Graceling: los siete reinos I - Kristin Cashore

Graceling: los siete reinos I  | Kristin Cashore

Sinopsis

Hay gente en estas tierras que tiene poderes extraordinarios a los que llamamos gracias. Una gracia puede tener un valor infinito o puede ser totalmente inútil. Una gracia puede hacer que alguien sea veloz como el viento, o que sea capaz de predecir el tiempo, mientras que otras sólo harán que hables al revés o te subas a los árboles. Mi nombre es Katsa. Soy un instrumento que mi Rey utiliza para castigar a sus enemigos. Mi gracia es matar. 

Crítica

Graceling es la obra prima de Kristin Cashore y, como toda primera obra, ofrece perspectivas frescas sobre una temática que oscila entre lo medieval y lo fantástico. A través de una línea en particular, la historia nos recuerda a los dones o gracias griegos, aunque estos suelen ser menos espectaculares y, en el caso del personaje principal, se manifiestan como un don que es más una maldición. ¿A qué les suena esto? Sin duda, toda inspiración tiene un origen, y esto no se puede negar en el mundo de la literatura, donde todo es caldo de cultivo para que surja una nueva historia.

Lo verdaderamente atrapante del libro no son solo los dones que comparten aquellos humanos Gracelings tocados por algún poder, ni su descabellado aspecto físico, sino que el personaje principal es una mujer de armas tomar, o al menos así se percibe en los primeros capítulos. Sin embargo, lentamente e inconfundiblemente, se va desdibujando, porque, a pesar de que Katsa de Terramedia se nos presenta como uno de esos personajes femeninos que abundan hoy en día —fuertes, pero a la vez trágicos y con ideales tan sólidos como los muros. de un castillo—, su carácter tambalea y se desvanece cuando, de repente, la autora decide introducir una pincelada romántica en la historia. En este giro, todo personaje femenino parece caer en las garras de un príncipe encantador, como si estuviésemos leyendo un libro de romántica más. No me malinterpreten; El personaje de Po es, sin duda, mucho más estructurado que Katsa. Sin embargo, la interacción entre ambos se siente forzada, al igual que la escena de sexo, que, dicho sea de paso, la autora podría haberse ahorrado.

En cuanto al personaje de Katsa, hay un aspecto que no logra encajar en la historia y que llama poderosamente la atención: su actitud hacia el matrimonio y los compromisos. Estamos hablando de un personaje inmerso en un mundo medieval. Está bien no apegarse estrictamente a hechos históricos en una narrativa fantástica, pero la afirmación de "no me quiero casar ni tener hijos, pero me parece bien tener amantes" resulta incongruente y se convierte en un arma de doble filo que, en definitiva, limita. la historia.

Siguiendo con los personajes, muchos de ellos tienen nombres peculiares que parecen un trabalenguas. Algunos no terminan de encajar y resultan un desastre para el hilo conductor, como la princesa Gramilla, que, más que una niña de diez años, parece una adulta atrapada en el cuerpo de una pequeña. También está el rey Leck, un antagonista bastante extraño cuya aparición en el libro es más bien pasajera y poco impactante.

Extrañamente, el libro presenta personajes secundarios y terciarios que sí valen la pena, como Raffin o los hermanos de Po, quienes son mucho más interesantes y logran captar la atención del lector una vez son introducidos en la narrativa. Esto plantea la cuestión de si la traducción ha jugado una mala pasada al libro o si es simplemente una decisión de la autora.

Algo particular, alejándonos un poco del tema de los personajes, es que el libro ha sido editado en dos ocasiones: una por Roca Editorial, que ofrece una traducción que deja mucho que desear, y otra por Puck, con una presentación mucho más llamativa. aunque su calidad de traducción y proceso editorial sigue siendo una incógnita. Sin embargo, se puede afirmar que ha mejorado bastante en la parte estética, aunque no en la calidad del papel.

En cuanto al contenido del libro, la cadencia de la narración en algunos capítulos se vuelve cansina, especialmente durante los viajes de Po y Katsa, que se tornan repetitivos y no revelan pistas importantes ni ofrecen planos frescos del mundo en el que habitan, salvo, quizás, cuando se menciona el nombre del burgo. Es una pena, porque si la autora hubiera investigado un poco más, podría haber enriquecido ese mundo medieval que tanto atrae a los lectores voraces de fantasía hoy en día. Además, habría creado el ambiente perfecto para desarrollar la idea del "consejo", un filón bastante rico que se dejó a medias en la historia.

A pesar de todo ello, se puede decir que es un libro que se lee rápido y es disfrutable hasta cierto punto. Aunque no es una obra maestra de su género, puede ser un aliado ideal para los tiempos muertos en el trabajo o entre clases. En cuanto a seguir con la saga, podemos afirmar que, con la conclusión que la autora ofrece en el primer libro, no parece haber más tela que cortar, aunque habrá que ver con qué nos sorprende la autora.





Apartados

-[90] -Po. ¿Te llama así todo el mundo?

- Mis hermanos me lo pusieron cuando era pequeño. El Po es un árbol de Lenidia al que, en otoño, se le ponen las hojas plateadas y doradas. Supongo que el mote era inevitable. 

-[119] Se le hizo un nudo en la garganta al oír que le daba las gracias otra vez, después de haber realizado una amenaza tan brutal. Pensó que, cuando se es un monstruo, la gente te hace cumplidos y te da las gracias por no comportarse como tal. Le gustaría que refrenar la crueldad no le reportara la admiración de los demás. 

-[120] Ella conocía bien su propia naturaleza. La reconocería si se encontraran cara a cara: un monstruo con un ojo azul y otro verde; una bestia feroz, lobuna, que gruñiría amenazadoramente y acometería incluso contra amigos empujada por una furia incontrolable, una asesina que actuaría como canal conductor de la ira del rey. 

-[135] Ella, que había hecho daño a tanta gente con su gracia y, a causa de ésta, había sido humillada y denigrada. Ella, que todavía se debatía para controlar su don, en vez de que sucediera a la inversa. Ella, que como él, nunca deseó el poder que le otorgaba. 


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