerradas, su voz sigue resonando a mi alrededor-.Ese komainu hizo un buen trabajo al traerte aquí, pero soy yo el único que puede terminar este viaje.
-[397] -Llevo observándote muchos años, Nanami Tendo, y sé que no ha sido nada fácil. Tampoco lo será a partir de ahora.-La extraña expresión de Ryōjin se profundiza y el agua que me sostiene y me rodea parece calentarse-.Pero los humanos fuisteis creados para sobrevivir. Y tú has sobrevivido a muchas cosas.
-[422] -No necesitas ninguna bendición, Taiga. No has hecho nada malo como para suplicar una bendición o pedir perdón. -Él abre la boca, perplejo, pero la cierra de golpe cuando me acerco de dos pasos a él y le agarro con mucha fuerza las manos-.Esta bien no estar bien. [423] Esta bien aceptar que no puedes con algo. No te sientas culpable, por favor. Eres una persona maravillosa, de verdad. Sé que ahora no lo crees, pero espero que, con el tiempo, te des cuenta de lo necesario que eres para tu familia, para el mundo, y no por tus estudios o por tu trabajo, no por en quién te convertirás, sino por quien eres ya.
-[434] (...) Pero por encima de toda la destrucción, es el ruido lo que predomina. Ese rugido tenebroso, a ratos grave y a otros, agudo, en el que se mezclan todos los crujidos, aullidos y bramidos que pueden proferir los seres vivos e inertes. Un terremoto es como un grito que nunca termina.
-[450] Levanto la mirada y observo a mi alrededor, a las frías aguas negras que me rodean, pero a las que ya no me da miedo mirar. -Gracias a todos por haberme hecho partícipe de todos estos años. Soy muy afortunada. A pesar de todo, soy muy afortunada. Y no cambio nada, ni las lágrimas, ni el dolor, ni el duelo, por todos esos momentos a vuestro lado. No os olvidaré. A ninguno. Porque merecéis ser recordados.
-[454] -Hablaste- me interrumpe el sacerdote con esa calma que ningún humano puede poseer-.Eso fue lo que marcó la diferencia. Tus palabras tuvieron más poder que el que podrían haber juntado ocho millones de dioses. El mundo, Nami, no se cambia con poderes mágicos, con manos alzadas que detienen tsunamis o paralizan terremotos. El mundo se cambia con pequeñas acciones, con palabras. Y eso ha sido lo que has hecho hoy. Has decidido intervenir, has provocado un cambio. Mira a tu alrededor, mira bien.
-[455] -Tengo mucha estima a este templo, pero imagino que tarde o temprano tendré que marcharme de aquí. Los dioses, además, no solemos tener largas relaciones con los humanos, sean del tipo que fueren. Con el tiempo, se terminan estropeando-añade, antes de darme una palmadita amistosa en la espalda-.Pero me gustaría que de vez en cuando visitaras algún santuario en mi honor, ofrecieras una moneda, agitaras el cascabel y me contaras un poco cómo te encuentras. Me alegrará saber de ti, de verdad.
-[456] Caigo de nuevo en ese lugar extraño, donde puedo respirar a pesar de que solo el agua me rodea. Y, como la última vez, el inmenso y retorcido cuerpo de Ryōjin está frente a mi. Esperándome.-Has llegado al final de tu camino como kami -anuncia, con su voz monstruosa. -¿y ahora?-preguntó. -Ahora empieza el resto de tu vida-contesta, sus enormes fauces casi parecen esbozar una media sonrisa-.Y esta vez, me temo que los dioses no seremos los responsables de ella. Ahora que el sendero ha desaparecido bajo la lluvia, y solo tú, decidirás hacia dónde caminar.
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