Belladona - Adalyn Grace


Belladona 
| Adalyn Grace

Sinopsis 

Huérfana desde que era un bebé, Signa ha crecido con una serie de tutores, cada cual de ellos más interesado en su fortuna que en su bienestar. Y todos han tenido un final prematuro. Los únicos familiares que le quedan son los esquivos Hawthorne, una familia excéntrica que vive en Thorn Grove, una finca tan reluciente como sombría. Su patriarca lamenta la pérdida de su mujer celebrando fiestas salvajes, mientras que su hijo lucha por controlar la reputación de la familia, que está en decadencia, y su hija sufre una enfermedad misteriosa.

Pero cuando el espíritu inquieto de su madre aparece reivindicando que la envenenaron, Signa se da cuenta de que la familia de la que depende podría correr un grave peligro, y consigue la ayuda de un hosco mozo de cuadra para atrapar al culpable.

La mejor opción para descubrir al asesino es que Signa se alíe con Muerte, una sombra fascinante y peligrosa que nunca se ha alejado de su lado. A pesar de haber convertido su vida en un infierno, Muerte le muestra a Signa que su creciente conexión quizás sea más poderosa (y más irresistible) de lo que había imaginado.

Crítica 

Quienes hayan disfrutado de los libros de Enola Holmes o de novelas ambientadas en la época victoriana, sin duda se sentirán atraídos por 'Belladona' de Adalyn Grace. Esta novela de fantasía romántica evoca el ambiente gótico característico de una época fascinante para muchos escritores y lectores, no solo por su rica historia y sus personajes trágicos, sino también por las peculiares costumbres relacionadas con la muerte.

Las prácticas inusuales de la creciente industria funeraria abundaron durante esta época. Recordemos que, durante el mandato de la reina Victoria de Inglaterra, se popularizaron los elaborados rituales de luto, el consumo de bizcochos funerarios, los memento mori (joyas que contenían cabello o dientes del difunto) y las fotografías post mortem.

En el libro, Grace nos regala algunos guiños a este mundo victoriano a través de dos aspectos clave en la trama que rodea al personaje principal, Signa Farrow. El primero de ellos es el extraño poder de ver y hablar con los espíritus de los difuntos, que evoca el movimiento espiritista de mediados del siglo XIX. El segundo es la jardinería venenosa, ambos elementos muy en boga en la alta sociedad, en la cual vive la protagonista de la historia. Aunque, hay que decirlo, la autora no desarrolla este último con lujo de detalle y es una lástima, porque es en esta época en particular donde se desarrollan los libros más famosos sobre el lenguaje de las plantas.

A pesar de ello, la autora centra la historia principal en el uso de la belladona a través del consumo de esta baya por parte de Signa, una jovencita a punto de cumplir 20 años, quien tiene una conexión especial con la Muerte. Un personaje que siente una fascinación por la joven desde su más tierna infancia, acompañándola por distintos hogares de paso, en donde sus tutores mueren de maneras extrañas. Es cuando fallece su última tutora cuando Signa se ve trasladada a un lugar sombrío donde los espíritus no descansan: Thorn Grove.

Es aquí donde hago una pausa para explicar que, a pesar del trasfondo histórico que ha intentado hilvanar la autora, encontramos fallas recurrentes. Para quienes aman la precisión histórica, el libro no es muy fidedigno. Cabe decir que, históricamente, las mujeres solteras en esa época no heredaban (la Ley de Propiedad de Mujeres Casadas se promulgó hasta 1870, lo que implicaría que Signa debería estar casada para heredar). La novela se toma ciertas libertades y prioriza la fantasía; sin embargo, no por ello se resta valor a la trama y al encanto de la historia.

Continuando con la historia de Signa, durante la novela vemos cómo esta se encuentra rodeada por un halo fúnebre que se potencializa con su extraño poder de ver y hablar con los muertos. Y es que la conexión entre Muerte y ella no solo se limita al simple plano sobrenatural. Muerte, su coprotagonista, es al mismo tiempo su tutor y verdugo, un hombre que juega con ella a placer y quien, en algunos extraños momentos, se convierte también en una clase de figura protectora. Mientras se va desarrollando la trama, empieza a tejerse una historia con bastante buena química y humor con la protagonista.

Otra mirada particular que podemos observar con Signa y las mujeres que vamos a encontrar en este libro, como Blythe o Marjorie Heargreaves, es el apego que tienen a un libro en particular: el 'Manual para damas sobre la belleza y el protocolo'. Este tipo de literatura de formación urbanística fue muy popular, lo que añade profundidad al personaje, quien inicialmente se ajusta a una estricta normativa, pero de la que lentamente se va liberando al explorar su sexualidad.

