Las hijas de la criada - Sonsoles Ónega

  

Las hijas de la criada 
| Sonsoles Ónega


Sinopsis

Una noche de febrero de 1900, recién estrenado el siglo XX, en el pazo de Espíritu Santo llegan al mundo dos niñas, Clara y Catalina, cuyos destinos ya estaban escritos. Sin embargo, una venganza inesperada sacudirá para siempre sus vidas y las de todos los Valdés.
Doña Inés, matriarca de la saga y fiel esposa de don Gustavo, deberá sobrevivir al desamor, al dolor del abandono y a las luchas de poder hasta convertir a su verdadera hija en heredera de todo un imperio, en una época en la que a las mujeres no se les permitía ser dueñas de sus vidas.

Crítica  


Las hijas de la criada es un libro galardonado con el Premio Planeta 2023 y, sin dicho reconocimiento, tal vez habría pasado desapercibido, ya que el nombre de la autora, al menos para nosotras, es desconocido. Esto hace que, al principio, pareciera una apuesta arriesgada, especialmente en un contexto en el que los galardones literarios han perdido parte de su peso. En la actualidad, debido a la feroz competencia entre las editoriales por ganar lectores, muchos premios se otorgan a historias que parecen deslucidas, elegidas más por la fama de sus autores o el respaldo de grandes estrategias de marketing que por su verdadero valor literario.

A pesar de las múltiples especulaciones en las que nos podemos pasar horas hablando, si adoptamos una postura más objetiva respecto a la obra, vemos que la autora ha optado por escribir una novela de entretenimiento dirigida a un amplio público. En ella se encuentran algunos tintes feministas, que, aunque en la actualidad están muy presentes en el debate sobre la equidad de género y el reconocimiento femenino, no dejan de ser una apuesta segura en un panorama literario en el que estos temas están en boga.

El conflicto central que impulsa la trama de Las hijas de la criada se nos presenta desde las primeras páginas: el patriarca de una acomodada familia deja embarazada a la guardesa del pazo, quien da a luz a una niña la misma noche en que su esposa da a luz a la suya. La criada decide intercambiar a las recién nacidas, con la intención de ofrecerle a su hija una vida mejor. Este punto de partida, aunque intrigante, se convierte rápidamente en el pretexto para explorar las vidas entrelazadas de dos mujeres y las complejas realidades históricas que marcan sus destinos. A partir de este giro inicial, la autora se adentra en la construcción de los personajes y en los relatos paralelos de sus vidas, situados en el contexto de los convulsos sucesos que sacuden el siglo XX, tanto en España como en Cuba.

A lo largo de la novela, la autora aborda una serie de temas como la lucha de clases, la desigualdad social, y la condición femenina, pero lo hace principalmente a través de los personajes, en su mayoría femeninos, a los que presenta con una notable fuerza. Sin embargo, el tratamiento de la masculinidad contrasta de manera notoria, pues los hombres en la historia son frecuentemente descritos como cobardes, egoístas o incluso miserables. Esta polarización entre la fuerza femenina y la debilidad masculina se convierte en uno de los aspectos más llamativos de la obra, aunque también uno de los más problemáticos. Si bien la autora busca destacar el empoderamiento de sus personajes femeninos, en ocasiones cae en un enfoque un tanto unilateral, que deja de lado la complejidad del ser humano. La narrativa parece sugerir que la fortaleza de las mujeres está en su capacidad de resistir y superar, pero al mismo tiempo, esta visión podría considerarse reductora, ya que no se profundiza en las sombras que habitan en ellas, ni en la riqueza de las contradicciones humanas que configuran a cada individuo.

Además, la novela presenta ciertos estereotipos que resultan incómodos, especialmente cuando se trata de las relaciones entre mujeres de diferentes clases sociales. La autora, en su afán por subrayar la fuerza femenina, cae en una representación algo simplista: las mujeres de clase alta son retratadas como inteligentes, capaces y decididas, mientras que las mujeres de clase baja parecen dominar por el resentimiento, la envidia y la maldad. Esta división tan tajante, que relega a las mujeres de la clase baja a un papel negativo y casi caricaturesco, puede resultar chocante e incluso superficial. La falta de matices en esta caracterización da la impresión de que la autora no logra abarcar la complejidad de las relaciones femeninas, ni la diversidad de experiencias que se viven en distintos estratos sociales.

