Drácula: El Origen - Dacre Stoker & J. D. Barker

Drácula: El Origen - Dacre Stoker & J. D. Barker 

Sinopsis

"¿Por dónde empezar? Hay tanto que contar y un tiempo tan escaso y valioso para contarlo...pero yo sé cuándo cambió todo. Llegado el final de una semana en concreto, yo habría sanado, nuestra querida nana Ellen se habría ido y una familia estaría muerta. Comenzó de un modo bastante inocente, escuchando un poco a hurtadillas. No éramos más que unos críos -yo tenía siete años; Matilda ocho-, y, sin embargo, aquella temporada otoñal jamás caería en el olvido. Y empezó con tan sólo dos palabras: 

Enterrado vivo."

Bram Stoker es un niño enfermizo que apenas sale de casa. Una noche, la fiebre que le asalta casi a diario le lleva a las puertas de la muerte, pero su niñera, Ellen Crone, echa a todo el mundo de la habitación del pequeño y, utilizando medios que nadie conoce, logra salvarlo. Ya recuperado, Bram y su hermana Matilda necesitan averiguar lo que pasó aquella noche y deciden vigilar de cerca a Ellen. Pero, justo cuando descubren cosas realmente extrañas, la niñera desaparece de forma misteriosa...Obsesionados con ella, quince años más tarde los hermanos se reúnen de nuevo para encontrarla y, en su búsqueda, se cruzan en el camino del Conde Drácula...

Crítica 

Contar una historia desde el principio hasta el fin con todo el detallismo posible es una proeza que pocos se atreven a emprender, más si alrededor del tema típico de aquellas horas oscuras alrededor de una fogata, donde se debe iniciar una lucha entre la realidad y los abismos de la fantasía. Iniciar un relato, no es tarea fácil, vuelvo a reiterar, y más cuando entre manos se tiene que dar vida a un clásico entre clásicos de la literatura. Una obra que todos conocen al dedillo o al menos sus fans dicen conocer.

Drácula el Origen escrito por Dacre Stocker y J.D.Barker es un intento de este tipo de escritos, una obra que nace de otra  y que es alimentado por el mismo sentimiento humano de intentar dar explicación a cómo surgió la novela, es decir partimos de una biografía y luego la pasamos por las aguas de la historia, una que por cierto a entrado a medio cuajar a lo largo del texto, pero que siempre cae bien para darle una patina de respeto al difunto, y en este caso al libro como tal. 

La obra se compagina como un diario de aquellos personajes históricos que hicieron arte y parte de la creación de Drácula, comienza con un preludio farragoso que atrae a lo inverosímil y lo truculento, convirtiéndolo en una verdadera competencia para quien quiera terminar en una maratón propia de los griegos aquellas 567 páginas repletas de datos y situaciones que se detienen a describir paso por paso la historia de un personaje que se desdibuja entre las sombras del bien y el mal.

La narración propia de la época, donde a más de uno se le hace tripas el corazón narra la historia de Nana Ellen o la Condesa Donlingen, una mujer cuyo único objetivo es salvaguardar una esperanza en una humanidad hace ya tiempo perdida, a través de una travesía de siglos en donde la familia Stocker se ve inmiscuida llega la fatalidad envuelta en un Drácula con unas características disimiles a las de la obra original, pues vemos a un vampiro cuya razón de ser es aplacar la soledad con los suyos propios. 

El detallismo y la fría sombra de un  siglo XIX se entreteje genialmente la novela, la circunstancia de la muerte que ronda a cada uno de los personajes, así como el cuidado en los pequeños datos históricos que deja avizorar la novela, son un deleite para el lector que gusta de estos detalles, por ejemplo la mención sobre las campanillas de los muertos, las tumbas de los suicidas y las notas al margen de sitios que existen en nuestra cotidianidad como las bibliotecas antiguas. 

Continuando con la novela, si bien en un principio se torna dura su lectura es cuando logramos avanzar en la historia cuando encontramos por fin el gusto por la misma y por sus personajes, no solo por la misteriosa dama que persigue Bram, sino también por algunos personajes que pueden crear repulsa desde un principio o que simplemente no entendemos el porqué de su introducción tan tardíamente como es el caso de Van Helsing o la vida misma de Thornley, aunque he de decir que la aparición de Mina Harker nos deja con un sinsabor de una continuación.

