Noviembre 1942. Una historia intima del momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial - Peter Englund
Noviembre 1942. Una historia intima del momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial | Peter Englund
Sinopsis
A primeros de noviembre de 1942, parecía que las potencias del Eje todavía podían ganar la Segunda Guerra Mundial; antes de terminar ese mes era obviamente una cuestión de tiempo que fueran derrotadas. Entremedias había pasado el-Alamein, Guadalcanal, los desembarcos aliados en el norte de África, la retirada japonesa de Nueva Guinea y el avance soviético que rodeaba el Sexto Ejército alemán en Stalingrado. Puede que hayan sido los treinta días más importantes del siglo XX. En esta innovadora y fascinante obra, el sueco Peter Englund ha concentrado un momento histórico clave en su componente fundamenta: la experiencia humana.
Crítica
Aventurarse en acontecimientos que pueden sobrepasar cualquier intento de meditación profunda o leve es siempre la pasión del ser humano, no importa que hayan pasado centurias o lo titánico de la tarea; es por decirlo de algún modo, una forma de auto búsqueda y curiosidad que comparte cualquier persona desde América hasta Oceanía, es inherente a cualquier credo, creencia política o gusto personal. Siempre volvemos sobre nuestros pasos para rastrear ese pasado que, como Ícaro, queremos alcanzar con ambas manos.
La Segunda Guerra Mundial es quizá uno de los temas más estudiados por los historiadores, y le aseguro que si pasa por una librería verá en su escaparate algún tomo que trata sobre la temática, y si entra a preguntar al dependiente podría llenar bolsas y bolsas de libros que hablan sobre múltiples aristas de la guerra; sin embargo, hoy en día cuando nos inunda tanta información sobre este acontecimiento que partió la humanidad en dos de la manera más literal, podemos aseverar que nos rodea un ruido sordo que nos hace incomprensible sentir cierta simpatía o tolerancia hacia estos temas que no apuntan a la agenda generacional de nuestra época.
Hay algunos -unos pocos- que aún alzan la voz entre la multitud, intentando contar su historia, aquellos que vivieron estos acontecimientos, y de los cuales van desapareciendo detrás del velo del anonimato o de unas cuantas palabras bien escritas para una editorial, obituario o lápida, elijan ustedes, pero que responden a una pregunta que me hicieron una vez y con la que me quedé perplejamente preocupada: "¿por qué escriben tanto sobre la Segunda Guerra Mundial?"
Intentemos a través de esta crítica responder a este interrogante, culmen de una sociedad que ha olvidado la sangre derramada de muchos y el sacrificio de unos pocos, y es que la voz de aquellos que aún estando muertos se eleva a través de páginas amarillentas y quebradizas, y son traídas por algunos estudiosos, para no olvidar, para ser resilientes. Una palabra muy de moda hoy en día, pero cuyo significado pocos entendemos, y que si somos un poco más avispados podemos hacerlo cuando vemos en la tele o escuchamos en la radio, las preocupantes noticias de Asia o Europa, y recordamos que las ascuas de la guerra pueden revivir viejos resquemores.
Noviembre, 1942, al igual que muchos libros sobre el tema, resalta etapas de la guerra, especialmente batallas que abrieron paso a su desenlace. En este caso se destacan varios frentes como El Alemán, Guadalcanal, Stalingrado, entre otros, pero también nos trae hitos históricos como el lanzamiento del primer buque tipo Liberty, el lanzamiento de la película Casablanca o el proyecto Manhattan, pero más que tocar solo los datos, nos trae la desazón, el miedo o la ira plasmada en las palabras de 39 personas que vivieron los acontecimientos de la manera más cruda. Es allí donde se destaca la diferencia de solo contar los hechos de manera informativa a tener retales de conciencia de quienes padecieron la guerra, el hambre y el horror.
Hombres, mujeres y niños se encuentran en estas páginas para narrarnos su experiencia a través de la selección del autor, de lo que fueron sus vidas en ciudades ocupadas o siendo sitio de guerras, pero lo más valioso es que no se centra solo en recordarnos el simple sacrificio, sino también traernos aquellos pequeños instantes valiosos de la cotidianidad de, por ejemplo, un soldado italiano en el frente de guerra africano o un soldado alemán en Stalingrado hasta una ama de casa estadounidense, preocupada por la ración diaria de comida.
Momentos tan íntimos y al mismo tiempo conscientes de que son los sentimientos, por ejemplo, de los soldados-especialmente éstos- los que nos hacen sentir una continuación entre guerras, pues si somos capaces de recordar el sentimiento de muchos de ellos en la Primera Guerra Mundial era de unos muchachos alegres, creyentes en sus ideales que iban a resolver un conflicto como se juega al fútbol, pero que la crudeza de la guerra acaba con esos ideales caballerescos y los convierte en máquinas de matar, después de su primer bautizo de sangre.
