El legado de la villa de las telas - Anne Jacobs


El legado de la villa de las telas | Anne Jacobs

Sinopsis

Augsburgo, 1920. El estado de ánimo en la villa es optimista respecto al futuro. Paul Melzer ha regresado del frente y  toma las riendas de la fábrica decidido a que el negocio familiar recupere su antiguo esplendor. Las cosas van bien incluso para su hermana Elisabeth, que vuelve a casa ilusionada con un nuevo amor. Pero <<felices para siempre>> puede estar aún lejos para los Melzer. Marie, la joven esposa de Paul, quiere cumplir un viejo sueño: tener su propio taller de moda. A pesar de que sus modelos y sus diseños gozan de éxito, su alegría se ve empañada por las constantes discusiones con su marido. Incapaz de soportarlo más, Marie, la mujer que mantuvo a flote la fábrica, la villa y  a toda la familia cuando más lo necesitaban, toma una dura decisión y abandona la mansión junto a sus hijos.


Crítica

Esta es la sinopsis con la que el libro deja pendiendo de un hilo al lector, pues todos queremos saber la situación por la cual Marie deje la villa de las telas, pero para poder comprenderlo hay que comenzar desde el inicio; estamos en plena posguerra y los hombres han regresado a sus hogares o por lo menos a su patria dándose de bruces con un cambio bastante extraño, para quienes abandonaron un mundo donde los hombres eran el motor de la vida pública y las mujeres eran relegadas a la vida privada de las familias. Ahora, a su regreso encuentran a las mujeres en nuevos roles que demostraran su valía en el terreno. A este punto hay que añadir nuevos personajes como Serafina quién se entrometerá en el amor que se profesan los protagonistas -Paul y Marie-, además de encarnar la posición de las mujeres que se niegan a avanzar conforme a la época.

En esta tercera entrega  disfrutaremos de volver a tener algunos personajes entrañables que  habían desaparecido del curso de la historia dándole la oportunidad al lector de saber cómo terminaron las subtramas de algunos de estos personajes secundarios, esto es poco frecuente en el mundo de la literatura y ya solo por esto la autora se gana merecidamente las cuatro estrellas.

Igualmente otro punto a favor es el desarrollo de las personalidades de los chicos, quienes se van perfilando más en este libro, dejando entrever que quizás Anne no dé por terminada la historia de la villa de las telas, sino que se esté preparando para una nueva generación quienes llevarán este legado desde otra perspectiva.

Aun así no todo es tan tranquilo como parece, y es que a pesar de que algunas personajes se van perfeccionando otros parecen estar en retroceso como es el caso de Paul, quien parece una hoja de calco de su padre debido a la relación infructuosa con sus propios vástagos, porque a pesar de que el mismo Paul vivió una relación semejante con su padre quien lo quería moldear a su antojo, al parecer la lección no se aprendió por su parte y ahora es él quien corta las alas de sus brillantes hijos, por solo poner un ejemplo su hija Dorothea se ve relegada a un papel de ama de casa, y a su hijo, quien le encanta la música, a un puesto directivo que no le apetece. 

Otro punto de quiebre es el pasado de la madre de Marie, quien representa otro quebradero de cabezas para los protagonistas siendo éste un tema de inquina entre los miembros de la familia, y en la cual la autora se detiene y alarga más de la cuenta haciendo de algunos pasajes sean tan tediosos e insulsos que pueden  resultar un poco pesados para el lector. 

Dejando ya las querellas principales entre Paul y Marie, podemos centrarnos en otros personajes que no se nos han hecho tan pesados en esta entrega, por ejemplo Elizabeth, quien a partir de la segunda entrega se ha hecho coger cariño,  y es que las mejorías tanto en su personalidad,  como en la forma como lleva la vida es algo ha destacar, pues en esta última entrega va a toda máquina intentando encontrar un camino hacia su propia felicidad tocando un tabú para la época como lo es el divorcio; también debemos hablar de Kitty que no se queda atrás, y quien ha logrado madurar a trancas y barrancas, pero que en este libro por fin logra algo parecido a una idea de adulto sensato en medio de un ambiente bohemio y propio de ella.

Un último punto a destacar es el papel de la servidumbre dentro de la trama, los personajes de este lado sufren un cambio que supera las expectativas del lector, especialmente con las subtramas como la de Humbert y Hanna que logran alegrar el corazón de más de un lector, pues la providencia por fin ilumina esta parte de la historia.

El legado de la villa de las telas ha sido una lectura amena y poco decepcionante, pues te transporta a un Ausburgo del siglo XX en el que podrás vivir giros, sorpresas de la mano de unos personajes muy bien estructurados cuya trama gira en torno de la lucha por el protagonismo de la mujer en una sociedad que avanza a pasos agigantados hacia la modernidad.



Apartes

- (37) Julius se rio. Esos abracadabras, como él los llamaba con desprecio, no le interesaban lo más mínimo. No eran más que un refinado método para sacar dinero a los bobos y los crédulos.

- Verdades sí que dice- intervino Hanna en voz baja- Eso lo ha demostrado. La cuestión es si debemos conocer la verdad o si es mejor no saber. 

- (38)  - ¡El gran amor!- comentó Julius arqueando las cejas con menosprecio - ¿Qué es eso? Primero quieren morir el uno por el otro y después no pueden vivir el uno con el otro.

- (72) Un piano era una máquina compleja y al mismo tiempo era como una persona: podía estar contento o triste, si alguien lo tocaba bien, se alegraba, y a veces, cuando todo salía bien, podías echar a volar con él. Walter decía que con el violín sucedía lo mismo. Con todos los instrumentos, en realidad. Incluso con el timbal. Pero Leo no se lo creía.

- (152) - ¡Por todos los santos, Leo!, ¿Qué ha pasado? ¿Te ha mordido alguien?

Antes de que el niño pudiera responder, Paul lo reprendió.
- Ya vale de bromas, Leo. ¡No hagas el payaso!
Leo se puso rojo. Marie sabía que el chico estaba desesperado por agradar a su padre, pero no siempre lo conseguía. Eso era algo que le molestaba de Paul. ¿Por qué no apoyaba un poco a su hijo? ¿A caso no se daba cuenta de lo mucho que Leo lo necesitaba? Paul opinaba que los elogios eran perjudiciales para los niños, y por eso se prodigaba poco con ellos.

- (217) ¿Qué había dicho? ¿ Qué había que quemar los cuadros? ¿Cómo podía haber dicho algo así? ¿Acaso no sabía que sus palabras podían abrir heridas? Las palabras podían matar. ¿Cómo de fuerte debe ser un amor para resistir palabras semejantes?

- (227) Algo en su interior dijo <<no>>. Ya no podía seguir así. Habían traspasado un límite. Nadie podía defenderse una y otra vez de acusaciones injustas. Si había amor, debía haber confianza. Si no había confianza, es que el amor había muerto. 

- (314) << Un destino como el de tantos otros>>, pensó Marie. <<Aun así, es muy triste cuando se vive en carne propia. Lo raro es que ahora se evite recordar la guerra. Que todos nos entreguemos a una vida nueva y moderna y nos neguemos a ver a los lisiados que piden en la calle. A todos nos gustaría olvidar nuestras propias cicatrices y heridas.>>

- (528) La vida es un juego, y el destino mezcla las cartas. No se pueden cambiar, tampoco sirve de nada hacer trampas, hay que aceptar lo que te toca.

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