Dejemos este último punto en claro, no pretendo decir que la idea sea malísima, no. Simplemente creo que este libro tiene lo suficiente para ser único y espero que los autores no vayan por el mal camino de las creaciones de sagas, estirando la tela más allá de los límites, como lastimosamente hemos visto algunas hoy en día que a duras penas le llegan a lamer las botas a sus antecesoras. 

Siguiendo ahora con el hilo conductor, la historia que tenemos entre manos atrae lentamente y si bien no seduce como la obra original, si nos vuelve a traer ese tufillo que encanta lenta y subrepticiamente a nuestro cerebro, y engaña al lector para hacerse preguntar una y otra vez sobre qué parte es ficción  y cuál realidad. Me atrevo a decir que es quizá una de las obras que vale la pena leer, solo por el único deber de satisfacer nuestro paladar lector y quizá también por emprender un nuevo camino por las viejas tierras europeas.



Frases

- [14] -Bendice, Padre, esta rosa con tu aliento, con tu mano y todo lo que es santo. Envía a tus ángeles a cuidar de ella y guíalos para que mantengan a raya todo mal. Amén. 

- [18] El Phytophthora infestans, también conocido como el tizón de la patata, había empezado a devastar las cosechas en los años cuarenta, y creció hasta convertirse en una abominación en la que Irlanda perdería el veinticinco por ciento de sus habitantes a causa de la emigración o la muerte. Cuando yo era niño, esta tragedia estaba en su apogeo. 

- [19] Desde mi humilde nacimiento, el lema de los Stoker, "Cuando sea correcto y honorable", se me inculcó y sirvió de guía absoluta en nuestro hogar. No éramos una familia acomodada, ni mucho menos, pero nos iba mejor que a la mayoría. En el otoño de 1854, Pa, que era un funcionario, trabajaba sin descanso en las oficinas del secretario jefe en el castillo de Dublín tal y como había hecho en los últimos treinta y nueve años después de haber comenzando en 1815, con sólo dieciséis años de edad. 

-[20] Yo estaba confinado en el ático, cuyas ventanas apuntadas eran mi única vía de escape, pero desde aquellas alturas alcanzaba a ver mucho -desde las tierras de labranza que nos rodeaban hasta el puerto distante en un día claro-, incluso la torre en ruinas del castillo de Artane. Veía el ajetreo del mundo a mi alrededor, una obra teatral cuyo único espectador era yo, al haberme impuesto mi asistencia por mi enfermedad. 

-[26] Su piel resplandecía, inmaculada como una capa de nieve recién caída, sin una sola marca ni arruga, ni siquiera alrededor de los ojos o la boca. Cuando sonreía, la blancura de sus dientes te dejaba estupefacto. Solíamos hacer bromas respecto a su edad, y ella las hacía con nosotros. 

-[29] Volvió a llevar mi cuna al cuarto de la niñera, y allí la dejó cuando Ellen apestilló la puerta con nosotros dos dentro. Saldría después con mi salud creciente y la suya menguante, una rutina que se repetiría docena de veces en aquellos primeros años: me cuidaba hasta que recuperaba la salud, acto seguido desaparecía durante unos días y regresaba saludable para volver a hacerse cargo. Jamás se reveló cuanto acaecía tras su puerta cerrada, y Pa y Ma no le preguntaban, pero los ojos de Ellen hablaban por sí solos: eran del azul más intenso cuando su salud se mostraba bien robusta; de un gris pálido poco antes de marcharse. 

-[45] - Si no nos lo cuentas ahora, jamás lo recordará- respondió. Ma sabía que aquello era cierto, un hecho que ella misma nos recordaba. "Los sueños se parecen mucho a la arena de un reloj, menguan con cada segundo que pasa hasta que el último grano desaparece por un agujero y se pierde para siempre en la oscuridad". 

-[56]La hambruna es diferente, Matilda. Hay enfermedades, sí, pero nada que se parezca al cólera. La mayoría de los enfermos que tú contemplas sufren de inanición y deshidratación, hombres que beben hasta caer en el sopor después de no haber logrado mantener a su familia. Es un monstruo espantoso, a buen seguro, pero bien distinto. 