Peter Englund logra amalgamar los sentimientos de una época de personajes anónimos como de famosos, en ellos encontraremos personajes conocidos como Albert Camus, Vasily Grossman y los hermanos Scholl, pero también de soldados anónimos como lo sería aún hoy en día Mansur Abdulin o Willy Peter Reese, quien a partir de su cotidianidad nos componen una narración de un mundo que se ha ido a pique y cuyo final es incierto. No es uno de esos cuentos idealistas y francamente alegres de Hollywood o una narración que deja bien parado a ningún ejército —ni siquiera el estadounidense— sino que nos muestra los yerros propios de capitanes y soldados rasos, y claro, en consecuencia, también la muerte y la locura.
En el libro encontramos situaciones dolorosísimas como la de Mun Ockchu, quien es obligada por el hambre a ser una esclava sexual del ejército Nipón, pero también situaciones de tensa calma como la que vive Anne Somerhausen en una Bruselas ocupada por los nazis, y que nos hace conectar no solo con los fusiles, sino también con esa Europa desgarrada por la guerra y con unos estados que han empezado a tambalearse en sus tronos de acero; mientras que la ingenua América entra en la guerra de forma más bien patosa.
1942, es el año que define un cambio en el rumbo de la guerra, es la primera vez que los nazis empiezan a caer como fichas en un tablero de ajedrez, y donde la perspectiva triunfalista del nacionalsocialismo se empieza a resquebrajar después de los primeros triunfos de que unos ejércitos aliados golpeados por la guerra rápida, es en ese momento donde se empieza a corregir el destino de la guerra hacia caminos inesperados y se avizora a un final de las ideologías.
Este libro es quizá uno de los pocos que he leído que intenta explorar el ámbito humano más allá de la simple idea de adherirse a la casuística, es también un grito desesperado por entender al ser humano, sus reacciones y sentimientos de la manera más carnal, y explicar de algún modo y sin predeterminación, la importancia de la participación de las personas en un conflicto que sobrepaso fronteras terrestres y marítimas, y para quien aún se pregunte el porqué escriben tanto sobre la Segunda Guerra Mundial, quizá echarle un vistazo a este libro le dé una respuesta que le convenza sobre la importancia de intentar ser empáticos y entenderse también como resultado del conflicto.
Frases
- [30] "Muerto de cansancio y de frío, anhelante, impotente". Así se van haciendo añicos las noches, y la falta de sueño aporta una capa más al agotamiento que va anestesiando su cuerpo y su alma. Las cosas que hace un año casi lo mataban de susto, hoy apenas le afectan. Más bien es como si una bendita indiferencia hubiese arraigado en él.
-[31] Willy Peter Reese tiene veintiún años, es soldado raso en la 95a División de Infantería alemana, 279° Regimiento, 14a Compañía. Es flacucho y lleva gafas sin patillas, lo cual refuerza un aspecto ya de por sí un tanto tímido. (Además, lee mucho, o escribe, y puesto que ambas ocupaciones requieren luz, suele ser un motivo frecuente de quejas por parte de sus compañeros, que le piden que la apague para que puedan dormir. A veces, lee o escribe con el resplandor de la brasa de un cigarrillo). Tanto el casco como el uniforme dan la impresión de ser una talla más grande de lo que corresponde a su delgado cuerpo. Aún tiene acné juvenil. Sus ojos son duros y vigilantes, y parecen mucho más viejos que su rostro.
-[36] Douglas escribe: es emocionante y asombroso ver a miles de hombres, la mayoría de ellos sin entender demasiado por qué luchan, soportando dificultades, viviendo en un mundo antinatural y peligroso pero no del todo horrible, obligados a matar y morir, y aun así afectados por un sentimiento de compañerismo con los hombres que los matan y a los que matan, puesto que estos soportan y experimentan las mismas cosas. Es completamente ilógico, leer sobre ello no puede transmitir la impresión de haber atravesado el espejo que experimenta cualquier hombre que haya ido a la batalla.
-[38] Los civiles como Úrsula von Kardoff, que viven en una ciudad donde los edificios derruidos por las bombas siguen siendo una excepción, pueden refugiarse en sus vidas privadas y diversiones. Pero es [39] distinto para estos hombres jóvenes en uniforme. Y no es solo la experiencia vivida y el alcohol lo que los empuja a hablar con un tono crítico. También pueden hacerlo porque, en cierto modo, sus cicatrices los protegen, así como sus medallas y su estatus de "luchadores del frente".
-[40] A nadie le gusta el olor de la victoria por la mañana. Sobretodo si dicha victoria tuvo su final cuatro días atrás y hace un calor tropical, tanto de día como de noche.
