Circo Máximo - Santiago Posteguillo
Circo Máximo | Santiago Posteguillo

Sinopsis
Circo Máximo es la historia de Trajano y su gobierno, de guerras y traiciones, lealtades insobornables e historias de amor imposibles. Hay una vestal, un juicio, inocentes acusados, un abogado brillante, mensajes cifrados, fortalezas inexpugnables, dos aurigas rivales, gladiadores y tres carreras de cuadrigas. Hay un caballo especial, diferente a todos, leyes antiguas olvidadas, sacrificios humanos, amargura y terror, pero también destellos de nobleza y esperanza, como la llama del Templo de Vesta, que, mientras arde, preserva Roma. Sólo que algunas noches la llama tiembla. La rueda de la Fortuna comienza entonces a girar. En esos momentos, todo es posible y hasta la vida de Trajano puede correr peligro.
Y, esto es lo mejor, ocurrió: hubo un complot para asesinar a Marco Ulpio Trajano.
Crítica
¡Muerte o victoria!, gritaban los legionarios en la batalla del Tapae y la guerra contra una Dacia que se creía invencible detrás de las murallas de sus valles protegidos por impenetrables fortificaciones ubicadas en puntos inaccesibles de pasos de montaña. Una región en la que se jugaba el todo o nada contra una Roma que amenazaba en sucumbir en un caos económico y las ya tan conocidas intrigas palaciegas que atrae un César extranjero. Un César que, de hecho, era visto aún con reticencia por el senado y tenía que demostrar su valía en batalla.
Trajano en esta entrega se ve arrinconado y fuera de su elemento crucial y a tientas intenta encontrar la estrategia que le permita consolidarse en el poder de una vez por todas, pero las cartas de Fortuna, se encuentran ya barajadas y los enemigos aparecen incluso en el seno de su familia con un Adriano, que intenta abrirse paso a través de ardides mucho más sangrientas, y una Plotina cada vez más ávida de poder.
La acusación a una vestal y la caída en desgracia de un auriga en el Circo Máximo trae consecuencias impensables para el mismísimo emperador, quien se ve atado a ellos a través del voto hecho a su padre de proteger a los descendientes de Domicia Longina. Un personaje que si bien no aparece mucho en esta segunda fase de la vida de Trajano, sí logra influir en las decisiones de un emperador cada vez más humano.
El encuentro fortuito de las memorias de un César asesinado le da un punto de giro a la suerte de Trajano quien emprende los sueños de Julio Cesar de conquistar Oriente; sin embargo la inestabilidad de su régimen se centra ahora en el poder religioso cuando Menonia, una de sus vestales se enfrenta a una acusación por crimen incesti. Una mujer cuya figura representa a la vieja Roma de Domiciano y a la nueva que intenta estructurar el emperador.
Antiguos y nuevos personajes, aparecen en esta entrega de manera vertiginosa, la suerte de Marcio y Alana, ahora con un su nuevo retoño Tamura, llama la atención sobre aquellos reinos barbaros contra los que luchaba el imperio Romano y el final de Longino y la ascensión de Quieto nos abre un nuevo camino que apenas dibuja el autor.
Los enfrentamientos en el circo romano son narrados de manera épica, permitiendo al lector adentrarse al intrincado mundo de gladiadores y aurigas; así como las tan ya reconocidas descripciones de las guerras que se han convertido en la firma de autor de Posteguillo hacen la delicia de una lectura ágil y rica en detalle, donde cada personaje logra encajar de manera perfecta en un mosaico que permite dilucidar el arduo estudio del autor para configurar unas escenas majestuosas como es la caída del mismo Decébalo y de su hermana Dochia.
Circo Máximo es una entrega para leer y releer y entender cómo se va transformado el imperio romano de las manos de un César ibérico y cómo se asienta una dinastía en un poder que cada vez se le torna más escurridizo y aciago, esperemos que la tercera y última entrega sea igual de fructífera que está.