La relación de Signa con el misterioso Sylas Thornley, un personaje que recuerda a los hombres de Jane Austen, sirve para este propósito. Y es que este personaje es todo lo contrario a lo que representa la relación entre Muerte y ella: es más terrenal y pasional, y es un aliado esquivo para enfrentar las dolorosas situaciones a las que se enfrenta al llegar a un lugar donde no es bien recibida.

En Thorn Grove, la mansión palaciega de los Hawthorne, se desarrolla toda la trama de misterio. Es allí donde conoce a Percy, un chico de sociedad bastante estirado y un poco amargado porque su destino familiar se le escapa de las manos (el Grey), y a su hermana Blythe, quien nos muestra la contraparte de lo que es la mujer victoriana convencional, pues a diferencia de Signa, esta no busca la aceptación de la alta sociedad a la que pertenece.

Rodeados por la muerte escabrosa de la madre de ambos chicos, se teje el entramado de novela detectivesca que, si bien en ciertas partes es interesante al intuirse el envenenamiento de Blythe, suele dársele menos relevancia de la que debería. Y es que la autora da más peso a la historia romántica de Signa y al desarrollo de una relación que se pinta como un triángulo amoroso entre la protagonista, la Muerte y Sylas. Aunque, eso sí, el desenlace puede llegar a sorprender en el último minuto.

Ahora, si miramos los diálogos y la cadencia de la historia, se puede decir que es una historia sencilla y fácil de digerir, aunque la traducción en algunos apartados suele jugar una mala pasada a las lectoras de habla hispana, algo que es reiterado en esta editorial, pues no es la primera vez que encuentro errores de redacción en sus textos. Me gustaría que se revisara este asunto, porque aunque el libro tiene una pasta atractiva y una historia que llama la atención, no por ello deben descuidar estos detalles.

Retomando de nuevo el tema de los diálogos, hay muchos que se repiten, especialmente entre la Muerte y Signa, o actividades que no son más que rellenos distractores, que pueden ser obviados, como la fascinación que tiene la protagonista por los bollitos dulces. Vamos, que si la autora hubiese investigado más, podría regalarnos un banquete con platillos de la época que abran el paladar y la curiosidad a sus lectoras, así como el tema de los vestidos y las fiestas, que sí, ya sabemos que Eliza tenía una fijación por los abanicos horribles.

En cuanto a las escenas subidas de tono, más de lo mismo. Sé que el libro está dedicado a un público juvenil, pero de nuevo se pudo trabajar más y no meterlas aquí y allá para causar una tensión sexual que en algunos apartados suele sonar forzado y hacen que Signa parezca una chica en celo, como si de un perro se tratase, o con un fetiche bastante ridículo a los hombres altos y de espaldas anchas, dañando la buena química que tienen los personajes principales.

En relación con los personajes secundarios, hay algunos que logran dar corporeidad a Signa y a Muerte, pero otros que literalmente sobran. El caso particular son las amigas de sociedad de Signa, algunas de ellas no tienen una buena conexión con la historia y aparecen y desaparecen como por arte de magia. Me hubiese gustado ver menos personajes fluctuantes y más de este tipo de personajes con carácter y peso en la narración.

De nuevo, me gustaría hacer hincapié en el tema de los venenos y las plantas, debido a que es uno de los argumentos principales del libro. En el caso de la belladona, hay varios errores garrafales durante la historia. Y es que cuando una persona consume estas bayas, uno de los síntomas por intoxicación de consumo es la inhibición de los receptores de neurotransmisores (receptores muscarínicos) que afectan a los órganos periféricos y al sistema nervioso central. En el corazón produce bradicardia y en la musculatura induce a la relajación, reduce la frecuencia del intestino, la retención urinaria y las secreciones como saliva, sudor y lágrimas, así que Signa no puede estar bañada en sudor cual piscina cada dos por tres.

Segundo, la ingesta de las bayas, ¿cuántas bayas son necesarias? Aunque la planta en sí es peligrosa si se consumen sus raíces, hojas o sus frutos pueden ser letales, hay que saber el quid del asunto para que Signa esté literalmente muerta. Recordemos que ella consume de cuatro a cinco frutos y, según el Instituto de Salud Pública de Chile, la ingestión de tres a cuatro frutos produce un efecto afrodisíaco; de cuatro a diez frutos, alucinaciones; y de diez a veinte, la muerte. En el libro, Signa consume demasiado poco, por lo que podemos decir que la protagonista está en un tipo de alucinación fatal.

