El Señor de los Anillos: Las dos torres - J. R. R. Tolkien
La narración que sigue con una detalla descripción de los campos de batalla como el Abismo de Helm, y la Batalla de Isengard, son la delicia para quien de la parte bélica y los cuentos de épica le atraigan; así mismo la mente de Tolkien, para quienes les atraen otros temas más benevolentes como los paisajes, plantas y bestiarios, amén de las costumbres de época, se mantienen a salvo en las canciones, y narraciones que se introducen en los labios de personajes como el viejo Bárbol y el mismo Aragorn.
Aunque las palabras usadas en este libro son mucho más oscuras y tristes que la primera entrega, nos permite avizorar el crecimiento y penurias de cada uno de los personajes, los cuales se vuelven más maduros, y sabios a medida que recorren los caminos peligrosos de la guerra. Frodo en compañía de su fiel sirviente Sam se ve abocado a tomar decisiones por sí solo sin tener a su lado al mago con quien inició sus jornadas; y Sam, sigue siendo Sam, y es uno de los personajes que con su sencillez y carisma, si se me permite decir, aún conserva cierto aire de inocencia que te hacen sonreír, y claro también esta el mete patas de Pippin.
Esta segunda entrega es bastante interesante y nos da pequeñas puntadas de lo que se viene para el último libro sobre el cual se define el destino del anillo, y también de algunos personajes que los hemos tenido rondado desde el primero, caso ejemplar el de Gollum, una criatura a la cual puedes llegar a aborrecer o a desarrollar cierto favoritismo por ella a medida que las oscuras jornadas avanzan en la Tierra Media.
Apartes
- ¡Gondor, Gondor, entre las Montañas y el Mar! El Viento del Oeste sopla aquí; la luz sobre el Árbol de Plata cae como una lluvia centellante en los jardines de los Reyes de antaño. ¡Oh muros orgullosos! ¡Torres blancas! ¡Oh alada corona y trono de oro! ¡Oh Gondor, Gondor! ¿Contemplarán los Hombres el Árbol de Plata, o el Viento del Oeste soplará de nuevo entre las Montañas y el mar? (Pág. 21)
- Las moradas de los Rohirrim se alzaban casi todas en el Sur, a muchas leguas de allí, en las estribaciones boscosas de las Montañas Blancas, ahora ocultas entre nieblas y nubes; sin embargo, los Señores de los Caballos habían tenido en otro tiempo muchas tropillas y establos en Estemnet, esta región oriental del reino, y los jinetes la habían recorrido entonces a menudo, de un extremo a otro, viviendo en campamentos y tiendas, aun en los mese invernales. Pero ahora toda la tierra estaba desierta, y había un silencio que no parecía ser la quietud de la paz. (Pág. 28)
- Unos gritos claros y fuertes resonaron en los campos. De pronto los jinetes llegaron con un ruido de trueno, y el que iba adelante se desvió pasando al pie de la colina, y conduciendo a la tropa hacia el sur a lo largo de las laderas occidentales. Los otros lo siguieron: una larga fila de hombres en cota de malla, rápidos, resplandecientes, terribles y hermosos. (Pág. 33)
- -Mis queridos y tiernos tontitos- siseó Grishnákh-,todo lo que tenéis, y todo lo que sabéis, se os sacará en el momento adecuado: ¡todo! Desearéis tener algo más que decir para contentar al Inquisidor; así será en verdad y muy pronto. No apresuremos el interrogatorio. Claro que no. ¿Por qué pensáis que is perdonamos la vida? Mis pequeños amiguitos, creedme, os lo ruego, si os digo que no fue por bondad. Ni siquiera Uglúk habría caído en esa falta. (Pág. 67)
- Así fue como presenciaron la última resistencia, cuando Uglúk fue atrapado en el linde mismo del bosque. Allí murió al fin a manos de Éomer, el Tercer Mariscal de la Marca, que desmontó y lucho con él, espada contra espada. Y en aquellas vastas extensiones los jinetes de ojos penetrantes persiguieron a los pocos orcos que habían conseguido escapar y que aún tenían fuerzas para correr. Luego habiendo enterrado a los compañeros muertos bajo un montículo, y habiendo entonado los cantos de alabanza, los jinetes prepararon una gran hoguera y desparramaron las cenizas de los enemigos. Así terminó la aventura, y ninguna noticia llegó de vuelta a Mordor o a Isengard; pero el humo de la incineración subió muy alto en el cielo y fue visto por muchos ojos atentos. (Pág. 72)