-[41] Un bosque tropical está cargado de algas verdes, moho y podredumbre. Han tenido que aprender rápidamente a aguzar los sentidos de una forma nueva, por una cuestión de supervivencia. La vista y el oído, por supuesto, pero también el olfato. Porque cuando la noche es oscura como la boca del lobo o cuando la hierba verde es demasiado tupida, a veces pueden oler si hay equipos nuevos de cuero desprenden un vaho peculiar y dulzón. Y los soldados japoneses vivos tienen un olor corporal distinto al de los estadounidenses, eso ya lo han aprendido. No queda claro si es la situación o el terror, pero después de semanas apretujados en estrechas trincheras, muchos incluso han aprendido a distinguir el olor de cada compañero. Lo cual a veces puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
-[46] John Bushby se lo ha quitado de encima como los hombres jóvenes suelen hacerlo, pero también porque eso es lo que se espera que haga. Forma parte de la cultura del Mando de Bombarderos, igual que el beber, la broma, las constantes canciones, el sexo ocasional - ninguna de las fuerzas armadas está tan duramente afectada por las enfermedades de transmisión sexual como las tripulaciones de los bombarderos-, del mismo modo que nunca se presume de condecoraciones, nunca se cuestiona una orden, nunca se muestra el miedo.
-[49] Sí, Caccia Dominioni ya ha visto esto antes. Se trata de un ataque por extenuación, un ataque contra lo material, un ataque de desgaste. Aquí no hay ninguna finura, ninguna táctica inteligente. Solo es cuestión de martillar, martillar y martillar ¿Quién aguantará más tiempo?
-[49] Esto es otro mundo oscuro, estrecho, cerrado, claustrofóbico. Es un mundo dominado por dos sentidos: el olfato y el oído. El olfato, porque el aire está cargado del hedor de cuerpos sin lavar, sudor y comida, mezclado con el olor pegajoso y graso del gasóleo. El oído, porque un submarino sumergido es ciego en todos los sentidos, y del mismo modo que el oído busca compensar la pérdida de la vista en una persona, aquí cualquier sonido que provenga de fuera viene lleno de significado, es objeto de interpretación, miedo o esperanza. Todos guardan silencio, atienden, escuchan, se mueven con cuidado.
-[54] Las películas también se clasifican en seis categorías que se consideran útiles, de distintas maneras, para la edificación del público o para el curso de la guerra. La agencia mencionada ha clasificado el tema de la película en cuestión dentro de la categoría III B (es decir, habla de naciones aliadas, "B" significa que estas están ocupadas con un subtema II C3 ("enemigo-militar").
-[55] Ningún problema. Luz verde. La película se puede estrenar según los planes, esto ocurrirá dentro de dos meses. Entonces habrá pasado casi un año exacto desde que Warner Brothers comprara los derechos de la obra de teatro en la cual se basa la película: Everybody comes to Rick's. No obstante, Hal Willis, el productor de la película, la ha rebautizado con un nombre más corto y, con un poco de suerte, más comercial: Casablanca.
-[56] Lo que ocurre aquí pocas veces genera más que una noticia breve en los periódicos, o ni eso. Los hombres jóvenes se sienten a menudo olvidados. Decenas de miles de soldados finlandeses llevan una existencia anónima, en muchos sentidos, en estos páramos desolados, muy alejados de las vidas aparentemente despreocupadas que hallarían en casa, con escaparates, tranvías, cines, farsas en los teatros, tangos en los restaurantes de baile, cafeterías abiertas de noche, clubs de swing, tardes de debate, conciertos y campeonatos de hándbol, y donde la gente tiene tiempo para preocuparse por cosas que si habrá suficiente bacalao para Navidad.
- [58] A las nueve en punto les abren las puertas a los uniformados. Un hombre entra a ver a Mun Ockchun. Le entrega una tarjeta marrón con una cifra. Ella comprueba que lleva condón consigo. Luego, se tumba en el colchón y separa las piernas. Tiene dieciocho años.
-[62] Los llamados buques Liberty están conformados, en gran parte, por módulos colosales que se producen en otros lugares y después se ensamblan en el astillero, como si fuera todo un kit gigantesco. Otra novedad es que los buques no se construyen con remaches -que son un método más seguro, si bien más complicado-, sino que se sueldan. Soldar no es solo más rápido, sino que como oficio es también más fácil de enseñar y exige menos fuerza física, lo cual significa que también es más fácil conseguir nueva mano de obra. Muchas soldadoras son mujeres, una innovación tremenda y, para algunos, chocante.
-[72] Cada noche, cuando Rajchman mira a su alrededor, faltan caras. La merma es enorme. Los alemanes de las SS y los guardias ucranianos, a menudo borrachos, en sus uniformes negros, disparan a gente cada día, de forma distraída, casi como de pasada, por cualquier violación de las normas, porque alguien parece que ya no se sigue el elevado [73] y despiadado ritmo que rige, o simplemente porque pueden.
-[77] No le preocupa tanto perder su romance, sino perderlo a él. Cuatro días atrás, el joven al que ha estado esperando, Jean Morawiecki, de su misma edad, le contó no sin tormento, en un pasillo de la Sorbona, que piensa huir de la zona ocupada y salir de Francia. Su idea es sumarse luego al ejército de la Francia Libre gaullista. De ser así, puede que no se vean durante un tiempo. Quizá nunca más. Desde entonces, Berr ha estado esperando su confirmación. Y ha albergado esperanzas de encontrarse de nuevo con él.
