El Clan de los Bombarderos - Malcolm Gladwell

 

El Clan de los Bombarderos: Malcolm Gladwell

Sinopsis  

Durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial, en una base aérea de Alabama, un grupo de pilotos renegados forjó una idea radical. ¿Qué pasaría si los bombardeos fueran tan precisos como para que las guerras pudieran librarse solamente desde el aire? ¿Podrían los brutales enfrentamientos entre los ejércitos de tierra convertirse en cosa del pasado? Este libro cuenta lo que ocurrió cuando se intentó llevar a la práctica ese sueño. 

Malcom Gladwell sigue los pasos de un genio holandés y su orden analógico casero, del grupo de científicos pirómanos de Harvard que inventaron el napalm,de un brillante piloto que cantaba tonadas a su equipo y del comandante que ordenaría uno de los ataques más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial. A su más puro estilo, Gladwell les saca todo el jugo a estos personajes fascinantes y nos conduce ágilmente a través de una serie de dilemas que cambiaron el rumbo de la historia para preguntarnos cuál puede llegar a ser el precio del progreso. 

 

Crítica

La Segunda Guerra Mundial puede llevar a una extraña fascinación que nos lleva a llenar estanterías sobre una temática que ha llevado a varias generaciones a reflexionar sobre las diferentes contiendas que se llevaron durante los teatros de guerra, entre 1939 a 1945. Una búsqueda por entender los entresijos de la mente humana, y en la cual nos obsesionamos hasta el punto de pensar en el pasado desde la figura de uno o varios de sus participantes como algo vivido y que podemos juzgar.

El Clan de los Bombarderos de Malcom Gladwell se puede resumir en dos palabras que se repiten, una y otra vez, moral y obsesión. La historia narrada durante 190 páginas trata sobre hombres que se enfocaron en la idea de hacer de la guerra un instrumento más humanitario que la carnicería vivida durante la Primera Guerra Mundial, donde hombres sanos y jóvenes fueron enviados a morir en los frentes de batalla.

Esta es la historia de Haywood Hansell, de Ira Eaker, Harold George,  entre otros muchos que creyeron en la idea de los ataques de precisión podían salvar la vida de soldados e inocentes, a través de los avances tecnológicos como lo fueron en un primer momento la creación  de los B-29, y después de la mira Norden, un aparato que según sus creadores permitía ubicar un contenedor de salmuera a varios kilómetros de distancia. Una idea genial que llevada al plano de la realidad era otro cantar, y lo comprobarían primero en el bombardeo a Colonia y a Ratisbona en Europa, para ya luego pasar a la Guerra del Pacífico, donde Tokio sería su objetivo. 

En el libro, hay que decir, se narran aquellos momentos más duros de la contienda del aire, el blitz y la batalla de Inglaterra - de manera somera, pero tenemos a Arthur "Bombardero" Harris apareciendo momentáneamente en los primeros capítulos-y la guerra por implantar una postura entre ataques de precisión o bombardeos de área, un momento fascinante que nos permite explorar y entender de manera amena y sin mucho retintín el valor que hoy en día a perdido Estados Unidos, allí es donde entra el papel de la moral. 

El nacimiento de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos narrado en este libro es un recorderis para capitanes e incluso para los presidentes de los riesgos que se jugaron aquellos hombres en los frentes de batalla del Pacífico. Una guerra que si bien concluyó con las bombas lanzadas a Hiroshima y Nagasaki y el uso del mortífero Napalm, incluyó dentro del currículum militar el uso de ataques de precisión con el único objetivo de salvaguardar las vidas inocentes. Algo que sea dicho de paso hoy en día el presidente Biden ha roto al prescindir del uso de bombas de racimo para implementar una antigua estrategia como lo es el bombardeo de área que queda demostrado no sirve sino para desangrar un país y  alargar la guerra. 

Gladwell si bien desde su faceta sociológica, nos representa la parte estadounidense centrándose en especial en la Guerra del Pacífico, nos muestra dos etapas: la primera de ella bajo la figura de Haywood Hansell, un "Quijote" como lo define el autor y Curtis LeMay, un hombre centrado en cumplir su misión. Dos hombres con una versión de la guerra bastante disímil pero con un mismo objetivo, dar el toque final a una guerra que arrasó Europa y que les situó en una contienda mundial que generaría un cambio irreversible para las generaciones futuras. 