- -Sí, todo es muy oscuro y sofocante aquí- dijo Pippin-.Me recuerda de algún modo la vieja sala de la Gran Morada de los Tuk en los Smials de Tukburgo; una inmensa habitación donde los muebles no se movieron ni se cambiaron durante siglos. Se dice que Tuk el Viejo vivió allí muchos años, y que él y la habitación envejecieron y decayeron juntos. Nadie tocó nada allí desde que él murió, hace ya un siglo. (…) (Pág. 73)
- -¡Casi te gustaba el Bosque! ¡Muy bien! Una amabilidad nada común- dijo una voz desconocida -.Daos la vuelta, que quiero veros las caras.Me parece que no me vais a gustar, pero no nos apresuremos. ¡Volveos! -. Unas manos grandes y nudosas se posaron en los hombros de los hobbits, y los obligaron a darse vuelta, gentilmente pero con una fuerza irresistible; dos grandes brazos los alzaron en el aire. (Pág. 76)
- -Parece que siempre nos dejaron fuera de las viejas listas, y las viejas historias - dijo Merry -. Sin embargo, andamos de un lado a otro desde hace bastante tiempo. Somos hobbits. - ¿Por qué no añadir otra línea?- dijo Pippin. Los hobbits medianos, que habitan en agujeros. (Pág. 78)
- En seguida y con un estruendo llegó un grito resonante: ¡Rahum-rah! Los árboles se estremecieron y se inclinaron como si los hubiera atacado un huracán. Hubo otra pausa, y luego se oyó una música de marcha, como de solemnes tambores, y por encima de los redobles y los golpes se elevaron unas voces que cantaban altas t fuertes. Venimos, venimos, con redoble de tambor:¡ta-runda runda runda rom! (Pág. 105)
- ¡A Isengard! Aunque Isengard esté clausurada con puertas de piedra; aunque Isengard sea fuerte y dura, tan fría como la piedra y desnuda como el hueso, partimos, partimos, partimos a la guerra, a romper la piedra y derribar las puertas; pues el tronco y la rama están ardiendo ahora, el horno ruge; partimos a la guerra! Al país de las tinieblas con paso de destino, con redoble de tambor, marchamos, marchamos. ¡A Isengard marchamos con el destino! ¡Marchamos con el destino, con el destino marchamos! (Pág. 106)
- -¡Feliz hora en la que has vuelto a nosotros, Gandalf!- exclamó el Enano dando saltos y cantando alto en la extraña lengua de los Enanos -.¡Vamos, vamos!- gritó, blandiendo el hacha -.Ya que la cabeza de Gandalf es sagrada ahora, ¡busquemos una que podamos hendir! (Pág. 130)
- ¿Dónde están ahora el caballo y el caballero? ¿Dónde está el cuerno que sonaba? ¿Dónde están el yelmo y la coraza, y los luminosos cabellos flotantes? ¿Dónde están la mano en las cuerdas del arpa y el fuego rojo encendido? ¿Dónde están la primavera y la cosecha y la espiga alta que crece? Han pasado como una lluvia en la montaña, como un viento en el prado; los días han descendido en el oeste en la sombra de detrás de las colinas. ¿Quién recogerá el humo de la ardiente madera muerta, o verá los años fugitivos que vuelven del mar? (Pág. 137)
- En Dwimordene, en Lórien rara vez se han posado los pies de los Hombres, pocos ojos mortales han visto la luz que allí alumbra siempre, pura y brillante. ¡Galadriel! ¡Galadriel! Clara es el agua de tu manantial; blanca es la estrella de tu mano blanca; intactas e inmaculadas la hoja y la tierra en Dwimordene, en Lórien más hermosa que los pensamientos de los Hombres Mortales. (Pág. 145)
- Tenía el rostro muy hermoso, y largos cabellos que parecían un río dorado. Alta y esbelta era ella en la túnica blanca ceñida de plata; pero fuerte y vigorosa a la vez, templada como el acero, verdadera hija de reyes. Así fue como Aragorn vio por primera vez a la luz del día a Éowyn, Señora de Rohan, y la encontró hermosa, hermosa y fría, como una clara mañana de primavera que todavía no ha alcanzado la plenitud de la vida. (Pág. 147)
- -Esto me gusta más- dijo el Enano pisando las piedras -.El corazón siempre se me anima en las cercanías de las montañas. Hay buenas rocas aquí. Esta región tiene los huesos sólidos. Podía sentirlos bajo los pies cuando subíamos desde el foso. Dadme un año y un centenar de los de mi raza, y haré de este lugar un baluarte donde todos los ejércitos se estrellen como un oleaje. (Pág. 170)