-[81] No hay casi ninguna sacudida grande de la historia contemporánea que Skriabina no haya visto o vivido en su propia piel: la Primera Guerra Mundial, cuando todas las familias y conocidos de su entorno perdieron a alguien-uno o varios- en el frente de batalla; la revolución, con los saqueos, la violencia y los arrestos aleatorios; la guerra civil, con caos y anarquía, hambruna y muertes masivas; el terror estalinista con el pavor y la vigilancia, la claustrofobia y las desapariciones azarosas, pese a haber procurado en gran medida mantener una postura apolítica, pertenecer a una familia que por motivos históricos lleva el sello de "enemigo de clase", por lo que ella podía verse azotada en cualquier momento por los golpes ciegos de la guadaña. Finalmente, la Segunda Guerra Mundial y el Sitio de Leningrado, con más hambruna y aún más muertes masivas, muertes que van más allá de lo que la imaginación es capaz de concebir. (¿Puede haber un lugar peor y una época peor en los que haber nacido que esta ciudad a comienzos del siglo XX?). Ella no ha pedido ni ha buscado nada de todo esto. Todo esto la ha buscado a ella, ha ido a buscarla. Pero ha sobrevivido.
-[84] Recuerda cuando, a comienzos de año, fue en coche a Manhattan por primera vez desde que estalló la guerra. Quería aprovechar antes de que comenzara a aplicarse el racionamiento de combustible. Observó que todo parecía seguir como siempre, con un tráfico ajetreado y cascadas brillantes de luces de neón, pero con una pequeña excepción: en todas partes se podían ver hombres y chicos mayores en uniforme, y en muchos escaparates incluso los maniquíes llevaban ropa militar.
-[89] Los intentos de los australianos de abrirse paso por la fuerza conforman las batallas características de este escenario bélico cubierto de selva y extremadamente accidentado, con desconcierto absoluto, combates cuerpo a cuerpo y miedo de topar con un enemigo al que casi nunca se podía ver: con rodeos, valerosos ataques de bayoneta pero condenados al fracaso, y pelotones que se separan unos de otros,; con con ataques donde las rocas son más escarpadas, la selva más densa, los barrancos más profundos, y con gente que desaparecía sin dejar rastro en los laberintos de la tupida vegetación; con oficiales que titubean, malinterpretan, discuten entre ellos o dan órdenes imposibles; con lluvia, lluvia y más lluvia; con cobardía, brutalidad, actos heroicos y muerte, muerte aleatoria, como es la muerte la mayoría de las veces en el campo de batalla.
-[93] En su paseo por una Bruselas gris como el mes de noviembre, dos fenómenos bastantes nuevos captan la atención de Somerhausen. [94] El primero: pintadas que proclaman la caída de los alemanes. El segundo: carteles que indican dónde hay refugios antiaéreos (con el número de personas que caben en cada uno). Desde primavera, a menudo pueden oír los bombarderos sobrevolando la ciudad por la noche.
-[95] Sin embargo, hay otra cosa que capta enseguida la atención. En la arena ardiente hay un ejemplar de Esquire, la revista estadounidense para hombres, con el gracioso señor mostacho grande y uniforme en la portada, fácilmente reconocible por el colorido. Douglas necesita cogerla sí o sí. Salta de la torreta justo cuando otra pieza de artillería silba por encima de sus cabezas. Pesca la revista del suelo y, de vuelta en la torre, él y el tirador empiezan a hojear juntos sus páginas rotas y manchadas.
-[95] Todo el mundo lee, y mucho. Si no pueden dormir, la lectura puede que sea la mejor manera de pasar el tiempo, de atajar el tedio durante la espera que ahora conforma la mayor parte de sus vidas. Douglas, el devorador de libros y ex estudiante de Oxford, incluso ha instalado una pequeña biblioteca en la torreta de su tanque habitual. La mayoría son libros de bolsillo de papel barato de la editorial Penguin -los más populares son las novelas de detectives de tres franjas verde, blanco y verde-, pero tiene incluso libros del oeste, un volumen con los sonetos de Shakespeare y, lo último, un ejemplar de Nietzsche, en alemán.
-[96] Estas imágenes pseudo-pornográficas se han convertido en marca registrada de la revista y una institución para los soldados aliados: se pueden ver en todas partes, en los alojamientos, en los refugios antiaéreos, en las trincheras, en el interior de los tanques de guerra, pintadas en el exterior de los aviones de combate. Sin embargo, lo que más fascina a Douglas es una página con fotos en color de algún tipo de fiesta en Hollywood, con hombres ataviados con esmóquines elegantes y mujeres con vestidos cortos y finos, y por un segundo tiene la sensación de estar allí, en una parte de este multiverso que es 1942, una existencia paralela de luces de neón y fragancias, baile, música de jazz y copas de cóctel empañadas, de risas, sonrisas blancas y despreocupadas y bocas sugerentes pintadas de rojo.