Frases
-[23] ¡Sólo tu puedes salvarla! ¡Sólo el gran Plinio puede conseguirlo!- dijo aquel hombre entre sollozos, postrado ante el poderoso senador de Roma, abrazándole las rodillas en señal de máxima sumisión mientras seguía repitiendo aquellas palabras como una letanía de sufrimiento eterno -.¡Sólo Plinio puede salvar a mi hija! ¡Sólo Plinio!
-[25] (…) Este niño, Celer, tenía un don, un don especial con los animales y en particular con los caballos, de tal forma que tú mismo, para ayudarle a que tuviera un medio de vida, influiste para que fuera admitido en una de las cuatro grandes corporaciones de cuadrigas de la ciudad, la de los rojos.
-[26] Era difícil revertir en apenas dos o tres años la perniciosa tendencia que se había instalado en Roma durante los largos, lentos y penosos quince años del gobierno de Domiciano. Torcer a los hombres siempre es más fácil que enderezarlos. Plinio miró el suelo. Menenio había sido siempre un amigo leal y hombre honesto. Había tenido que sufrir que su hija fuera designada por Domiciano como nueva vestal. Aquello no había sido sino una maniobra más del emperador para controlar a un hombre honrado.
-[30] (…) Necesito un puente sólido, fuerte y permanente sobre el Danubio. Eso es lo que necesito. Eso es lo que quiero. ¿Puedes construirlo? Me dijeron que si quería algo que pareciera imposible, algo que nunca se haya hecho antes porque se cree que no puede hacerse, el único hombre en Roma capaz de conseguir imposibles eres tú.
-[33] La presencia del filósofo en el palacio imperial generó la sorpresa de muchos y la incomprensión de algunos, pero como fuera que Dión nunca pedía nada para sí mismo ni parecía influir de forma perniciosa sobre el César, todos pasaron a considerar aquella extraña relación como un capricho peculiar del nuevo emperador que, a fin de cuentas, no hacía daño a nadie. Ese Dión Coceyo, originario de la ciudad de Prusa, era el que se encontraba en ese momento frente al emperador Trajano.
-[36]-Sin duda esa contención por parte del César muestra inteligencia y sabiduría. No es correcto decir que el César es ingenuo, no lo es, es evidente, ahí no he estado ajustado en mi forma de expresarme, pero el emperador no debe infravalorar nunca el tremendo poder del dinero, especialmente de quien lo ha tenido y lo ha perdido. El César exigió que todos estos condenados devolvieran al Estado grandes cantidades de dinero.
-[36] -Lo justo- repitió el filósofo -,sí pero lo justo no agrada nunca a los que se acostumbraron a la injusticia, y más aún cuando ésta era provechosa para ellos.
-[41] -Sea-dijo Mario Prisco en el silencio de aquel patio en ruinas. Había adquirido el hábito de hablar a solas. A falta de confidentes, de consejeros, a falta siquiera de un esclavo de confianza, Prisco hablaba al viento de Moesia -.Recuerdo todo aquel maldito juicio pero, por encima de todo, recuerdo la faz impasible del emperador Trajano.
-[56]-Has de ser fuerte mi pequeña Menenia. Un día todo esto cambiará, vendrá un emperador más justo, más sabio, y tú vivirás para verlo y será entonces, al final de todo este sufrimiento, la Vestal Máxima y velarás por las nuevas vestales, las nuevas niñas que vendrán con el mismo miedo con el que llegaste tú, y cuidarás de ellas y de las vestales mayores y de la llama de Vesta. Tu, Menenia, verlas por el mismísimo emperador, por Roma entera y, al final de todo, tendrás tu premio.
-[65] -Más estiércol- gritó a uno de sus ayudantes. Los aurigas tenían la creencia, equivocada, de que el mal olor del estiércol de jabalí podía evitar que en caso de accidente los caballos los pisaran.
-[65] De hecho sus cuatro caballos, el inteligente Niger, a su izquierda, el rapidísimo Ornyx, a su derecha, y los dos centrales, Raptore y Tigris, llevaban diferentes amuletos de oro y plata colgados en los petos, además de lucir al cuello cintas del color rojo de la corporación por la que corrían. Los armentarii se aseguraron de que las crines estuvieran bien trenzadas con los aderezos de piedras semipreciosas que las decoraban y comprobaron que las colas de los caballos estuvieran bien atadas, de forma que no pudieran enredarse con las riendas.