- En medio de este clamor, apareció el rey. Montaba un caballo como la nieve; de oro el escudo y larga la lanza. A su diestra iba Aragorn, el heredero de Elendil, y tras él cabalgaban los Señores de la Casa de Eorl el Joven. La luz se hizo en el cielo. Partió la noche. -¡Adelante, Eorlingas! Con un grito y un gran estrépito se lanzaron al ataque. (Pág. 183)
- Los orcos, oyendo desde el Peñón aquel rumor doliente, vacilaron y miraron atrás. Y entonces, súbito y terrible, el gran cuerno de Helm resonó en lo alto de la torre. (Pág. 183)
- Mucho antes que se conociera el hierro o se hachasen los árboles; cuando la montaña era joven aún bajo la luna; mucho antes que se forjase el Anillo, o que se urdiese el infortunio, ya en tiempos remotos recorría los bosques. (Pág. 187)
- -No todo a lo que camina en dos pies- le dijo Legolas -.En eso creo que te equivocas. Es a los orcos a quienes aborrecen. No han nacido aquí y pocos saben de Elfos y de Hombres. Los valles donde crecen son sitios remotos. De los profundos valles de Fangorn, Gimli, de allí es de donde vienen, sospecho. (Pág. 191)
- Y cuando se encienden las antorchas, Legolas, y los hombres caminan por los suelos de arena bajo las bóvedas resonantes, ah, entonces Legolas gemas y cristales y filones de mineral precioso centellean en las paredes pulidas; y la luz resplandece en las vetas de los mármoles nacarados, luminosos como las manos de la Reina Galadriel. Hay columnas de nieve, de azafrán y rosicler, Legolas, talladas con formas que parecen sueños; brotan de los suelos multicolores para unirse a las colgaduras resplandecientes: alas, cordeles, velos sutiles como nubes cristalizadas; lanzas, pendones, ¡pináculos de palacios colgantes! Unos lagos serenos reflejan esas figuras: un mundo titilante emerge de las aguas sombrías cubiertas de límpidos cristales ; ciudades, como jamás Durin hubiera podido imaginar en sus sueños, se extienden a través de avenidas y patios y pórticos, hasta los nichos oscuros donde jamás llega la luz.(…) (Pág. 192)
- ¡Bien! Hagamos un pacto: si los dos regresamos sanos y salvos de los peligros que nos esperan, viajaremos algún tiempo juntos. Tú visitarás Fangorn conmigo, y luego yo vendré contigo a ver el Abismo de Helm. (Pág. 193)
- - Son los pastores de los árboles - respondió Gandalf- ¿Tanto hace que no os sentáis junto al fuego a escuchar las leyendas? Hay en vuestro reino niños que del enmarañado ovillo de la historia podrían sacar la respuesta a esa pregunta. Habéis visto a los Ents, oh Rey, los Ents del Bosque del Ent. ¿O creéis que le han puesto ese nombre por pura fantasía? No, Théoden, no es así: para ellos vosotros no sois más que historia pasajera; poco o nada les interesan todos los años que van desde Eorl el Joven a Théoden el Viejo, y a los ojos de los Ents todas las glorias de vuestra casa son en verdad pequeña cosa. (Pág. 195)
- (…) ¿Para Legolas y para mi? -gritó Gimli, incapaz de contenerse por más tiempo -.¡Bribones, amigos desleales, cabezas lanudas, y patas lanosas! ¡A buena cacería nos mandasteis! ¡Doscientas leguas a través de pantanos y bosques, batallas y muertes, detrás de vosotros! Y os encontramos aquí, banqueteando y descansando...¡y, hasta fumando! ¡Fumando! ¿Dónde habéis conseguido la hierba, villanos? ¡Por el martillo y las tenazas!¡Estoy tan dividido entre la rabia y la alegría que si no reviento sea un verdadero milagro. (Pág. 206)
- Bueno, allá va -dijo al volver-.Lo vi trepar escaleras arriba como una rata mojada. Aún queda alguien en la torre: una mano asomó y lo arrastró adentro.De modo que ya esta allí, y espero que la acogida haya sido buena. De modo que ya está allí, y espero que la acogida haya sido buena. Ahora necesito irme a lavarme todo este fango. Estaré arriba, del lado norte, si alguien quiere verme. Aquí abajo no hay agua limpia para que un Ent pueda beber o bañarse. Así que os pediré a vosotros dos, muchachos, que vigiléis la puerta y recibáis a los que vengan. Estad atentos, pues espero al Señor de los Campos de Rohan. Tenéis que darle vuestra mejor bienvenida; sus hombres han librado una gran batalla con los orcos. (Pág.228)
- La ventana volvió a cerrarse. Esperaron. De improviso otra voz habló, suave y melodiosa: el sonido mismo era ya un encantamiento. Quienes escuchaban, incautos, aquella voz, rara vez eran capaces de repetir las palabras que habían oído; y si lograban repetirlas, quedaban atónitos pues parecían tener poco poder. (Pág. 234)