-[104] Vittorio Vallicella nació en el seno de una familia de campesinos humildes en la provincia de Verona, está acostumbrado a laborar en el campo, a hacer lo que le dicen, lo que siempre ha hecho. Pero aunque estudiar nunca haya sido una opción para él, lee mucho y con gusto, aunque haya obedecido a la orden de presentarse a filas, su vida en el ejército está marcada por una tangible falta de entusiasmo. No se declara fascista; políticamente hablando, se inclina más bien a la izquierda. Pertenece a ese grupo de millones de personas a quienes la guerra no les interesa pero han descubierto que ellos sí les interesa a la guerra. Las pocas ilusiones que se puede haber hecho ya se han esfumado por completo, desgastado por los casi veinte meses que lleva en el norte de África. Vittorio Vallicella es bastante bajito pero fibroso, tiene el pelo castaño típico del norte de Italia, ojos profundos, boca marcada y mentón pronunciado. Es poco militar en su manera de pensar y de vestirse. En las fotografías aparece a menudo en camiseta interior de color blanco.
-[128] A lo largo de la jornada se hace con cámaras, prismáticos, brújulas, pistolas -por supuesto, la alemana Luger P08 es el suvenir que va más buscado, seguida de la compacta Beretta M34 italiana; en algún momento llega a tener cuatro o cinco - mantas, emblemas de uniforme, peines, utensilios de afeitado, aceite para el pelo, conservas, una cama de acampada, un colchón hinchable, algunas novelas alemanas, ropa, sobre todo ropa, en especial calzoncillos limpios.
-[152] Cuando Adelbert Holl se enteró de que debían prepararse para una nueva incursión -esto después de haber hecho tareas de reconocimiento y de haber enviado al cuartel general "esbozos del área, cada día antes de las 18.00 h"-, lloró, según dice él mismo, de rabia y dominado por la ira le espetó a un superior:¡¿Estos también van a ser carne de cañón?!. Una reacción así demuestra la tremenda prueba en que se ha convertido esta batalla, porque Holl es uno de los que no han titubeado nunca, cinco años en las Juventudes Hitlerianas, obediente y dócil, tan inquebrantablemente leal a las fuerzas armadas como al régimen, un hombre que describe el juramento que le hizo al Führer como "sagrado". Hace falta mucho para que una persona así empiece a protestar. Es después de esto, y de su última herida, cuando le conceden un traslado temporal a la plana mayor.
-[153] ¿Qué se siente al matar a una persona por primera vez? Sin duda, depende de las circunstancias. Hacerlo en combate abierto, cuando hay que elegir entre tu vida o la del otro, no supone ningún dilema moral. Y cuando la guerra ha alcanzado un grado de rabia tan destructiva y despiadada como ahora, y cuando hay tantísimo en juego (como ocurre en el lugar en el que Mansur Abdulin se encuentra ahora mismo), donde la frontera entre la vida y la muerte, entre haber existido y la no existencia es tan fina, entonces apenas hay ninguna cuestión moral en absoluto, por mucho que no haya matado nunca a nadie, como le ocurre a Abdulin.
-[166] Lo que resulta especialmente tormentoso para Zhang es saber que la hambruna es, en última instancia, obra del ser humano. Y que él mismo desempeña un papel en ella. ¿Quizá siente un atisbo de responsabilidad?
-[167] Hace menos de dos años escuchó un discurso que dio el gobernador en la universidad de Alabama, donde se les dijo que estuvieran preparados para "sacrificar sus vidas por el país, si fuera necesario". En aquel momento, aquello solo le pareció "ridículo". En Estados Unidos reinaba la paz más absoluta, y así seguiría siendo. America First.
-[169] ¿Es posible celebrar el 25° aniversario de la Revolución de Octubre yendo al estreno de una comedia musical en la sitiada Leningrado? Sí, es posible. La revolución se puede y se debe celebrar. No se organizan desfiles, por motivos obvios, pero la gran recepción en el Instituto Smolny es la costumbre, bajo arañas titilantes de cristal en salones de mármol puro, dorado y blanco. Solo que en esta ocasión el público está formado casi exclusivamente por hombres uniformados.
-[170] De nuevo en la casita de Miedzyrzec Podlaski. La brecha desgarradora pero no verbalizada entre el recuerdo y ahora, entre las expectativas y la realidad, no se aplica solo al jardín. Józek, el mando de Danuta, no parece querer pensar demasiado en el hecho de que ya no puede volver a Kolo. Porque Kolo ya no se llama Kolo, sino Warthbrücknen, ya no está en el voivodato de Łódź, sino en Warthegau, la parte de Polonia que ha sido anexionada a Alemania y que ahora está siendo "germanizada", lo cual, como todo el mundo sabe [171] bien, significa expropiación, explotación, segregación y un desplazamiento masivo de personas. Danuta y Józek no solo son ciudadanos de un país que, técnicamente hablando, ha dejado de existir. Son también ciudadanos de un país que ya no tiene permiso para existir.
