Las Aventuras de Huckleberry Finn - Mark Twain
Las aventuras de Huckleberry Finn| Mark Twain
Sinopsis
Huckleberry Finn, un joven rebelde e ingenioso, escapa de una vida de hipocresía y abuso en busca de libertad. En su travesía por el poderoso río Misisipi, se une a Jim, un esclavo fugitivo que sueña con la libertad. Juntos navegan entre peligros, descubrimientos y momentos de ternura, desafiando las injusticias de una sociedad profundamente dividida por el racismo y la moral impuesta.
Con una mirada mordaz y humor afilado, Mark Twain nos lleva al corazón de Estados Unidos en el siglo XIX, revelando sus contradicciones a través de la mirada honesta de un niño que aprende a escuchar su conciencia por encima de las normas.
Crítica
Hace unos días leímos una noticia que nos dejó inquietas: en Estados Unidos se debate nuevamente si Las Aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, debería eliminarse de las aulas. ¿El motivo? Su lenguaje racial y la forma en que retrata la esclavitud. Nuestra primera reacción fue clara: “¡Tenemos que leerlo!”.
¿Por qué? Porque la censura tiene un efecto curioso: cuanto más se prohíbe un libro, más atractivo se vuelve. Es un patrón que la historia repite una y otra vez. Basta mirar atrás: en la Alemania nazi, miles de libros fueron quemados con la excusa de “proteger” a la población de ideas peligrosas. Sin embargo, esas obras silenciadas terminaron convertidas en símbolos de resistencia y en objetos de deseo. Lo prohibido despierta curiosidad, y lo prohibido en literatura, todavía más.
Impulsadas por esa polémica, decidimos leer por primera vez este clásico que tantas generaciones han comentado. Lo que encontramos nos sorprendió. Sí, hay palabras incómodas y el contexto de la esclavitud está presente. Pero reducir Huckleberry Finn a eso es no entender su esencia. Twain escribió una obra que, bajo la apariencia de una simple aventura, despliega una crítica feroz contra la hipocresía y las injusticias de su tiempo.
La historia sigue a Huck, un niño criado en una sociedad racista, que enfrenta un dilema moral enorme: obedecer lo que le enseñaron —que Jim, un hombre negro, es solo propiedad— o escuchar su conciencia y ayudarlo a escapar. Huck cree que esa decisión lo condenará al infierno, pero aun así la toma. En ese gesto sencillo, Twain coloca una carga ética que, más de un siglo después, sigue vigente: ¿qué hacemos cuando la ley es injusta?
Leer a Twain, además, es un verdadero deleite. Su ironía, su humor ácido y su capacidad para desnudar prejuicios sociales hacen que la lectura sea entretenida sin perder profundidad. Y hay algo más: el libro respira vida real. Twain fue conductor de vapores en el Misisipi, y esa experiencia late en cada página. El río no es solo un escenario; es un personaje vivo, con pulso propio, que acompaña el crecimiento de Huck y la relación con Jim.
Ahora bien, seamos honestas: ¿por qué le dimos 4 estrellas y no cinco? Porque hubo momentos en los que desconectamos con los personajes. Jim, por ejemplo, nos exasperó en ciertos pasajes por su candidez extrema y la forma en que trataba a Huck, como si fuera alguien mucho más importante de lo que realmente era. Al principio lo sentimos forzado, incluso injusto. Pero luego reflexionamos: quizá esa era la visión que Twain quería plasmar. Así funcionaban las relaciones humanas en aquella época, y la sociedad veía —y hacía ver— a los esclavos como seres dependientes, sin autonomía. Esa incomodidad, en realidad, es una puerta al debate.
Y aquí surge una pregunta crucial: ¿por qué juzgar un libro del siglo XIX con la mentalidad del siglo XXI? Pretender que una obra escrita hace más de 140 años cumpla con nuestros paradigmas éticos y morales es desconocer algo fundamental: las sociedades cambian, evolucionan. El ser humano está diseñado para transformarse en lo político, en lo social y, sobre todo, en lo humano. Exigirle a Twain —o a cualquier autor del pasado— que piense como nosotros es coartar la memoria; es negarnos a entender cómo llegamos hasta aquí. Piénsalo: sería como si en Colombia alguien propusiera eliminar a Gabriel García Márquez porque en sus obras hay machismo, violencia o realidades que hoy nos incomodan. ¿Acaso eso haría que esas realidades no existieran? No. Quitarlas sería arrancar páginas a la historia, sería borrar el espejo que nos muestra de dónde venimos.
Por eso creemos que prohibir libros no protege: limita. Las Aventuras de Huckleberry Finn no debe ser censurado, sino enseñado con contexto, acompañado de conversaciones que inviten a reflexionar sobre cómo hemos cambiado (y cuánto nos falta). Porque la literatura no está para complacernos; está para confrontarnos.