- -¡Escuchadme, Señor! - dijo -. He aquí el peligro sobre el que se nos ha advertido. ¿Habremos conquistado la victoria para terminar aquí, paralizados y estupefactos ante un viejo embustero que se ha untado de miles la lengua viperina? Con esas mismas palabras les hablaría el lobo a los lebreles que lo han acorralado, si fura capaz de expresarse. ¿Qué ayuda puede ofreceros, en verdad? Todo cuanto desea es escapar de este trance difícil ¿Vais a parlamentar con este farsante, experto en traiciones y asesinatos? ¡Recordad a Théodred en el Vado y la tumba de Háma en el Abismo de Helm! (Pág. 236)
- -¡Horcas y Cuervos!- siseó Saruman, y todos se estremecieron ante aquella horripilante transformación -¡Viejo chocho! ¿Qué es la Casa de Eorl sino un cobertizo hediondo donde se embriagan unos cuantos bandidos, mientras la prole se arrastra por el suelo entre los perros? Durante demasiado tiempo se han salvado de la horca. (…) (Pág. 238)
- -¡Está bien! ¿Pero qué hay de malo en que te cuente lo que a mí me gustaría: echarle una ojeada a esa piedra? Sé que no puedo hacerlo, con el viejo Gandalf sentado encima, como una gallina empollando un huevo. Pero no me ayuda mucho no oírte decir otra cosa que no puedes así que duérmete de una vez. (Pág. 251)
- Altos navíos y altos reyes, tres veces tres. ¿Qué trajeron de las tierras sumergidas sobre las olas del mar? Siete estrellas y siete piedras y un árbol blanco. (Pág. 260)
- Por un instante el tenue resplandor llenó de júbilo los corazones de los hobbits; pero Gollum se agazapó, maldiciendo entre dientes la Cara Blanca. Y entonces Frodo y Sam, mirando el cielo, la vieron venir: una nube que se acercaba volando desde las montañas malditas; una sombra negra de Mordor; una figura alada, inmensa y aciaga. Cruzó como una ráfaga por delante de la luna, y con un grito siniestro, dejando atrás el viento, se alejó hacia el oeste. (Págs. 306-307)
- Grande como una casa, mucho más grande que una casa le pareció, una montaña gris en movimiento. El miedo y el asombro quizá la agrandaban a los ojos del hobbit, pero el Mûmak de Harad era en verdad una bestia de vastas proporciones, y ninguna que se le parezca se pasea por la Tierra Media; y los congéneres que viven hoy no son más que una sombra de aquella corpulencia y majestad. (Pág. 349)
- ¡Oiga usted, Capitán ! - Sam se plantó tranquilamente delante de Faramir, las manos en las caderas, y una expresión ceñuda, como si estuviese increpando a un joven hobbit que interrogado acerca de sus visitas a la huerta, se hubiese pasado de "fresco", como el mismo Sam decía. (Pág. 354)
- Guerra ha de haber mientras tengamos que defendernos de la maldad de un poder destructor que nos devoraría a todos; pero yo no amo la espada porque tiene filo, ni la flecha porque vuela, ni al guerrero porque ha ganado la gloria. Sólo amo lo que ellos defienden: la ciudad de los Hombres de Númenor; y quisiera que otros la amasen por sus recuerdos, por su antigüedad, por su belleza y por la sabiduría que hoy posee. Que no la teman, sino como acaso temen los hombres la dignidad de un hombre, viejo y sabio. (Pág. 365)
- Del otro lado del velo se refractaban los rayos horizontales del sol poniente, y la luz purpúrea se quebraba en llamaradas de colores siempre cambiantes. Les parecía estar junto a la ventana de una extraña torre élfica, velada por una cortina recamada con hilos de plata y de oro, y de rubíes, zafiros, y amatistas, ardiendo todo en un fuego que nunca se consumía. (Pág. 367)
- -Al menos hemos tenido la suerte de llegar a la mejor hora para recompensar vuestra paciencia- dijo Faramir -.Está es la Ventana del Sol Poniente, Henneth Annûn, la más hermosa de todas las cascadas de Ithilien, tierra de muchas manantiales. (Pág. 367)
- (…) Y a veces, como un hombre que le arroja una golosina a su gata (mi gata la llamaba él, pero ella no lo reconocía como amo), Sauron le enviaba aquellos prisioneros que ya no le servían. Los hacía llevar a la guarida de Ella-Laraña, y luego exigía que le describieran el espectáculo. (Pág. 438)
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