-[171] Para ellos y el resto de polacos todo esto es cualquier cosa menos geopolítica abstracta. Es el día a día, a todos los niveles. Todas las universidades e institutos polacos están cerrados (por eso Danuta no ha podido licenciarse); todas las bibliotecas, museos y archivos polacos también están cerrados; no se pueden imprimir, distribuir, vender ni prestar libros en polaco; la enseñanza de literatura, historia y geografía polaca está prohibida; los teatros y cines polacos ya no están abiertos; la música de compositores polacos está prohibida; los polacos no pueden interpretar música, los trenes, los tranvías, las cafeterías, los restaurantes, los hoteles, los jardines públicos, los parques infantiles, las casas de baños y las playas tiene o bien zonas para alemanes y polacos por separado, o bien son Nur für Deutsche, los polacos tiene que dejar paso a los alemanes en las aceras; los polacos no pueden conducir vehículos a motor ni ir en taxi; los polacos no pueden ser dueños de industrias, empresas constructoras ni talleres; los polacos no pueden poseer aparatos de radio, llamar desde cabinas telefónicas ni llevar maletín.
-[172] Lo que empezó como un sueño arcaico de una guerra ganada con ayuda del coraje, la inteligencia, la precisión y cierta finura propia de caballeros, se ha transfigurado en una lucha cínica y brutal, dirigida por los principios de la intensificación: más bombarderos, más bombas, más víctimas.
-[133] La incertidumbre del destino futuro de cada uno, y la posibilidad de poder influir en él, tiene consecuencias curiosas y comprensibles al mismo tiempo, pocos son tan supersticiosos como los miembros de las tripulaciones aéreas. Por lo menos, eso les da una sensación de control. Bushby procura calzarse la bota izquierda antes que la derecha cuando se pone el pesado y grueso equipo de aviación; él y Wally, el otro tirador, siempre se dan las buenas noches con cortesía antes de meterse en sus torretas; él siempre tararea la misma canción de moda justo cuando el bombardero, cargado hasta los topes, acelera junto a las luces de la pista, cuyo brillo va ganando velocidad, y cosas por el estilo. Volar con tripulación nueva o en aviones desconocidos se cree que trae mala suerte, y es algo que casi todo el mundo prefiere evitar a toda costa.
-[175] En su memoria perdura el recuerdo de soldados llorando, helados; de gente que se volvía loca, corriendo de un lado a otro, literalmente chiflados; de hambre, diarrea y un agotamiento que provocaba alucinaciones; de consejos de guerra histéricos y soldados de su propio bando ejecutados por tonterías, de civiles rusos asesinados y arrojados a la nieve o ahorcados, que se balanceaban como maderos con el viento frío; de prisioneros soviéticos masacrados (no por él, sino por otro soldado que una mañana se dedicó a lanzar una granada de mano tras otra entre los cientos de cautivos, y luego rematar la faena a base de pasearse con su metralleta y acabar con los que aún mostraban señales de vida); del cada vez más diminuto universo moral de la caótica retirada. Al llegar la Navidad, él y sus compañeros de armas, los que aún seguían vivos, estaban todos "enfermos e irritados" "los estallidos de resentimiento y odio, la envidia, las peleas, las mofas y la rabia destrozaban lo poco que quedaba de compañerismo".
-[206] (...) y en ningún otro país está tan extendido ni ritualizado escuchar la radio como en Alemania. Por ley, el trabajo en fábricas y oficinas debe interrumpirse para que todo el mundo la escuche, en grupo, cuando se emiten comunicaciones de especial relevancia, como por ejemplo si Adolf Hitler da un discurso. Por la misma razón, hay aparatos de radio en todas las cafeterías y restaurantes, y en algunas esquinas de la calle incluso se han instalado postes especiales con altavoces.
-[283] He ahí otra improvisación, sin que quede claro si es fruto de la desesperación o la astucia. Al mismo tiempo, cada vez hay más indicios de que las fuerzas armadas de Estados Unidos han empezado al fin a poner orden en su maquinaria de aprovisionamiento. (Y que esa magnitud económica e industrial empieza ahora a darse a conocer en serio y en la práctica, y no solo en términos estadísticos). Porque mientras Walker y sus hombres sacan a mano los pesados bidones del agua para llevarlos a la sombra de los cocoteros o cargarlos en camiones [283] que lo esperan, puede ver grandes embarcaciones anfibias atracando en la playa, cargadas de todo tipo de provisiones, entre ellas una caja tras otra de naranjas, así como cantidades ingentes de cajas de escarchadas llenas de carne congelada y deshuesada. Pero enseguida comprende que esas delicias pertenecen al Cuerpo de Marines, por lo que al Ejército de Tierra no le suele tocar nada. La rivalidad entre ambos sigue siendo enorme. Igual que la tacañería.