Más allá de la crítica de género, Las hijas de la criada ofrece una serie de elementos que, sin ser especialmente innovadores, garantizan una lectura entretenida. El lector se encontrará con un desfile de desdichas familiares, amores contrariados, muertes, fracasos y éxitos empresariales, naufragios, matrimonios convenidos y viajes. Estos ingredientes conforman una narrativa ágil, que avanza a buen ritmo y mantiene el interés, aunque a veces flaquea en profundidad. De hecho, la obra transita rápidamente a lo largo de varias décadas, lo que impide una mayor profundización en los personajes o en los eventos históricos que los rodean. Si bien esto hace que la lectura sea fluida y accesible, también limita el impacto emocional de la historia, que se queda en la superficie de las emociones y los conflictos, sin llegar a explorar su verdadero peso o trascendencia.

Es precisamente esta característica lo que puede hacer que Las hijas de la criada conecte de manera efectiva con ciertos lectores. En su estilo, que no pretende ser demasiado profundo ni filosófico, la obra evoca en ocasiones las historias que nuestras abuelas podrían haber compartido: relatos de amor y lucha, de sacrificios y desengaños, de mujeres que, como las protagonistas, enfrentaron destinos difíciles pero, en ocasiones, sorprendentes. Es esta sensación de familiaridad lo que, quizás, le ha tocado alguna fibra sensible a muchas lectoras como fue el caso nuestro, y ha llevado a que el libro sea bien recibido a pesar de sus limitaciones.

Si buscas una novela ligera, que te atrape sin pretensiones de ofrecer un análisis profundo, Las hijas de la criada es una opción adecuada. Si investigamos un poco sobre la autora, descubrimos que su especialidad son precisamente los relatos de este tipo: grandes culebrones familiares, que exploran las emociones humanas a través de situaciones extremas, pero sin perder de vista la accesibilidad y el entretenimiento. En este sentido, el libro cumple con su cometido, pero no esperes una obra trascendental ni una reflexión profunda sobre los temas que aborda. Si te gustan los relatos que mantienen un ritmo constante, con giros emocionales y personajes que evolucionan dentro de un marco histórico turbulento, esta es una novela que te acompañará durante algunas tardes de lectura. La puntuación final, por tanto, se queda en cuatro estrellas, más por el disfrute de la trama que por la profundidad de sus planteamientos.

 



Frases 

-[68] La historia del hombre es la historia de sus amores. Gustavo Valdés trajo la enseñanza de Cuba. Pero no aprendió que en los yerros del amor arden los dos: hombres y mujeres.

-[68] La tierra no tenía la magia del mar, pero sí sus reglas. No bramaba como la marea enfurecida, pero decía mucho desde su silencio.

-[69]  << Ay , porque los cuerpos son débiles, frágiles  las voluntades. Porque pecar es humano. Porque el hombre no es santo>>

-[160] La gran guerra terminaría porque no hay guerra que cien años dure, pero sí hay amores que atraviesan toda una vida.

-[170]  - Los pobres somos estúpidos. Por eso somos pobres.

-¿ Porqué dices eso? - Frunció el ceño.
- Nos matamos entre nosotros, en vez de ayudarnos a vivir mejor...
- Gracias, señora.
- Nunca des las gracias a quien te quiera porque entonces no merecerás que lo haga.
-¿Se refiere a Clara?
- A Clara me refiero, sí. Ahora es una mujer hecha y derecha. Yo la he visto crecer. Devora los libros de esa biblioteca- Señalo las baldas con un geste de barbilla - Es una lástima que no pueda enviarla a la universidad como a mis hijos.
- ¿Y por qué no lo hace?
- Su madre no lo permitiría y su padre prefiere beberse los cuartos que la muchacha gana en la fábrica. Pero Clara sabe más que todos nosotros. ¿Y sabe por qué?
- ¿Por qué?- preguntó atónito el cura.
- Porque no ha tenido infancia y ha comido mierda toda su vida- 
(...) - Quiero decir que esa jovencita ha pasado mucha hambre. Y sólo por eso hará lo que esté en su mano para luchar contra su destino.
- No te acostumbres a la felicidad, hijo mío, porque es una rareza en esta vida.
Que no hay gloria sin dolor.
Que no hay fortuna sin sufrimiento.
Ni tiempo para el amor.
Doña Inés se emocionó al pronunciar aquellas palabras que la situaron en los años felices al lado de don Gustavo Valdés.
Cuando un galego di que morre, morre.