-[71] -¡Adelante Tuscus, Passerinus, Pomperanus, Victor! ¡Por Hércules, adelante!- aúlla Acúleo a sus caballos, y la cuadriga de los azules toma desde el principio la primera posición.
-[88] El rojo no tenía posibilidades y, sin embargo, aquel tesón, aquella tenacidad, aquella lucha constante sin dar por perdido lo que cualquiera habría dado por perdido desde la misma salida, empezaron a despertar cierta simpatía en el emperador. Eso, no obstante, lo tensionó aún más. Un César tenía poco margen para sentir simpatías.
-[92] Marcio no tenía miedo a combatir de nuevo. Nunca lo tuvo. No por él. De hecho se distinguió rápidamente entre los sármatas como uno de los mejores guerreros y todos empezaron a apreciarlo aún más, incluso aquel guerrero al que le rompió la nariz; Akkás se llamaba, y era un líder entre ellos y también valiente.
-[95] En ese momento no existe nada más en su mente, ni en la de Niger, Tigris, Raptore y Ornyx. Los cinco son uno y galopan empujados por el ansia irrefrenable de la victoria.
-[101] -¿No ves que no puede, hombre?- interpuso alguien; por lo poco que Juan podía ver se trataba de otro legionario. Alguien más piadoso. Aquellos hombres de guerra de Roma [102] no eran ni los mejores ni los peores que el resto; en su mayoría estaban embrutecidos por su oficio, pero no todos.
-[102] -Libres seremos todos cuando dejemos este mundo. Entretanto cargamos con demasiados crímenes. Todos.
-[105] Hay mucho dinero en juego esta mañana. Gente muy importante ha apostado mucho oro y hemos de ganar como sea. Que nadie se me acerque. Si les fallamos estos hombres que han apostado por nosotros son capaces de cualquier cosa. Pero si ganamos habrá oro para todos.
-[111] Tercio Juliano, volvió a quedarse a solas. Miraba la mesa. Enviados con salvoconducto imperial hacia el norte. Mensajeros dacios hacia el sur. Él no creía en las negociaciones. Pronto empezarían los mensajes cifrados. Luego la sangre. Y él y sus hombres de la VII estarían en primera línea de combate.
-[114] Menenia estaba siempre más allá, en otro mundo. A veces había pensado en matarse, pero qué mejor lugar para morir que allí, corriendo en busca de la victoria en medio del Circo Máximo. Eso era lo único que los aurigas y los patronos de los azules no habían calculado bien: habían comprado a todos los jueces, contratado a un gran auriga de Tracia y traído los mejores caballos de África, pero no habían considerado el grado de desesperación en el que Celer vivía.
-[117] Marco Ulpio Trajano sabía que su mujer no era una gran aficionada a las carreras de cuadrigas. Aquello lo confirmaba. -En Roma, Plotina- le explicó su esposo sin dejar de mirar la pista con ojos de admiración -, en el Circo Máximo, gana la carrera el carro que llega primero a la meta final; que su auriga vaya encima o no es secundario.
-[120]Niger estaba desfallecido y lo mismo Tigris y Raptore. En la recta era Ornyx el que marcaba el ritmo, el que empujaba a los tres. Había sido adiestrado sólo para eso: para correr más que nadie en una recta. Ornyx como Niger, no podía soportar que un caballo galopara por delante de él. Antes que eso se moriría en la carrera. Antes que eso el desfallecimiento total, pero si eso no pasaba y si sus compañeros lo seguían, Ornyx no iba a permitir que ningún otro caballo que no fueran ellos galopara por delante.
-[130] Sexto Atio Suburano lo miró de arriba a abajo. Le gustó aquella decisión de Celer al identificarse, no sólo porque simplificaba enormemente su trabajo sino porque el jefe del pretorio, como viejo militar que era, apreciaba en lo que valía la valentía y el honor.
-[133] Sólo había un pequeño gran problema: en Roma siempre era mucho más fácil conseguir una condena, como con el gobernador corrupto Prisco, que una absolución. Y las cuatro últimas vestales acusadas de crimen incesti estaban muertas.