-[283] El alcohol es uno de los productos más codiciados entre los soldados, tanto en esta isla como en general. Si no hay -y en los sitios apartados del océano pacífico como este no lo hay casi nunca- suelen destilar distintas variantes de macerados, o tal como lo llaman los soldados: Swipe o Raisin Jack. Se elabora a partir de una mezcla de azúcar, fruta en conserva, pasas y piel de patatas, entre otros ingredientes, que se ponen a fermentar en un recipiente cerrado. En Guadalcanal, algunos están tan desesperados que se beben hasta la loción de afeitado, mezclada con zumo de pomelo o filtrado con pan. Beben por costumbre, porque es algo que se hace; beben para anestesiarse; beben para aguantar.
-[289] El aparato está hecho una ruina. Son malas noticias. Y es que aquí en la isla van cortos de aeronaves. Es más norma que excepción que los cazas en picado, bastante resistente, regresen severamente perforados por las balas, pero entonces los mecánicos se dedican a tapar los agujeros con tiras de aluminio remachadas que luego cubren con una rápida capa de pintura antioxidante de color verde. Algunos aviones parecen colchas de retales, repletos como están de manchas verdes sobre el azul celeste de base. Se trabaja para tratar de mantener el mayor número posible de aviones en el aire las veinticuatro horas del día. El número de aviones listos para combatir es la cifra que se observa con más nerviosismo. Pilotos no faltan.
-[295] En el Ejército Ruso, una vida humana tiene poco valor.
-[320] El objetivo es probar si se puede provocar una reacción en cadena controlada de material radioactivo fisible, una reacción que, si funciona según lo previsto, permitirá crear un nuevo elemento, un elemento base que no existe en la tierra, sino solo entre las estrellas: el plutonio. Y teóricamente hablando, luego este material podría emplearse para construir una bomba tan potente que una sola serviría para destruir una ciudad entera.
-[326] Para una parte de los colaboracionistas, es una forma de quedar bien con el nuevo poder, de conseguir poder ellos mismos, de enriquecerse, de vengarse, de poder matar sin consecuencias. Muchos han tenido problemas durante la época soviética, y su falta de lealtad hacia Stalin y el partido ha hecho que estén abiertos a la zalamería de los nazis y sordos a sus verdaderas intenciones. Sin embargo, para la mayoría la colaboración parece una forma de abrirse paso en una situación de necesidad, violencia e inseguridad extremas, porque servir a los alemanes conlleva sueldo, comida y otros beneficios, la diferencia entre vivir o morir, simple y llanamente.
-[327] Como ha ocurrido en tantos otros proyectos coloniales, las ganancias materiales han sido menores de las esperadas, pero en última instancia la subyugación de Libia no es un símbolo, un espejismo y un sueño. La zona llamada a menudo Quarta Sponda, la Cuarta Costa, porque sin este pedazo de tierra todos los discursos dirigidos a las masas desde el balcón del Palazzo Venezia en Roma sobre el Mediterráneo como el Mare Nostrum no habría sido más que palabras bien sonantes. Pero Libia le ha brindado realidad geográfica y geométrica a todas aquellas palabras.
-[327] No son pocas las veces que los hombres del camión tienen el mismo miedo a los árabes, cada vez más agresivos, que el que le tienen a los británicos.
-[355] La muerte de uno supone que otro consiga unas botas. Vittorio Vallicella y sus compañeros continúan viviendo una existencia al margen de todo, siguiendo su trayecto en camión lento y serpenteante rumbo al oeste, siguen viviendo libres durante una temporada, a base de lo que encuentran, roban o intercambian. Pero por mucho que continúen esquivando controles, zonas de reunión y columnas, la sensación de que el tiempo se agota no hace más que intensificarse.
-[356] Ahora canta el dios de la guerra. Los sonidos se concentran hasta convertirse en una poderosa bóveda de estallidos, truenos, silbidos, siseos, aullidos, estruendos, golpes.
-[368] Es sabido que cada vez son más los judíos que se quitan la estrella, se esconden y buscan una identidad falsa. Se los llama "submarinos" o Untertaucher (buzos). Úrsula está claramente apesadumbrada por lo que está ocurriendo, por la situación, por lo indefensas que están dos personas. porque sabe que los judíos están siendo transportados al este para ser asesinados en masa, y también es consciente de que la mayoría de sus paisanos "se muestra indiferente o bien está conforme" con "la exterminación de todas las personas judías". Y, sin duda, a Úrsula la persigue la idea de que "solo puedes ayudar en secreto, no puedes mostrarte en público con ellos, a menos que quieras poner en riesgo tu libertad".