Ahora, la mención del haba de calabar, sí, esta, al contrario de la belladona, permite la sudoración excesiva, pero es igualmente un veneno y no la fórmula mágica para solucionar una intoxicación, antes la empeora. No entiendo por qué la autora la menciona como un remedio para el veneno y, aunque en un indicio pensé que era por el hecho de que en algunos jardines victorianos se plantaban plantas exóticas de este tipo, no se logra conjugar el hecho de que una planta del África tropical se encuentre en el texto

A pesar de ello, y dado que es un libro de fantasía, que reitero suele dar licencias tan enormes como estas, lo pasé por alto en cierto modo, pero ojo, para las personas que leen y creen a pies juntillas lo que se dice en los textos, es mejor investigar un poco y darle un contexto y no tragar entero. De resto, se puede decir que es un texto disfrutable que nos permite zambullirnos en un mundo intrigante donde la fiesta y el baile se mezclan con el humor negro de la sangre y el asesinato.



Apartados 

- Muerte había encontrado la manera de adentrarse en la casa solariega de Foxglove. Signa podía sentirlo a su alrededor como a una mosca que se ha acercado demasiado. Muerte era un zumbido sobre su piel que le erizaba el vello del cuello. Su presencia calmaba a Signa; la sosegaba el frío que florecía con su cercanía.

Muerte era asfixiante. Era hielo. Y aun así, cuando llegó para llevarse a Signa, que estaba llena y sosegada por la leche envenenada de su madre, el bebé bostezó y se acurrucó contra el roce de las sombras de Muerte.

Muerte retrocedió y replegó sus sombras. De nuevo, intentó llevarse a la niña, pero al rozarla no vio instantes de la vida que aquella joven criatura había tenido, sino algo que no había visto hasta entonces: destellos de su futuro. Un futuro brillante e imposible. Con su tacto no podía matar al bebé alrededor del cual daba vueltas. Se sentía igual de confundido por ella que fascinado por lo que había visto.

Se dice que solo hacen falta cinco bayas de belladona para matar a alguien. Cinco bayas dulces, nada más, de la planta a la boca. O, como prefería Signa Farrow, machacadas y en una infusión de té.

- —Preferiría que no me invocaras cada vez que te diera la gana. —Su voz no era lo que Signa esperaba. No era como el hielo ni la grava, sino como el sonido del agua en una pradera deslizándose por su piel e invitándola a que se diera un baño a medianoche—. ¿Sabes? Soy un hombre ocupado.

- —No digas mi nombre —le dijo—. En boca de la muerte, suena como una maldición.   Muerte se rio. Fue un sonido bajo y melódico. Sus sombras se retorcían.—Tu nombre no es ninguna maldición, pajarito. Me gusta el sabor que tiene.

- (...) la muerte solo es un alivio para los muertos, señor Thorly. Poco le importan quienes se quedan atrás.

-—Venga, Signa. Solo los muertos duermen hasta estas horas —dijo Marjorie entre suspiros mientras seguía de cerca a la modista—. El señor no permitirá que vayas por ahí con la misma pinta que la parca. Ya va siendo hora de que añadamos algo de color a tu armario y te preparemos para la temporada.

- Signa echó una ojeada a las cuadras mientras iba de puntillas por la caballeriza, rodeada de caballos que estiraban el cuello hacia ella en un intento por llamarle la atención. Uno de ellos llegó a darle un mordisco en el hombro, y Signa dio un paso atrás para propinarle un golpecito en la nariz.

    —¡Nada de eso! —le reprimió, alisándose el hombro del vestido—. Ponerse sobón con una mujer no es manera de llamarle la atención.

    El caballo soltó un bufido, indignado. Era más pequeño que los otros, aunque no parecía ser más joven. Mientras que los otros tenían un pelaje reluciente, el suyo era de un color marrón apagado, como el caramelo quemado. En comparación con el resto, era larguirucho y extraño.

    —Pero bueno —dijo Signa con las manos sobre las caderas observándolo—, menudo tontorrón.

- Sylas Thorly, el hombre que había atemorizado a Signa durante un día entero con sus excentricidades, le tenía cariño a un caballo curioso y a un gran sabueso que parecía ser medio lobo. No lo habría adivinado jamás.

- La mayoría de la gente teme a la muerte. La temen durante toda su vida, aunque no llegan a verme hasta el último aliento. Por supuesto, hay unos cuantos humanos que tienen mejor ojo. Son los que se pasan la vida intentando cubrir el espacio entre los vivos y los muertos, y que vislumbran algo tras el velo. Pero cuando me planto ante ellos, hasta ellos son lo bastante sensatos como para temerme. Aun así, tú me has llamado una y otra vez. Me has cuestionado. Incluso has llegado a cometer un intento de asesinato.

-  Ya había visto a espíritus interactuando con animales, pero siempre tuvo la sensación de que Muerte estaba un paso más allá. Como alguien que ni siquiera debería ser real. 

—Todos los animales pueden verme —dijo Muerte dando golpecitos al sabueso en la cabeza.

- El dinero siempre fue lo que la gente quería de Signa, y si con aquello iba a conseguir la ayuda de Sylas, que así fuera.