-[65] Sabía que tenía razón, pero incluso a tan tierna edad comprendía también la facilidad con que te podría engullir un problema y nada más. Eso me había enseñado mi propio aislamiento.

-[66] -Si sigues con esto, voy a coger tu ejemplar de Los Crímenes de la calle Morgue y lo voy a enterrar en el prado. Concentra tus capacidades detectivescas en lo que tenemos entre manos; no disponemos de mucho tiempo. 

-[71] El hedor, a muerte y descomposición, era prácticamente inaguantable, como si la pala del sepulturero acabase de dejar al aire un cadáver abandonado a la putrefacción en la tierra. Unos gusanos blancos se sumaron a las lombrices, salieron a la superficie temblando de vigor y excitación, retorciendo aquellos cuerpecillos. 

-[98] El bosque estaba vivo a nuestro alrededor; desde las criaturas hasta el balanceo de los árboles, sentía las fuerzas de la naturaleza en el aire de la noche, el delicado equilibrio entre la vida y la muerte. 

-[99] Algo había cambiado en mi interior; tanto ella como yo éramos conscientes, y fue en ese instante cuando vi en los ojos de mi hermana algo que nunca esperé ver, algo que ningún hermano espera ver jamás...Miedo. 

-[99] Nos aullaba un vendaval enérgico que iba y venía entre los árboles, un espectro enloquecido que de ninguna manera pertenecía a este mundo. Desde arriba y por abajo nos maldecía el viento, tiraba y nos empujaba con una fuerza tan tremenda que estuve a punto de perder el equilibrio más de una vez; de no ser por Matilda, a mi lado, a bien seguro me habría caído. 

-[101] Nana Ellen dejó atrás la capa y se adentró en las aguas pantanosas. Al principio, el agua sólo le llegaba a los tobillos, pero entonces debió de hallar un escalón pronunciado, y con un solo paso le ascendió más allá de las rodillas; otro paso y le encontró la cintura. El camisón blanco se infló alrededor de ella cuando dio otro paso más,  y otro. Con el siguiente, el agua le cubrió los hombros, y aun así continuó avanzando. Un momento después ya no estaba, su cabeza había desaparecido bajo la superficie. El agua se había cerrado sobre ella con un burbujeo y no había nada salvo una leve onda que jugueteaba en la superficie. 

-[107] -Tal vez tu tierna edad influya algo, pero nunca he visto a nadie aceptar  y tratar de dominar tan fácilmente una nueva habilidad. Quizá se deba a que los adultos pierden la capacidad de imaginar, de creer en lo que les es desconocido. Los niños aceptan el misterio como un hecho, lo asimilan como si lo tuvieran claro como el agua y no se detienen a pensarlo ni un solo instante. De todas formas, me tienes impresionada, joven Bram. 

-[107] -¡Vaya, te estás acercando, caliente, caliente! ¡Barquero, barquero, mándame al pequeño Bram primero!

-[108] La vi con el rabillo del ojo e intenté esquivarla, pero descendió demasiado veloz, de un modo contranatural, no como si estuviese [109] cayendo, sino como si se hubiese impulsado en el techo con una fuerza tremenda. Al tratar de quitarme de en medio, la vi venir a por mí con los brazos y las piernas extendidos como una araña que cae sobre una presa desprevenida. Ya no tenía los ojos del gris pálido de la mujer que habíamos visto en el tremedal, ni tampoco del azul que más recordaba yo, sino del rojo más fiero que resplandecía desde el otro lado del cuarto sumido en la oscuridad. 

-[109] Volví a verlo todo: a Nana Ellen viniendo a por mí, dejándose caer del techo, cubriéndome e inmovilizándome contra el suelo bajo su peso. Entonces me suspiró en el oído: - Duerme, hijo mío. Al oír aquello, todo se perdió, y ya no supe más.

-[140] Giré el anillo en mis dedos. Era de un detalle extraordinario. En los lados tenía la talla intrincada de diversos símbolos que no reconocía, a ambos costados de una ancha superficie que representaba lo que parecía ser un emblema familiar. En el centro exacto de la cabeza del anillo, la imagen de un dragón rodeado de una multitud de diamantes tan pequeños que, más que piedras individuales, parecían el resplandor de un polvillo. El único ojo visible del dragón brillaba de un rojo intenso, un rubí de alguna clase. Estaba claro que el anillo era antiquísimo, pero su factura no tenía nada que envidiar a la de los mejores artesanos modernos; nunca había visto nada parecido. 