Nuestra conclusión: este clásico se lleva 4 de 5 estrellas ⭐⭐⭐⭐. Es una obra poderosa, llena de ironía, crítica y humanidad, aunque no exenta de incomodidades. Pero esas incomodidades son, precisamente, las que la hacen valiosa. Si empezamos a borrar todo lo que molesta, ¿qué quedará de la memoria? ¿Qué quedará de la literatura?
📚 Y ahora te preguntamos: ¿prohibir libros es proteger a los lectores… o protegernos de pensar?
Apartados
- Aviso
Las personas que intenten encontrar un motivo en esta narración serán perseguidas.Aquellas que intenten hallar una moraleja serán desterradas, y las que traten de encontrar un argumento serán fusiladas.
Por orden del autor, EL JEDE DE LAS ÓRDENES.
- No sabéis quién soy como no hayáis leído un libro titulado Las Aventuras de Tom Sawyer, pero eso no importa.Ese libro lo hizo el señor Mark Twain, y en él dijo la verdad poco más o menos. Exageró algunas cosas; pero, en general, dijo la verdad.Eso no es nada. Jamás conocí a nadie que no mintiera alguna vez, como no sea tía Polly, o la viuda, o tal vez Mary.
- Es maravilloso vivir en una balsa. Teníamos el cielo, allá arriba, salpicado de estrellas, y solíamos tumbarnos boca arriba para contemplarlas y discutir si eran producto de la creación o si simplemente ocurrieron. Jim admitía que eran producto de la creación, pero yo admitía que ocurrieron; juzgaba que habría tardado demasiado en crear tantas.
- Pescamos, hablamos y nos bañábamos de vez en cuando para no quedarnos dormidos. Era una experiencia solemne, navegar por el caudaloso río tranquilo, tumbados de espaldas mirando las estrellas, y nunca nos apetecía hablar alto, y no solíamos reírnos, solo una especie de risita baja. En general, hacía muy buen tiempo, y nunca nos pasó nada, ni esa noche ni la siguiente.
- Se marcharon y yo volví a bordo de la balsa, casi enfermo y desanimado, porque sabía perfectamente que no había obrado bien y me di cuenta de que era inútil que intentara aprender a conducirme como es debido. Al que no lo ponen sobre el buen camino cuando es pequeño, no tiene la menor probabilidad a su favor. Cuando se ve en un momento crítico, no tiene nada que le apoye y le haga concentrar en su trabajo, de modo que sale vencido.
Medité después un momento y me dije: espera un poco, suponte que hubieras obrado bien y hubieses entregado a Jim, ¿te hubieras sentido mejor de lo que te sientes ahora? No, me dije, me sentiría mal, me sentiría exactamente igual que me siento ahora.Pues entonces me dije, ¿para qué ha de servir aprender a obrar bien cuando el hacer bien es fastidioso y no cuesta ningún trabajo obrar mal y el premio es el mismo en los dos casos? Encallé. No podía contestar a eso. De modo que decidí no preocuparme más de ello y en adelante hacer lo que fuera más sencillo cuando se presentara el caso.
- Ser o no ser; esa es la cuestión
que convierte una vida tan larga en calamidad
- - Sí, es lo bastante buena para mí, es tan buena como me merezco; porque, ¿quién me arrastró tan bajo estando yo tan alto? Yo, yo mismo. No les culpo a ustedes, caballeros...muy lejos de ello. No culpo a nadie.Me lo merezco todo. Que el mundo despiadado haga conmigo lo peor que sepa. Una cosa sé: en algún sitio hay una tumba para mí. El mundo podrá continuar como siempre, y quitármelo todo..., seres queridos, bienes, todo..., pero no puede quitarme eso. Algún día me tenderé en ella y lo olvidaré todo, y mi pobre corazón lacerado hallará un reposo.
- No tardé mucho en convencerme de que estos mentirosos no eran reyes ni duques, sino unos estafadores de baja estofa. Pero nunca dije nada, nunca lo dejé entrever; me lo guardé para mí; es lo mejor; así no hay peleas ni problemas. Si querían que los llamáramos reyes y duques, no tenía objeción, siempre y cuando se mantuviera la paz en la familia; y no tenía sentido decírselo a Jim, así que no se lo dije. Si algo aprendí de papá, fue que la mejor manera de llevarse bien con su clase de gente es dejar que se salgan con la suya.
- Todos los reyes son en su mayoría bribones, hasta donde puedo distinguir.
- ¿Qué si os conozco? Os conozco como si os hubiese parido. Nací y me crié en el Sur y he vivido en el Norte; ya veis, pues, si conozco al hombre corriente en general. El hombre corriente es un cobarde. En el Norte, se deja pisotear por cualquiera y luego va a su casa a pedirle a Dios un espíritu humilde para soportarlo. En el Sur, un hombre, completamente solo, ha dado el alto a una diligencia llena de hombres en pleno día y les ha robado a todos.
Porque vuestros periódicos os llaman tantas veces un pueblo valeroso, os pensáis que sois más valientes que ningún otro pueblo..., mientras que en realidad sois tan valerosos como cualquier otro pueblo, pero ni un tanto así más. ¿Por qué no ahorcan vuestros jurados a los asesinos? Porque temen que los amigos del condenado se los carguen de un tiro a la espalda en la oscuridad... que es precisamente lo que harían.