-[170] - Yo te quiero- susurró doña Inés.

-[180] En enero de ese año acababa de cumplir diecinueve años, pero no eran los suficientes para tomar decisiones. Alguna vez había pensado viajar a Madrid o Santiago de Compostela para buscar un trabajo bien remunerado que le permitiera estudiar en la Escuela de Artes y Oficios. Enseguida desechaba la idea porque no podía abandonar a su madre, por quien no sentía amor, sólo miedo. Reconocerlo le dolía más que cien latigazos, pero aceptarlo, aunque le costó lo suyo, la hacía libre. Por su padre Domingo, no sentía nada.

-[184] Se acordó de la carta dirigida a ella y se le revolvieron los líquidos del estómago. Aún era demasiado pronto y Clara demasiado joven para saber que la verdad siempre vence a la mentira, aunque haya quien empeñe su vida en ocultarla.

Siguió pensado y pensó si Limita y María Elena, a las que nunca había oído hablar de hombres, habían conocido el amor. Supuso que por su condición de criadas sólo podrían dar con hombres como su padre Domingo. Era lo que le tocaba sin remedio ni posibilidad de torcer el destino. Las desgraciadas llamaban las desgracias como el dinero llamaba el dinero.

-[184 - 185] ... Entonces, se puso en pie,  y, creyendo que no podría querer  a nadie en todos los días de su vida, volvió al pazo,  sacudida por la pena. Aquel día aprendió que los hombres tienen la carne débil y que el amor nunca puede ejercerse como un oficio.

-[195] -Déjame terminar. Barba Peláez sí tiene razón en una cosa: el ser humano es cobarde. - Alzó el dedo índice hacia el cielo - Por eso es tan difícil  encontrar a alguien que se plante ante el enemigo. Vosotros lo habéis hecho.

-[199] - No me mire así, padre. La hija de la Renata tiene una inteligencia fuera de lo normal.

-[202] La señora Valdés se quedó con ganas de preguntarle por Cuba  y por sus negocios, y de contarle cómo pasaron la gripe, cómo contaron sus muertos, cómo enterraron a Isabela. No lo hizo porque cualquier lamento podría entenderse como una muestra de debilidad y, si algo había aprendido doña Inés desde que volvió de Cuba, era que podía ser más fuerte que una legión de gigantes y que por sus venas corría sangre con el ancestral coraje de las mujeres de su familia que la habían precedido en el sacrificio de la vida.Lástima que no hubiera  conocido a su abuela.

-[214] A medida tarde, las criadas llevaron a Leopoldito a La Deslumbrante. El niño, que de aquella estaba punto de cumplir trece años, siempre recordaría el consejo que su madre le susurró al oído.

-[221] Tardaría años en levantar el imperio y sólo con su capital no habría bastado. La Deslumbrante se iba a llevar sus días enteros, sus noches en vela, sus veranos sin tregua. Nadie lo supo mejor que las criadas del pazo, que la veían llegar a medianoche, y Clara, que aprendió tres cosas: 

-[230]  - El amor no tiene normas. Al amor hay que dejarlo crecer. Y cuidarlo como una porcelana.

-[231]  << La vida es rígida como el hierro, no se deja torcer con facilidad y rara vez podemos cambiar nuestro destino, salvo contumaz obstinación>>. Aquel último pensamiento no lo pronunció porque Clarita no iba a entenderlo.

-[231] - Pero te diré algo. Eres una joven con el futuro a tus pies. Podrás ser lo que te propongas. No encontrarás más obstáculos que los que conlleva  la propia existencia.Deja que el amor crezca. Hazme caso. Nunca te arrepentirás de haber amado.

-[243]  << Después del amor- escribió- sólo hay palabras>>

-[278]  Las obreras de la fábrica le decían: << No pienses en Celsiño. Cuando más pienses en él peor>>, pero ella no quería olvidarlo porque los olvidados, como bien le habían dicho doña Inés, acaban muertos de verdad.

-[374]  Catalina luchó contra su verdad para ser feliz, pero ni la distancia que la separaba de España consiguió pacificarla. El olvido no es un chasquido de dedos ni un truco de magia. El olvido no es una estación de tren ni un destino final. Y por mucho que Catalina lo intentara, llegaría el día en que no querría siquiera llevar su apellido.

-[381]  No hay nada peor que convencer a un vivo que se quiere morir de que no se muera.

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