-[179] Cuando estudiaba en el Trinity, la biblioteca  Marsh era uno de mis paraderos habituales, pero me encontré con que pasaba cada vez menos tiempo allí conforme avanzaba mis estudios. A estas horas había una buena concurrencia en la biblioteca, y no sólo de estudiantes, sino de público general, que acudía allí después de su jornada de trabajo. Respiré hondo y me deleité en la simple satisfacción que me proporcionaba el olor de los libros encuadernados en cuero, de los cuales [180] había mucho. 

-[180] A lo largo de las paredes de la biblioteca se alineaban unas jaulas metálicas conocidas como "las celdas" entre los alumnos del Trinity. Si solicitabas uno de los textos poco comunes, veías cómo te encerraban en una de aquellas celdas con el valioso ejemplar hasta que finalizabas tu lectura. Sólo entonces te abría la jaula el bibliotecario, y el libro jamás abandonaba la custodia protectora de la institución. 

-[190] - A veces, nuestros temores más profundos son los que llevamos más cerca del corazón. Nunca dejaste de creer, sólo dejaste de admitir lo que creías. 

-[220] -En un principio, el depósito estaba arriba, en la segunda planta. Los administradores trasladaron a los muertos aquí abajo, al sótano, durante la epidemia de cólera de hace años. Llegó un momento en que había más muertos de los que cabían en el hospital, y no sólo aquí abajo; los cadáveres se alineaban por los pasillos, llenaban el patio y hasta ocupaban el tejado. Hoy ya no loas empleamos todas.-Dio un golpe sobre una de las camas viejas al pasar, y una gran nube de polvo se elevó en el aire-. Conservan todas estas camas viejas aquí por si acaso sufrimos otra epidemia. Aquí fuera es donde se encargan del excedente en caso de emergencia, con el depósito de cadáveres al fondo. Una vez oí decir que "cuando se llenen de moribundos todas las camas del Steevens, tendremos la seguridad de que se avecina el Apocalipsis". 

-[222] Conté cuarenta y ocho camas en total, de las cuales dieciocho estaban ocupadas, con todos sus ocupantes meticulosamente cubiertos por una sábana blanca. Un cordel surgía de debajo de cada sábana y estaba conectado a una campanilla en un gancho en lo alto del poste izquierdo de la cama. Me acerqué a la cama más próxima y pasé el dedo por el cordel. - La cuerda está atada a la mano del difunto. En caso de que alguien a quien se consideraba muerto no lo esté, el movimiento de la mano hará sonar la campanilla y alertará al personal- dijo Thornley. 

 -[222] (...) Creía que había fallecido a causa de un fallo del corazón, no había signos vitales. Su campanilla se mantuvo en silencio durante cerca de treinta horas antes de comenzar la autopsia. Cuando fue a aplicarle el escalpelo sobre el pecho, el doctor oyó un leve grito ahogado. Pidió que le llevaran un vaso de agua, le abrió la boca a la fuerza a la paciente y empezó a verterle el agua por el gaznate. Cuando la mujer la volvió a echar atragantada, una de las enfermeras, embargada por el pavor, se desmayó en el sitio. Un minuto después, la paciente abrió los ojos y miró a su alrededor por primera vez en varios días, sin saber dónde estaba ni cómo había llegado hasta allí. 

-[223] Tal y como sucede con la vida, es mucho lo que no comprendemos acerca de la muerte. 

-[227] Mis perros te adoran, ¿lo sabías? 

Es la voz de Ellen, amortiguada, detrás de la puerta. Bram echa una mirada a su espalda, pero no dice nada. 

¿Por qué no bajas y te presentas? ¿O prefieres que vengan ellos a ti? Cómo les gusta jugar. 

 -[228] Los lobos prefieren el frío. Su pelaje los protege de los elementos, haga frío o calor. En el calor, sólo sudan por las almohadillas de las patas, y el pelaje les proporciona un aislamiento fresco. El frío, sin embargo, les va de maravilla. El pelo se vuelve más espeso en los meses de invierno, cuando crece el pelaje más corto de debajo. 