-[140] Tiberio Claudio Máximo había ido ascendiendo gracias a ser disciplinado. La misión era asistir a aquel arquitecto y eso iban a hacer, y al que no le gustara aquello más valía callarse o ahogarse en aquel maldito río. El veterano duplicarius se acercó a Apolodoro. Había recibido órdenes del decurion, que se había adelantado a inspeccionar el terreno con otros jinetes, de proteger a aquel hombre, escoltarlo por la región y facilitarle lo que necesitara, y en ello estaba, pero era cierto que aquello no tenía mucho sentido.
-[144] Atellus empezó su particular cursus honorum en el submundo de Roma como un vulgar ladrón, pero luego descubrió algo que daba mucho más dinero: la información. Los senadores, los abogados, las patricias que se sentían traicionadas por sus maridos, los comerciantes que tenían deudores imposibles de encontrar...todas esas personas estaban dispuestas a pagar mucho dinero simplemente por saber cosas. Darse cuenta de eso fue su gran genialidad.
-[151]-Eres el procurator bibliothecae augusti. Te he nombrado para tal cargo con la idea de que seas tú precisamente el que decida qué debe hacerse con los rollos de las diferentes bibliotecas de Roma: cómo clasificarlos, cómo ordenarlos, cómo distribuirlos por los edificios. Si vas a venir a consultarme cada vez que encuentras algo que consideres curioso no podré nunca ocuparme de otra cosa que no sea leer todo lo que a ti te parezca interesante. Y sinceramente, tengo cosas más importantes que hacer.
-[201] Un hombre encapuchado, alto, se acercaba a ella. La vestal tuvo miedo, aunque sabía que era imposible que alguien pudiera entrar en aquel edificio sin la autorización expresa de la guardia pretoriana. Eso quería decir que nadie que el emperador no quisiera podría acercarse a ella jamás. Y estaba segura de que el César la protegía. No sabía bien cómo o por qué pero estaba convencida de que era así.
-[203] Has de custodiar este papiro. No me fío de nadie más. Menenia se sintió abrumada por la responsabilidad. Sintió también algo de lástima por el emperador: tan poderoso, y, si embargo, no podía confiar en nadie de su propia familia.
-[204] Trajano la miró fijamente. Sonrió al tiempo que asentía. -Más incluso que la Vestal Máxima- dijo-.Aunque te cueste creerlo, esa persona sabe más de Roma que Roma misma. Si alguna vez estás en peligro, puedes acudir a esa mujer y ella te ayudará. Siempre encontró caminos para sobrevivir cuando todo parecía perdido.
-[207] Si de algo sabía Alana era de armas, lo que Marcio no tenía tan claro es que supiera cómo criar niños y menos aún niñas. Aunque lo cierto es que allí todos los pequeños eran adiestrados en la lucha desde una edad muy temprana, Alana quería que Tamura fuera la primera en saber luchar. Marcio pensó que aún podía ser peor: podría haberse empeñado en empezar con el cuchillo.
-[208] -Vámanos, Tamura - dijo Alana-, que tu padre se ha enfadado. Los gladiadores ¿sabes?- le seguía diciendo a la niña -, son más débiles que las guerreras sármatas. Ya lo aprenderás, lo que pasa es que son guapos...
-[238]Los oficiales que estaban a su alrededor lo imitaron y el gesto fue extendiéndose por las cuatro legiones desplegadas justo por detrás de la línea de auxiliares que seguía corriendo al encuentro de la primera línea enemiga. Al poco, el ensordecedor griterío de los dacios quedó envuelto en el clamor gigantesco de miles de legionarios que golpeaban los gladios contra sus escudos. El valle del Tapae vibraba, la tierra se estremecía, el tiempo se detuvo. Roma entraba en combate.
-[240] -Estamos cerca- lo interrumpió Tercio Juliano-.Estamos cerca, decurión, y eso será lo que dirás a todo el mundo, porque realmente estamos cerca. Si hay que subir montañas o luchar contra catafractos sármatas, eso es otro asunto, pero estamos cerca y vamos a cruzar esos montes esta misma mañana. La supervivencia del primer ejército, de las legiones del emperador, está en juego. Así que vamos a cruzar esos montes.
