La rubia de ojos negros - Benjamin Black

 

La rubia de ojos negros de Benjamin Black trae de nuevo a la vida el personaje de Philip Marlowe, uno de los personajes más famosos del escritor de novela policíaca y de suspenso Raymond Chandler; convirtiendo a Black en un embajador de la marca creada por el propio Chandler, y en cuyos hombros los herederos del mítico escritor han dejado la titánica tarea de traer al mundo de las letras l detective Marlowe, para el disfrute de su público predilecto.

A pesar de que no he leído los primeros libros de Raymond Chandler, la idea de un cínico detective, con cierto humor negro que nos trae al imaginario el clásico prospecto de personaje de novela negra, atrae inmediatamente a los lectores; sin embargo, luego de leer las primeras páginas cuya prosa impecable, puede llamar la atención, quedas un poco decepcionado con el conjunto de la historia, y la forma en la cual Benjamin termina tejiendo alrededor del famoso detectivo.

La construcción del personaje principal, si bien tiene algunos reflejos del original da bastante vueltas sin lograr cuajar del todo,  dando una imagen de un galán de la época de oro, cuyo brillo desvanecido por los fracasos que la vida le ha propinado, le ha convertido en cierta forma en un nostálgico irremediable. Así, nos lo presenta Black en un primer momento, para ya luego seguir con unos profundos soliloquios bastante pasivos y heterogéneos, que en mi opinión algunos aportan poco al crecimiento del personaje. 

El segundo personaje, Clare Cavendish es más de lo mismo, una fémele fatale que a duras penas logra convecer al lector, y cuyo desarrollo no es lo bastante prístino como para encandilar, ni mucho menos para crear aquellos claroscuros tan típicos de las novelas policíacas, más bien, si hay una forma de describirla es un mar bastante calmo y carente de sal para mi gusto.

La historia en definitiva es bastante plana, con algunos altos y bajos poco marcados, y cuyo final no llega a emocionar, ni a mover entraña, a decir verdad es un libro bastante finito y efímero por ello la calificación. La Rubia de Ojos Negros se puede decir tiene un título bastante llamativo, pero hasta ahí va el hilo pues es una obra que se queda corta y de la cual se puede decir, puede tomar por un paisaje con escenas bonitas, pero con un contenido bastante discutible.  




Apuntes

  • (...) Tenía una bonita sonrisa, cordial de momento y ligeramente ladeada, que le daba un atractivo aire burlón. Era rubia, con unos ojos negros, negros y profundos como un lago de montaña, cuyos párpados se afilaban de manera exquisitva en las esquinas. Una rubia de ojos negros no es muy frecuente. Intente no mirarle las piernas. Evidentemente el dios de los martes había decidido que me merecía un pequeño aliciente. (Pág. 10)

  • Le ofrecí un Camel de la caja que tengo en la mesa para los clientes, pero ella abrió su bolso de charol, sacó una pitillera de plata y levantó la tapa con el pulgar. Sobranie Black Russian, por supuesto. Prendí una cerilla y alargué el brazo sobre el escritorio. Se echó hacia delante e inclinó la cabeza, bajando las pestañas, y su dedo rozó brevemente el dorso de mi mano. El barniz rosa perlado de sus uñas me encantó, pero no le dije nada. Ella se retrepó en la silla, cruzó las piernas bajo la estrecha falda azul y, de nuevo, me observó con aquella franca mirada indagadora. Estaba tomándome su tiempo para decicid qué opinión le merecía. (Pág.11) 
  • (...)Sí, lo sé. El problema, señor Hanson, es que la gente tiende a hacerse una idea equivocada de la polícia. Van al cine y ven a esos agentes con gorras y pistolas en la mano que persiguen sin descanso a los malos. Pero la verdad es que a la policía le gusta llevar una vida tranquila, igual que a nosotros. Su objetivo, básicamente, es esclarecer los problemas, clasificarlos, escribir un pulcro informe, archivarlo junto a otros pulcros informes en pilas enormes y olvidarse del tema. Los chicos malos lo saben y actúan en consecuencias. (Pág. 81) 
  • () Una vida solitaria te resulta inimaginable. Eres como uno de esos grandes y elegantes cruceros rebosantes de marinos, camareros, ingenieros, tipos con uniformes recién planchados y cordoncillos en la gorra. Requieres todo ese personal, sin mencionar a la gente guapa vestida de blanco que se entretiene jugando en la cubierta. Pero si te fijas bien, hay un pequeño esquife con una bandera negra que se dirige hacia el horizonte. Ese soy yo. Y me siento feliz allí, solo. (Pág. 153) 
  • Debería saber esperar, dada la forma que he elegido de ganarme la vida, si acaso la elegí y no fue más bien que me vi metido en esta profesión como quien se ve metido en una alcantarilla al caer por la boca abierta. En cualquier caso, no tengo el carácter adecuado para esperar. No tengo ningún problema en perder el tiempo. Puedo permanecer horas sentado en la silla giratoria de la oficina, frente a la ventana, con los ojos fijos en la secretaria del otro lado de la calle, inclinada sobre su dictáfono, sin siquiera verla la mitad de las veces. Puedo quedarme delante del tablero de ajedrez con la apertura de Gambito de Rey hasta que veo las piezas borrosas y los cuadros blancos y negros del tablero hacen que me dé vueltas la cabeza. Puedo sentarme con una cerveza en un local de mala muerte mientras el camarero me cuenta la estúpida que es su mujer y cómo sus críos no le tienen ningún respeto, y ni siquiera bostezar. Soy un profesional de perder el tiempo. Pero dame una  razón concreta que me obligue a esperar y en menos de quince minutos me estaré comiendo las uñas. (Pág. 289) 

Comentarios

Entradas populares