El modo de desarrollo de los capítulos cortos, pero con una buena cantidad de información  bastante digerible para quien nunca se ha atrevido a indagar en profundidad en estos temas, más en la guerra que se desarrolló en las minúsculas islas asiáticas es fácil de comprender, y es que antes de ser un libro, estos capítulos formaron parte del trabajo radial del autor, bajo el formato de podcast y luego se pasó a impreso. 

La obra para los historiadores si bien tiene un toque que como decía se piensa desde la figura del personaje que lo vivió para ya luego dar una reflexión propia, es algo con lo que pueden llegar a chocar, presenta un formato que sería interesante evaluar en cuanto a su forma de divulgar tan fresca y propia de los periodistas que atrae al lector a preguntarse por aquellas preguntas abiertas que deja el propio texto, y que en definitiva, y para algunos historiadores, aún representan un reto a la hora de compartirlo con el público raso. 

El Clan de los Bombarderos es un libro que a la luz de hoy es un formato bastante válido, nos trae a colación temas que nos lleva a la reflexión y también abre nuevos campos para entrar a ahondar, especialmente en la investigación, sin dejar de lado la reflexión que deja a las claras el autor sobre aquellas decisiones que se juzgan por "buenas" o "malas" pero que llegan a ganar batallas o guerras. 



 Frases

[11] Mi padre nació en 1934, así que tenía cinco años cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Los ingleses llamaban a Kent el callejón de las bombas, porque era el condado que los bombarderos alemanes sobrevolaban camino a Londres. 

- [13](...) Pero tal vez la respuesta más sencilla sea que cuanto más te importa un tema, más difícil resulta encontrar una historia que quieras contar. Colocas el listón más alto. Y eso nos lleva a El Clan de los Bombarderos, el libro que tiene ahora en las manos. Me alegra decir que con El Clan de los Bombarderos he encontrado una historia a la altura de mi obsesión.

-[14] Me fascina la idea de que alguien deje de lado todos los problemas y las tareas que ocupan su día a día y se concentre exclusivamente en una única cuestión, aquello que se ajusta a la perfección a los contornos de su imaginación. En ocasiones, los objetos nos llevan por mal camino. No son capaces de ver las cosas con perspectiva. No se ponen al servicio de los demás, sino al de sus propios y estrechos intereses. Con todo, no creo que hubiera progreso, ni innovación, ni alegría ni belleza sin ellos. 

-[15] Pero cada vez que uno de esos aviones nos sobrevolaba, el general y sus camaradas alzaban la mirada para echar un vistazo. No podían evitarlo. Gente que se obsesiona. El tipo de persona que me gusta. 

-[17] Hubo un tiempo en el que el mayor aeropuerto del mundo estaba en mitad del Pacífico occidental, a unos 2.500 kilómetros de las costas de Japón, en un grupo de pequeñas islas tropicales conocidas como las Marianas: Guam, Saipán y Tinián. Las Marianas son el extremo meridional de una cadena montañosa sumergida hace mucho tiempo, las cumbres de unos volcanes que surgen de las profundidades del océano.  

-[18] El B-29 podía volar más rápido y a más altura que cualquier otro bombardero del mundo y, lo que resultaba incluso más importante tenía mayor autonomía de vuelo que cualquier otro aparato. Ese alcance superior - combinado con la toma de las Marianas- implicaba que, por primera vez desde la guerra del Pacífico, la Fuerza Aérea de Estados Unidos estaba a poca distancia de Japón. Se creó una unidad especial para gestionar la flota de bombarderos estacionada en las Marianas; el 21° Escuadrón de Bombarderos, bajo el mando de un joven y brillante general llamado Haywood Hansell. 

-[19] Leí en una ocasión un pasaje escrito por Arthur Harris, general de la RAF, sobre lo que significa ser comandante de la Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra Mundial: 

Me pregunto si alguien, aparte de los pocos que lo experimentaron, podrá ser consciente alguna vez de la horrible tensión mental que supone comandar unas fuerzas aéreas durante una guerra. Mientras que a un comandante naval se le exige llevar a cabo una o dos acciones de consideración en todo el curso de una contienda bélica, y un comandante del ejército se ve involucrado en una batalla, digamos, cada seis meses o, en circunstancias excepcionales, una vez al mes, el comandante de una división de bombarderos tiene que enfrentarse a ello cada veinticuatro horas [...]

- [21] Hay algo en las revoluciones tecnológicas que siempre me ha desconcertado. Aparece una nueva idea o innovación y a la gente le resulta obvio que transformará nuestro mundo. Internet. Las redes sociales. En anteriores generaciones fueron el teléfono y el automóvil. Crecen las expectativas de que gracias a ese nuevo invento las cosas mejorarán, serán más eficientes, más seguras, más productivas y más rápidas. Lo cual suele suceder, al menos en algunos aspectos. 

