Las hijas de la criada - Sonsoles Ónega
Las hijas de la criada
| Sonsoles Ónega
Sinopsis
Doña Inés, matriarca de la saga y fiel esposa de don Gustavo, deberá sobrevivir al desamor, al dolor del abandono y a las luchas de poder hasta convertir a su verdadera hija en heredera de todo un imperio, en una época en la que a las mujeres no se les permitía ser dueñas de sus vidas.
Crítica

Frases
-[68] La historia del hombre es la historia de sus amores. Gustavo Valdés trajo la enseñanza de Cuba. Pero no aprendió que en los yerros del amor arden los dos: hombres y mujeres.
-[68] La tierra no tenía la magia del mar, pero sí sus reglas. No bramaba como la marea enfurecida, pero decía mucho desde su silencio.
-[69] << Ay , porque los cuerpos son débiles, frágiles las voluntades. Porque pecar es humano. Porque el hombre no es santo>>
-[160] La gran guerra terminaría porque no hay guerra que cien años dure, pero sí hay amores que atraviesan toda una vida.
-[170] - Los pobres somos estúpidos. Por eso somos pobres.
-¿ Porqué dices eso? - Frunció el ceño.
- Nos matamos entre nosotros, en vez de ayudarnos a vivir mejor...
- Gracias, señora.
- Nunca des las gracias a quien te quiera porque entonces no merecerás que lo haga.
-¿Se refiere a Clara?
- A Clara me refiero, sí. Ahora es una mujer hecha y derecha. Yo la he visto crecer. Devora los libros de esa biblioteca- Señalo las baldas con un geste de barbilla - Es una lástima que no pueda enviarla a la universidad como a mis hijos.
- ¿Y por qué no lo hace?
- Su madre no lo permitiría y su padre prefiere beberse los cuartos que la muchacha gana en la fábrica. Pero Clara sabe más que todos nosotros. ¿Y sabe por qué?
- ¿Por qué?- preguntó atónito el cura.
- Porque no ha tenido infancia y ha comido mierda toda su vida-
(...) - Quiero decir que esa jovencita ha pasado mucha hambre. Y sólo por eso hará lo que esté en su mano para luchar contra su destino.
- No te acostumbres a la felicidad, hijo mío, porque es una rareza en esta vida.
Que no hay gloria sin dolor.
Que no hay fortuna sin sufrimiento.
Ni tiempo para el amor.
Doña Inés se emocionó al pronunciar aquellas palabras que la situaron en los años felices al lado de don Gustavo Valdés.
Cuando un galego di que morre, morre.
-[170] - Yo te quiero- susurró doña Inés.
-[180] En enero de ese año acababa de cumplir diecinueve años, pero no eran los suficientes para tomar decisiones. Alguna vez había pensado viajar a Madrid o Santiago de Compostela para buscar un trabajo bien remunerado que le permitiera estudiar en la Escuela de Artes y Oficios. Enseguida desechaba la idea porque no podía abandonar a su madre, por quien no sentía amor, sólo miedo. Reconocerlo le dolía más que cien latigazos, pero aceptarlo, aunque le costó lo suyo, la hacía libre. Por su padre Domingo, no sentía nada.
-[184] Se acordó de la carta dirigida a ella y se le revolvieron los líquidos del estómago. Aún era demasiado pronto y Clara demasiado joven para saber que la verdad siempre vence a la mentira, aunque haya quien empeñe su vida en ocultarla.
Siguió pensado y pensó si Limita y María Elena, a las que nunca había oído hablar de hombres, habían conocido el amor. Supuso que por su condición de criadas sólo podrían dar con hombres como su padre Domingo. Era lo que le tocaba sin remedio ni posibilidad de torcer el destino. Las desgraciadas llamaban las desgracias como el dinero llamaba el dinero.
-[184 - 185] ... Entonces, se puso en pie, y, creyendo que no podría querer a nadie en todos los días de su vida, volvió al pazo, sacudida por la pena. Aquel día aprendió que los hombres tienen la carne débil y que el amor nunca puede ejercerse como un oficio.
-[195] -Déjame terminar. Barba Peláez sí tiene razón en una cosa: el ser humano es cobarde. - Alzó el dedo índice hacia el cielo - Por eso es tan difícil encontrar a alguien que se plante ante el enemigo. Vosotros lo habéis hecho.
-[199] - No me mire así, padre. La hija de la Renata tiene una inteligencia fuera de lo normal.
-[202] La señora Valdés se quedó con ganas de preguntarle por Cuba y por sus negocios, y de contarle cómo pasaron la gripe, cómo contaron sus muertos, cómo enterraron a Isabela. No lo hizo porque cualquier lamento podría entenderse como una muestra de debilidad y, si algo había aprendido doña Inés desde que volvió de Cuba, era que podía ser más fuerte que una legión de gigantes y que por sus venas corría sangre con el ancestral coraje de las mujeres de su familia que la habían precedido en el sacrificio de la vida.Lástima que no hubiera conocido a su abuela.
-[214] A medida tarde, las criadas llevaron a Leopoldito a La Deslumbrante. El niño, que de aquella estaba punto de cumplir trece años, siempre recordaría el consejo que su madre le susurró al oído.
-[221] Tardaría años en levantar el imperio y sólo con su capital no habría bastado. La Deslumbrante se iba a llevar sus días enteros, sus noches en vela, sus veranos sin tregua. Nadie lo supo mejor que las criadas del pazo, que la veían llegar a medianoche, y Clara, que aprendió tres cosas:
-[230] - El amor no tiene normas. Al amor hay que dejarlo crecer. Y cuidarlo como una porcelana.
-[231] << La vida es rígida como el hierro, no se deja torcer con facilidad y rara vez podemos cambiar nuestro destino, salvo contumaz obstinación>>. Aquel último pensamiento no lo pronunció porque Clarita no iba a entenderlo.
-[231] - Pero te diré algo. Eres una joven con el futuro a tus pies. Podrás ser lo que te propongas. No encontrarás más obstáculos que los que conlleva la propia existencia.Deja que el amor crezca. Hazme caso. Nunca te arrepentirás de haber amado.
-[243] << Después del amor- escribió- sólo hay palabras>>
-[278] Las obreras de la fábrica le decían: << No pienses en Celsiño. Cuando más pienses en él peor>>, pero ella no quería olvidarlo porque los olvidados, como bien le habían dicho doña Inés, acaban muertos de verdad.
-[374] Catalina luchó contra su verdad para ser feliz, pero ni la distancia que la separaba de España consiguió pacificarla. El olvido no es un chasquido de dedos ni un truco de magia. El olvido no es una estación de tren ni un destino final. Y por mucho que Catalina lo intentara, llegaría el día en que no querría siquiera llevar su apellido.
-[381] No hay nada peor que convencer a un vivo que se quiere morir de que no se muera.
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