-[370] Leona Woods carga con la misma inquietud oscura que se ha apoderado de los demás físicos del grupo, una intranquilidad que en este momento se compone de dos miedos entrelazados. El gran temor que los atribula a todos, según contó ella misma más tarde, es "que nos estuviéramos equivocando (en nuestra manera de desarrollar la bomba) y que los alemanes nos estuvieran sacando ventaja. Ese era un miedo constante y siempre presente".
-[371] Leona Woods nació en una granja en La Grange, Illinois, y está acostumbrada a trabajar duro (en el tiempo libre suele ayudar a su madre, que cultiva patatas en las afueras de la ciudad). Sin embargo, uno de los físicos que dirige el trabajo no quiere que haya una mujer cargando, levantando y colocando las barras de grafito, una tarea exigente y propia de Sísifo. Pero, aunque Woods no dude en arremangarse, la mayor parte del tiempo la ocupa con el medidor de trifluoruro de boro que ha diseñado, además de con los otros dos instrumentos necesarios para poder llevar a cabo el experimento con el CP-1.
-[376] El pavor, siempre presente, como si fuera un agregado de la fuerza gravitacional de la tierra y que hace que todo se vuelva más pesado, más engorroso y, a veces paralizante, es en última instancia una consecuencia de esta incertidumbre. Ya no se trata de la incertidumbre que nace del no saber-el conocimiento está ahí, porque ahora todo ocurre abiertamente, y hay pocas familias que no lo hayan sufrido en algún momento-. Qué ocurre es algo que ya saben. Ahora la incertidumbre consiste en no saber cuándo ni cómo les va a afectar a ellos.
-[381] Pese a la oscura desesperación que caracteriza a los suicidios, no dejan de tener un componente de acto de resistencia- al principio, muchos estaban demasiado destrozados y agotados para siquiera quitarse la vida-. "Con ello, habían dejado de ser completamente esclavos, puesto que podían elegir entre buscar la muerte o seguir luchando". Más o menos por esta época, se da un cambio significativo en el campo superior de Treblinka. Los prisioneros han empezado a ayudarse los unos a los otros para ahorcarse de las vigas del oscuro barracón.
-[469] "Me alimentaba a base de una despensa de tiempos pasados". Explica:
Podíamos soñar con nuestra juventud cuando la guerra nos la arrebató, las vidas que no habíamos vivido podíamos dibujarlas llenos de nostalgia: érase una vez una noche en que se bebía, se cantaba, se bailaba y se besaba mucho, y también eran otras mil noches llenas de música, magia, embriaguez, risas y pensamientos, paseos y divina melancolía. Veíamos la nieve: Dios la había creado, igual que nos había creado a nosotros. Pensábamos en el hogar, en los libros que teníamos que quemar junto con sus mentiras.
-[471] Día a día en Leningrado. Cada vez hace más frío. Queda lejos el tiempo en que se desvestían por la noche. Lidia Ginzburg, explica:
Durante varios meses seguidos la gente-la mayoría de la población- dormía sin quitarse la ropa. Perdieron de vista su propio cuerpo. Este desapareció en un abismo, enterrado bajo la ropa, y ahí abajo en las profundidades, iba cambiando y decayendo. Sabían que se estaban transformando en algo terrible. Querían olvidar que en algún punto muy muy lejano, por debajo del abrigo, por debajo del jersey y de la camiseta, por debajo de las botas forradas y las vendas para las piernas, tenían un cuerpo sucio. Pero el cuerpo se hacía notar mediante el dolor y los picores. Las personas con más vitalidad se lavaban de vez en cuando y se cambiaban la ropa interior. En esos momentos no podían evitar un encuentro con el cuerpo. Lo inspeccionaban con una amarga curiosidad que superaba su deseo de mantenerse en la ignorancia. Se les antojaba desconocido, con nuevas oquedades y bordes cada vez que lo veían, amoratado y áspero. La piel era un saco moteado, demasiado grande para su contenido.
-[477] Abdulin quiere saberlo, porque esto de quitarles cosas a los caídos es algo que prefiere no hacer. Puede dar mala suerte. Le parece intuir un patrón: un soldado que, por ejemplo, le quita un reloj a un alemán muerto no suele tardar mucho en morir él también, a veces en cuestión de un par de horas. Uno de sus amigos se hizo con una pistola alemana y pronto se disparó en la mano sin querer -lo cual, en términos puramente técnicos, se considera auto amputación y puede castigarse con una ejecución in situ-. Además, le parece tener un sexto sentido que le permite intuir quién es el siguiente en caer: suele entrarles un miedo exagerado de golpe y porrazo, pierden el autocontrol, o bien se retiran, o se pierden en intentos evidentes de dominarse. Hay señales.
-[483] Primero de Adviento en Barrow-in-Furness, en casa de la pareja Nella y Will Last en el número 9 de Ilkley Road. Ella está sentada en el sofá del salón, haciendo lo que suele hacer la mayoría de la tarde: manualidades. Ahora mismo está cosiendo un pequeño conejo de tela; a menudo hace muñecas y similares, para venderlas en la tienda de la Cruz Roja.
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