-[241] Los tribunos del segundo ejército de campaña se dispersaron cada uno en dirección a su legión. Todos sabían que muchos de ellos no llegarían vivos al final de aquel día. Eran veteranos en aquellas lides. Perra vida. Buena vida muchos días, pero aquella mañana iba a ser muy dura, pésima.
-[243] Estaba totalmente concentrado. La lluvia arreciaba en el exterior. Una guerra se libraba unas millas al norte. Roma, al sur, vivía de espaldas a todos ellos, en su mundo de gloria particular y perenne mientras los hombres se mataban en los confines de sus dominios. Pero para Apolodoro sólo había un río, un puente y unos cálculos.
-[248]-¡Con el César! ¡Muerte o victoria! ¡Por Trajano!
-¡Por Trajano! ¡Por Trajano! ¡Por Trajano!- Los jinetes, del emperador entonaban al unísono el nombre de su César. Luchaban por él y morirían por él si era necesario, pero antes se llevarían por delante a un montón de aquellos malditos sármatas.
-[248] La caballería imperial marchaba al trote primero y luego al galope al encuentro de la más terrible de las caballerías del mundo: los catafractos sármatas, sólo equiparables en poder destructivo a los catafractos de Partia. La única suerte era que los sármatas tenían menos jinetes acorazados que los partos. Aun así habían reunido miles al pie de los montes Semenic. Un enemigo mortal.
-[251] Tercio Juliano se situó junto con las cohortes de vanguardia. Los centuriones se quedaron sorprendidos. No era habitual ver a un legatus con las cohortes de soldados jóvenes e inexpertos. Los árboles que los rodeaban parecían traer un susurro extraño. El viento iba cargado de guerra.
-¡Ya están aquí!- grito Juliano a pleno pulmón.
Los sármatas aparecieron entre las ramas y los matorrales. Era como si hubieran descendido al Hades.
-[255] No le pareció mal. Juliano había recibido las órdenes de llegar allí antes de que la batalla terminara y desalojar de aquel extremo del valle toda resistencia del enemigo. Y eso estaba haciendo. Un hombre capaz. Por hombres así, Roma gobernaba el mundo.
-[266] Cayo Quinto Cincinato miró al arquitecto sin decir nada. Él, como tribuno militar, no sabía muchas cosas sobre troncos, pero sí sabía que la madera, al cabo de mucho tiempo bajo el agua o próxima a ella, podía quebrarse. Hasta ahí llegaba.
-[273]-No tengo...augusto...suficiente tela para vendarlos a todos. Solo vendo a los más graves...
-¡Por Marte! ¡Eso no puede ser!- exclamó Trajano visiblemente molesto -¡Han luchado por Roma! ¡Han sido heridos por ella! ¡Merecen que Roma los atienda ahora que necesitan ayuda!
-[273] -No hay vendas. Ya lo has dicho- sentenció el emperador. Trajano apretaba los labios -. Está todo mi bagaje, con mis togas imperiales y mis túnicas y las telas que se usan en la tienda del praetorium para decorar, y mis sábanas y mantas...-Miro entonces a Liviano-.Que lo traigan todo aquí y que Critón use todo lo que necesite.-Y se dirigió al médico-.Corta todas las telas como más útiles te resulten; usa todas mis togas si te hace falta, pero quiero a esos hombres con sus heridas curadas y vendadas. ¿Esta claro?
-[274] -Lo único que trae mala suerte, sobrino, es un legionario herido.
-[274]A medida que Trajano se iba aproximando seguido por Longino, Sura, Quieto y el resto de los legati, tribunos y guardia pretoriana, los oficiales britanos e ilirios se iban haciendo a un lado para que el emperador pudiera admirar bien el presente que le habían preparado: una gran pila de cabezas cortadas se acumulaban justo donde empezaba el bosque.
-[278] Los cuerpos desnudos eran tan parecidos unos a otros que sólo el semblante de cada uno podía valer para identificar a quien se buscaba rápidamente. La tarea resultaba complicada, pero alguien le saludó alzando el brazo, lo cual facilitó las cosas enormemente. Plinio se acercó al senador Menenio.