-[240] Se ha bajado de la mesa y ha ido caminando hasta la cama - en cuanto le devolvieron el corazón, estuvo entero de nuevo; con el [241] corazón vino la sangre, y con la sangre hay vida. La sangre es la vida. 

-[254] ¿Los lugares daban cobijo a los recuerdos? Con frecuencia pensaba que sí, tanto recuerdos buenos como malos de los que los muros de algún modo se embebían. No pude evitar preguntarme quién viviría allí ahora. ¿Dormiría otro crío en mi pequeño cuarto del ático y se asomaría a la misma ventana por la que tantas veces miraba yo? Quizá nos estuviera viendo pasar ahora, mientras dejábamos atrás el parque para adentrarnos en la blanquecina niebla. 

-[298] -He sido testigo de crímenes demasiado truculentos para detallarlos en presencia de una dama, y me he encontrado con criaturas cuya existencia se creía reducida exclusivamente a las pesadillas de los niños. He conocido a reyes con la capacidad mental de un guisante y a políticos con más esqueletos en el armario que la esposa de un enterrador. He espiado a gobiernos y a hombres para otros gobiernos y otros hombres, y me han compensado bien por hacerlo. He visto muchas cosas en este mundo, y aun así sé que hay por ver muchas más de las que jamás veré; abrazo cada jornada consciente de esto, y espero poder recopilar algo nuevo cada día. 

-[343] La mente es un instrumento maravilloso, capaz de mucho más de lo que nosotros comprendemos. No tiene usted que tomar estas imágenes como un observador pasivo; si se concentra, las puede congelar. 

-[350] Se cree que los más fuertes de ellos pueden adoptar cualquier forma, ya sea un murciélago, un lobo, una niebla que se arremolina e incluso un ser humano. Pueden parecer jóvenes, ancianos o de cualquier edad intermedia. Algunos pueden manipular los elementos, provocar brumas, tormentas, truenos. Sus motivos siguen siendo un misterio, pero una cosa está clara: dejan una estela de muerte a su paso y no tienen la vida humana en mayor estima de la que tenemos nosotros la vida de una mosca. 

-[351] Dado que nacen de algo maligno, los objetos sagrados como los crucifijos, las obleas de comunión y las aguas bautismales son un veneno para ellos. El ajo también los repele, aunque no tengo conocimiento de por qué es así. Lo mismo sucede con las rosas silvestres: si se deja una sobre la tumba mientras reposa la cobarde criatura, no podrá levantarse hasta que la rosa se haya extinguido por completo. 

-[354]El diablo es muy artero en sus métodos. Quizá esto forme parte de algún modo de evolución natural, que haya desarrollado algún tipo de inmunidad a las debilidades que suelen aquejar a los no muertos. De ser ése el caso, me siento cada vez más horrorizado, pues en algún punto esta inmunidad podría volverse imparable. 

-[418] El hombre oscuro, ahora sentado en una silla junto a mi caja, se inclinó hacia delante y me pasó los dedos por el cabello. -No podemos esperar que los mortales comprendan, y no deberías prestarles la menor atención. No son para nosotros más que esa desventurada liebre- dijo con un gesto hacia el rincón donde [419]  yacía el cuerpo. -Son como esas moscas que vuelan zumbando a nuestro alrededor, una plaga, quizá un sustento, nada más. 

-No es una mera invención de los teólogos que el infierno existe, pues se halla justo aquí, en la tierra. Yo mismo me he asomado a sus confines y he visto a los demonios obrar su faena. 

-[485] -No fue la peste- afirma Thornley en voz baja.

-Nunca fue la peste. La gente sólo cree lo que es capaz de comprender. 

-[528] A tu muerte, vendré a buscarte; prometí esperar tan sólo hasta entonces. Tu alma será mía y lo poseeré por toda la eternidad. Te unirás al resto de mis [529] hijos de la noche - dice con un gesto más allá del cementerio, hacia los no muertos que los rodean-. Con el último latido de tu corazón, ocuparás tu lugar a mi lado. 

-[548] Te pueden decir mucho las manos de una persona, su suavidad o su aspereza, el color de su piel, cómo se cuida las uñas. Al observar nuestras manos entrelazadas sobre este suelo de piedra, las diferencias entre nosotros me saltan a la vista. Aunque deba reconocer que no poseo las manos de un obrero, sino las de un cirujano, el tiempo no deja de reflejarse en ellas. 




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