Me importa porque tú eres mejor que todo eso. No has venido aquí para ser dócil ni insuficiente. Si aceptaras quién eres, imagina el poder que tendrías. Imagina las cosas que podrías hacer.

Debería temblar ante Muerte. Debería tener miedo. Pero cuanto más tiempo pasaba con él, más empezaba a desvanecerse aquel miedo y, en su ausencia, surgía la curiosidad. No odiaba a Muerte, la verdad era que no. En menuda tonta la convertía aquello, ¡Dios!

- Tuviste un tío que te ignoraba, que robaba dinero de tu fortuna y te dejaba encerrada en una habitación para poder llevarse a todo el pueblo a su cama. Tuviste una tía que abusó de ti, y otro tutor a quien nunca debiste conocer porque no se le podía dejar solo con chicas jóvenes, Signa. ¿Y la que murió en la bañera? Tenía un plan para que te casaras con el hijo de una amiga suya, para que pudiera quedarse con tu fortuna y las ayudara a conseguir riqueza.

Muerte era el transportador de almas. No era un demonio ni un monstruo, sino quien guiaba a los espíritus rebeldes. Signa había visto la manera en que se aferraban a él y en la que lo buscaban con ilusión. Y para quienes le tenían miedo… Bueno, en algún lugar tuvo que aprender a ser suave.

- No cambies lo que te gusta de ti para que los demás se sientan cómodos. No intentes amoldarte para encajar en los estándares que han establecido otras personas para nosotras. Esas son las normas para llevar esta máscara.

- Everett Wakefield estaba cerca del frente de la multitud. Sonrió ligeramente y con confusión al ver a Signa, ya que se había perdido el último vals con él. Signa desvió su atención detestándose a sí misma. Era un hombre bueno, pero con el roce de Muerte sobre sus labios, daba igual lo bueno que fuera. Muerte era su veneno, y lo único que quería Signa era consumir más.

- No era Muerte, el asesino, quien permanecía frente a ella. No era el demonio que se había imaginado en la cabeza y al que se había pasado demasiados años odiando. Era el hombre que llevaba a las almas inocentes al más allá. Era Muerte, cuyos poderes compartía, quien la entendía mejor de lo que nadie podría hacerlo jamás. Estaba cansada de huir de él.

Tienen muchas ganas de ir al otro lado, y viajar es más sencillo siendo un alma. A los espíritus les pesan las emociones y los recuerdos a los que se aferran. Los espíritus permanecen, las almas pasan al otro lado.

Estamos jugando con Destino, alguien con quien no se debe jugar. No me vuelvas a pedir que le quite la vida a alguien que aún no está listo para que se lo lleven.

- Creo que siempre he sido tuya, Muerte. A ti te hicieron para mí, así que quizás a mí me hayan hecho para ti. Quiero sentirme como me siento cuando estoy a tu lado, siempre. Quiero sentirme como me siento cuando me tocas.

- Era el fuego de las estrellas, el deslumbrar de la luna; la oscuridad de las sombras y la caricia del viento contra la piel de Signa mientras la oscuridad la tomaba como si fuera el mejor vino.

- —La vida humana es algo precioso —dijo—. Vosotros, los humanos… Vosotros sentís. Sentís las cosas con tanta intensidad que eso os consume. Hubo algunos humanos por quienes velé, pero parpadeaba y tenían cincuenta, sesenta años. Y entonces llegaba la hora de que nos encontráramos. Durante mucho tiempo me compadecí de ellos por lo cortas que eran sus vidas. Y debo admitir, Signa, que me he vuelto más insensible con la edad. Pero también he llegado a admirar a los humanos. Tienen tan poco tiempo para experimentar sus vidas que deben sentir las cosas con esa intensidad. Deben experimentar en una sola vida cosas que a mí me han llevado una eternidad.

-  No estás maldita, eres una parca. Eres la noche en persona, la portadora de almas. Eres el puente entre los vivos y los muertos, un pájaro enjaulado que está listo para salir volando. Así que despliega tus alas, Signa Farrow, porque no tienes límites. Despliega tus alas y verás cómo volaremos.

Ella iba a ser la soberana de la noche. La portadora de muerte. Una parca. Y empezaría su reinado en ese momento.

- En una ocasión, Muerte le dijo que los destinos de las personas estaban predeterminados, y Signa se preguntó si tal vez por fin estaría mirando al suyo a la cara. Llevaba tanto tiempo resistiéndose, tanto tiempo luchando contra esa parte suya… Y estaba agotadísima. Estaba cansada de fingir. De hacerse pasar por otra que no era mientras huía de todo lo que la hacía sentir bien y completa. Estaba cansada de las preguntas, los rompecabezas y las suposiciones.

Quería, simplemente, existir.

 Ahora sabía quién era, y ya no se iba a esconder. Era una parca, era Muerte, y aquella oscuridad era su hogar. Él era su hogar.

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