-[281] Con frecuencia los caprichos de los dioses se me antojaban extraños. Siempre cumplimos con todos los ritos sagrados: mi esposa acudió decenas de veces a los luperci, durante la Februa, para que estos sacerdotes la tocaran con las tiras sagradas de cuero con el fin de aumentar su fertilidad, siempre sin resultado.
-[294] El arquitecto siguió entonces con cuidado las instrucciones del manual De architectura de Vitrubio y también del libro Pneumatica de Hero de Alejandría. Sabía que en la biblioteca de la gran capital de Egipto debía de haber copias del texto de Ctesibio, el matemático griego de la época de Tolomeo II y Tolomeo III que había inventando, entre otras muchísimas genialidades, aquellas magníficas bombas de extraer agua, pero Apolodoro no había podido aún acceder a esos escritos.
-[296] A Apolodoro siempre le había sorprendido aquel desprecio, pues sin esos canteros la mayor parte de los grandes edificios romanos nunca podría llevarse a término. Cualquier gran obra pública podía intentar hacerse sin la amistad de aquellos obreros, pero lo que nunca podría conseguirse era una gran construcción contra su voluntad: o cortaban la piedra con maestría o no habría sillares robustos y perfectos con los que levantar los pilares del puente.
-[318] Un hombre religioso habría empezado a rezar a los dioses en ese mismo instante, pero Prisco no creía en ningún dios, ni en las deidades romanas ni en el dios judío, cristiano o en ningún otro dios. No, él sólo creía en sí mismo. Él era su religión.
-[384] -¡Todos a mi orden!- aulló Quieto -¡Jabalinas! ¡Muerte o victoria! ¡Muerte o victoria!
Y la mejor caballería norteafricana, la mejor unidad montada de las legiones de Roma, se lanzó contra un enemigo pétreo, invencible, imposible.
-[388] No, un roxolano no debía dejarse derribar de su montura. Luchaban a todo o nada. Por eso todos los temían. Por eso los respetaban.
-[388] -¡Ahora! ¡Lanzad!- grito Lucio Quieto al tiempo que arrojaba su jabalina. Las lanzas romanas volaron por el cielo de Moesia marcando arcos perfectos. Llegaban hasta un punto alto, en el horizonte de aquel mundo de frontera, dejaban de ascender e iniciaban su mortífero descenso en busca de sangre enemiga.
-[434] Trajano agachó la cabeza.
-Como buscador de esposas adecuadas soy un desastre- dijo.
-Un desastre- confirmó Longino.
Se echaron a reír un buen rato. A los dos les hizo bien compartir aquella carcajada.
-[447] Por fin, también se habían reunido allí los quince flamines, los quince sacerdotes de las quince deidades más importantes de Roma; esto es, los tres flamines mayores: el flamen dialis o sacerdote de Júpiter, el flamen Martialis o sacerdote de Marte, y el flamen Quirinalis o sacerdote de Quirino; y, por supuesto, los doce flamines menores, aquellos dedicados a la adoración de dioses legendarios de la antigua Roma como [448] Carmenta, Ceres, Flora, Furrina, Palatua, Pomona, Portunus, Volturna, entre otros; todos con el apex o gorra blanca como muestra de su pertenencia a esos sagrados sacerdocios.
-[519] Mientras Trajano pensaba, la comida iba desfilando, por delante de todos los comensales en magníficas bandejas con cordero, venado, cabra, palomas, jabalí y pollo guisados en suculentas salsas; a éstas siguieron fuentes con higos, dátiles, aceitunas, almendras, trufas y foie-gras. Había también sopa de pescado y más bandejas con vieiras, bogavantes, cangrejos, pulpo, almejas, atún y sepia, todo sazonado con garum. Luego, por fin, empezó la comida selecta de verdad: sesos de avestruz, loros hervidos, albóndigas de delfín, patas de camello, trompa de elefante guisada y un exquisito puré de larvas de diferentes insectos.