- Lo más lastimero del mundo es una chusma; eso es lo que es un ejército: una chusma. no luchan por valor innato en ellos, sino con el valor que proviene de su masa, y de sus oficiales.Pero una chusma que no lleva un hombre enfrente de ella no es digna de lástima. Ahora, lo que haréis es meter el rabo entre las piernas, iros a casa y esconderos en un agujero.
- Me sentía tan solo que deseaba estar muerto. Las estrellas brillaban y las hojas susurraban en el bosque con un llanto lastimero; y oí a lo lejos un búho que ululaba por alguien que había muerto, y un chotacabras y un perro que lloraba por alguien que iba a morir.
- Son las pequeñas cosas las que más facilitan el camino a las personas
- A veces te vas a lastimar, y a veces te vas a enfermar; pero siempre vas a mejorar de nuevo.
- Así es la gente. Se deprimen cuando no saben nada al respecto.
- Los seres humanos pueden ser terriblemente crueles entre sí.
- Tener fe es creer en algo que sabes que no es verdad.
- Lo correcto es correcto, y lo incorrecto es incorrecto, y nadie tiene derecho a hacer el mal si no es ignorante y sabe más.
- No importa si haces lo correcto o lo incorrecto, la conciencia de una persona no tiene sentido y simplemente va tras él de todos modos
- Jim dijo que las abejas no pican a los idiotas, pero no lo creí, porque yo mismo las había probado muchas veces y no me picaban.
- No deseo ninguna recompensa, salvo saber que he hecho lo correcto.
- No podía soportar pensar en ello; y, sin embargo, de alguna manera, no podía pensar en nada más.
- ¿No tenemos a todos los tontos del pueblo de nuestro lado? ¿Y no es esa una mayoría suficientemente grande en cualquier pueblo?
- Me estremecí. Y casi decidí rezar, a ver si podía intentar dejar de ser el chico que era y ser mejor. Así que me arrodillé. Pero no me salían las palabras. ¿Por qué no? No tenía sentido ocultárselo a Él. Ni a MÍ tampoco. Sabía muy bien por qué no me salían. Era porque mi corazón no estaba bien; era porque yo no era recto; era porque estaba jugando a dos. Estaba dejando que YO abandonara el pecado, pero en el fondo me aferraba al más grande de todos. Intentaba que mi boca dijera que haría lo correcto y lo limpio, que iría a escribirle al dueño de ese negro y le diría dónde estaba; pero en el fondo sabía que era mentira, y Él lo sabía. No se puede rezar una mentira; lo descubrí.
- Así que estaba lleno de problemas, lleno como podía estarlo; y no sabía qué hacer. Por fin tuve una Idea; y dije: "Iré a escribir la carta y luego veré si puedo rezar". Fue asombroso cómo me sentí ligero como una pluma desde el primer momento, y todos mis problemas se habían ido. Así que tomé un papel y un lápiz, contento y emocionado, y me senté y escribí: "
Señorita Watson, su negro fugitivo, Jim, está aquí abajo, dos millas más allá de Pikesville, y el Sr. Phelps lo tiene y lo entregará a cambio de la recompensa si usted lo envía".
HUCK FINN.
Me sentí bien y limpio de pecado por primera vez en mi vida, y sabía que ahora podía rezar. Pero no lo hice de inmediato, sino que dejé el papel y me quedé allí pensando, pensando en lo bueno que era que todo esto sucediera así, y en lo cerca que estoy de perderme e ir al infierno. Y seguí pensando. Y me puse a pensar en nuestro viaje río abajo; y veo a Jim delante de mí todo el tiempo: de día y de noche, a veces a la luz de la luna, a veces con tormenta, y nosotros... Flotando, hablando, cantando y riendo. Pero, por alguna razón, no encontraba nada que me hiciera enojar, salvo lo contrario. Lo veía haciendo mi guardia encima del suyo, en lugar de llamarme, para que pudiera seguir durmiendo; y lo veía contento cuando salía de la niebla; y cuando volvía a verlo en el pantano, allá arriba donde estaba la disputa; y momentos así; y siempre me llamaba cariño, me acariciaba y hacía todo lo que se le ocurría por mí, y lo bueno que siempre era; y por fin, di con la vez que lo salvé diciéndoles a los hombres que teníamos viruela a bordo, y él se mostró muy agradecido, y dijo que yo era el mejor amigo que el viejo Jim había tenido en el mundo, y el ÚNICO que le quedaba ahora; y entonces, por casualidad, miré a mi alrededor y vi ese papel.
Era un lugar estrecho. Lo tomé y lo sostuve en mi mano. Estaba temblando, porque tenía que decidir, para siempre, entre dos cosas, y yo Lo sabía. Lo estudié un minuto, conteniendo la respiración, y luego me dije:
«Bueno, entonces me voy al infierno», y lo rompí.
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