-[519] De hecho había quien afirmaba que el emperador había vuelto a permitir las actuaciones de mimos, mimas, pantomimos y bailarinas para así disfrutar ante todo de la visión espectacular de las danzas y representaciones de Pylades. A nadie le sorprendió aquello. Ya en el pasado otros emperadores gozaron de los placeres íntimos con otros mimos famosos.
-[526] -No tiene valor ante los pontífices, sin duda, pero el pueblo sigue creyendo en esto y los pontífices sirven al pueblo en sus ritos, de modo que les resultará difícil abstraerse del hecho de que muchos en Roma ahora puedan pensar que la luna se ensangrienta en cuanto a la muerte se acerca a la vestal Menenia. Así, quizá muchos sacerdotes concluyan que sea mejor salvarla de esa ejecución, porque la plebe pensará que los dioses nos están diciendo que su condena sería injusta.
-[540] Yo, Marco Ulpio Trajano, como vuestro Pontifex Maximus, como vuestro emperador y César, necesito verdades y no mentiras; verdades sobre las que construir una Roma fuerte y sabía y temida en el exterior, más allá de nuestros limes.
-[541] Una nueva Roma renace después de años de terror, una Roma fuerte en sus fronteras vigiladas por nuestras legiones hábiles en la guerra, comandada por vuestro César, un César que ha de saber que cuando lucha en el Rin o en el Danubio, lo que tiene a su espalda no es una enorme mentira, germen eterno de la traición, sino una gran verdad, una verdad poderosa que lo arropa y lo capacita con la fuerza necesaria para doblegar a todos los bárbaros que nos acechan. -Volvió a detenerse un instante antes de terminar su breve intervención-.Dadme verdades, sacerdotes, dadme verdades y no mentiras.
-[579] Arquitecto, tú sabes gobernar sobre piedras y planos y cimbras e ingenios mecánicos de todo tipo que yo desconozco, pero créeme, no sabes mandar a hombres. Los legionarios no son machinae: a veces están tristes o cansados o desmoralizados, y así no valen ni para combatir ni para construir un puente. Ellos pueden entender las prisas y puedo motivarlos con la próxima visita del emperador, pero no entienden de trabajos bajo una tormenta contra la que no pueden hacer nada, ¿entiendes lo que intento decir? Quiero que veas que podemos hacerlo, unidos, pero a los legionarios hay que organizarlos y mandarlos a mi manera.
-[580] ¡Por Hércules! ¡No se te ha ocurrido ni en una sola ocasión premiar a los legionarios con vino cuando se ha conseguido un avance importante en la obra! Sabes mucho de arquitectura y has conseguido cosas aquí que yo pensaba imposibles, pero de legionarios, de hombres y sus ansisas, de sus pasiones y sus temores, ¡no sabes nada!
-[580] Tercio Juliano meditó un instante.
- Sacarlos nos retrasaría varios días-dijo el militar.
-En efecto-confirmó el arquitecto.
- ¿Molestan sus cuerpos para la estructura del pilar?
-No- dijo -;sus cuerpos han quedado completamente aplastados. Era una roca tallada de más de diez mil libras de peso. Desde mi punto de vista se puede construir encima sin problemas, pero ¿no desmoralizará eso a tus hombres?
Tercio Juliano sorprendió a Apolodoro con su respuesta.
-No si les prometo vino al finalizar cada uno de los [581] tres pilas que quedan.
-[588] -No puedo ir contigo, no puedo...Soy una vestal, una sacerdotisa de la llamada sagrada; siento que la sangre de Roma está en mi cuerpo, en mis entrañas, y no puedo alejarme de mi destino...Te quiero, Celer, te quiero con todas mis fuerzas, pero...soy una vestal...Soy Roma.
-[596] Trajano no necesitaba de consejeros imperiales para saber eso. No había que ser ni un genio ni un filósofo griego para saber que a más impuestos menos gastaba la gente y la economía del Imperio terminaría en un colapso absoluto que no interesaba a nadie. Sólo los imbéciles eran incapaces de no ver algo tan sumamente simple.
-[620]Uno habría pensado que con la paz de Trajano, los cristianos habrían florecido con sosiego, más unidos que nunca y, sin embargo, lo único que había florecido como hongos en la umbría de una montaña eran los anticristos: decenas de profetas falsos, predicadores de locuras o versiones demoníacas del culto a Dios y a Cristo. Aquella paz era peor que cuando tenían que luchar contra el terror de Domiciano.
-[707]El silencio más absoluto se apoderó del Aula Regia del palacio imperial de Roma. Se podía oír a los pretorianos que estaban agrupándose en los atrios del edificio ante el temor de que alguien volviera a intentar atentar contra Trajano: las sandalias pisando el suelo de mármol, el ruido de las vainas de las espadas enfundadas chocando con la lorica segmentata, las voces de mando de los oficiales...pero dentro del Aula Regia no hablaba nadie. Así durante un largo espacio de tiempo. Todos permanecían inmóviles, mirando al César.
-[767]Lo cierto era que las fieras del anfiteatro seguían atacando a los infelices que se les ponían delante en la arena con una saña que recordaba los mejores tiempos de Domiciano y ello hacía pensar en que el viejo Carpophorus seguía allí abajo, adiestrando a los más brutales animales de todo el Imperio para desgarrar, destrozar y devorar hombres y mujeres y niños, a cualquiera que fuera condenado a las fieras. Y ahora ese ser estaba allí, en el atrio de su casa.
-[767]El senador soltó la empuñadura de su daga. El hígado de un gladiador muerto en combate era lo mejor que había para [768] alguien que padeciera epilepsia, pero ¿cómo podría saber aquel hombre lo de su nieto? Sí, sí podía saberlo. Él nunca había ocultado el problema de su nieto y lo había comentado a varios amigos en las termas, y resultaba evidente que aquel bestiarius, de un modo u otro, debía mantenerse bien informado sobre lo que pasaba en la superficie de Roma.
-[815] Con los esclavos alejados del umbral de la puerta, a la espera de que su ama los reclamara, sólo había silencio y una fuente que fluía en el interior de la casa. Pero Domicia Longina estaba hecha de la pasta de los leones indomables, de la sangre del primero de los Césares que llegaba a ella por parte de su valerosa madre. Y se levantó lentamente, con la mirada envuelta en lágrimas ya mudas, pero con la decisión de volver a hacerlo: una vez más, de nuevo, volvería a luchar. No, no pensaba dejarlo todo en manos de los dioses. Ya luchó contra ellos una vez. Volvería a hacerlo. Por Menenia lo haría todo.
-[870]Dochia voló por los aires con los brazos abiertos, como sí fuera un pájaro cuyas alas, agotadas, se resisten a emprender el ascenso y fue cayendo velozmente, cortando un aire que, no obstante, le henchía los pulmones de serenidad, pues era el aire de los gigantescos bosques de la Dacia, el aire de sus ríos y montes, el aire de su viento y sus tormentas, de sus estíos cálidos y sus valles inconmensurables.
-[874] Le había prometido a aquel guerrero dacio moribundo que mató junto al agger que haría todo lo que pudiera por salvar a mujeres y niños dacios y él era un hombre de palabra. Incluso si se la había dado a un enemigo. A veces, Tercio Juliano sentía que lo único que le quedaba a un legionario de Roma era su palabra.
-[928] Éste es su sitio, sin duda. Para siempre. De una forma u otra algo me dice que su memoria se preservará si lo dejamos aquí. En el mundo todo cambia. Los dioses son caprichosos y hasta el más poderoso de los imperios puede desaparecer, pero ruego a los dioses por que preserven el recuerdo de Longino siempre en su lugar sagrado. Cierra los ojos, Quieto, ciérralos y ruega a los dioses conmigo.
-[946] Lo que no termino de entender es cómo te las ingenias para tener tantos enemigos. Aunque quizá quien defiende lo correcto y la verdad siempre termina teniendo más enemigos que nadie. Pero, sea como sea llegó hasta mí este vínculo que nos une, hace tiempo que siento que es como si los dioses te hubieran puesto a mi lado para que siempre vayas señalándome quién merece y quién no merece mi confianza. Es como si ése fuera tu destino. Y seguramente, aunque no lo seas, me doy cuenta ahora mismo, en este preciso instante, de que te quiero, en verdad, como a una hija mía. Aunque no lo seas.
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