-[22] El Clan de los Bombarderos es un estudio sobre cómo un sueño se convierte en pesadilla. Y sobre cómo, cuando una idea nueva y brillante cae del cielo, no suele aterrizar con suavidad sobre nuestro regazo. Hace un aterrizaje forzoso, choca contra el suelo y causa estragos. La historia que estoy a punto de contar en realidad no tiene que ver con la guerra, a pesar de que en su mayor parte transcurre en tiempos pesar de que en su mayor parte transcurre en tiempos de contienda bélica. Es la historia de un genio de contienda bélica. Es la historia de un genio holandés y de un ordenador analógico. De un grupo de amigos del centro de Alabama. De un psicópata británico. De químicos pirómanos en un laboratorio en los sótanos. 

-[29] (...) Un pequeño grupo de personas llegó a la conclusión de que la única solución realista era que los ejércitos cambiasen el modo de combatir. Que aprendieran a librar - y espero que esto no parezca un oxímoron- mejores guerras. Y los principales defensores de esa idea, la de librar mejores guerras, eran pilotos. Aviadores. Personas obsesionadas con uno de los más nuevos y emocionantes logros tecnológicos de aquella era: el aeroplano. 

- [34] Norden empezó a investigar el problema de la mira de bombardeo en los años veinte. Tenía un contrato con la Armada, aunque después trabajaría para el Cuerpo Aéreo del Ejército, que era como en aquel entonces se denominaba a las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. Abrió un taller en la calle Lafayette, en la parte de Manhattan que hoy en día se conoce como SoHo. Y allí se puso a trabajar en su obra maestra. 

-[35] Su nombre oficial era Mark XV. Los aviadores que la utilizaban la habían apodado "el balón". Pesaba veinticinco kilos. Estaba colocada sobre una especie de plataforma -una caja de embalaje estabilizada mediante un giroscopio- que la mantenía a nivel todo el rato, incluso cuando el avión se inclinaba. La mira de bombardeo era, en esencia, un ordenador analógico, un estilizado artilugio mecánico compuesto por espejos, un telescopio, rodamientos de bolas, niveles y diales. 

-[38] El proyecto más caro de la Segunda Guerra Mundial fue el bombardero B-29, la superfortaleza. El segundo más caro fue el Proyecto Manhattan, un esfuerzo enorme y sin precedentes para inventar y construir la primera bomba atómica de la historia. ¿Y cuál fue el tercer proyecto más caro de la guerra? No una bomba, ni un avión, ni un tanque, ni un arma ni un barco. Fue la mira de bombardeo de Norden, un ordenador analógico de veinticinco kilos concebido por la exigente imaginación de Carl L. Norden.

-[40] Las revoluciones nacen tras charlas, discusiones y validaciones, cuando hay proximidad y la mirada del interlocutor indica que se comparte algo. 

-[41] La primera sede de la Escuela Táctica del Cuerpo Aéreo no estuvo en Alabama sino en Langley, Virginia. Había establos junto a los hangares y se esperaba que los pilotos aprendiesen a montar a caballo, como si todavía estuvieran en el siglo XIX. 

-[42] La fuerza aérea era joven, así que los profesores de la Escuela Táctica también lo eran: estaban entre los veinte y los treinta años, y los impulsaba la ambición de la juventud. Se emborrachaban los fines de semana, volaban en aviones de combate por pura diversión y hacían carreras de coches. Su lema era: Proficium more irretenti: "Progresamos cuando no nos aferramos a las costumbres". A los líderes de la Escuela Táctica del Cuerpo Aéreo se les conocía como "el Clan (Mafia, en la expresión original en inglés) de los Bombarderos". No era precisamente un cumplido en aquellos tiempos, los de Al Capone y Lucky Luciano y los tiroteos en las calles. Pero los profesores del Cuerpo Aéreo creían que ese apodo barriobajero encajaba bastante bien con ellos. Y lo adoptaron. 

 -[44] Un avión tan grande y poderoso no se vería limitado a combatir con otros aviones en el cielo. Podría cargar bombas: explosivos pesados y potentes capaces de causar un daño significativo en las posiciones terrestres enemigas. 

-[45] Elevada altitud. A la luz del día. Bombardeos de precisión. Eso era lo que el Clan de los Bombarderos fue cocinando escondido en el corazón de Alabama. 

-[49] ¿Qué crees que dice de la Fuerza Aérea el hecho de querer construir una catedral de aluminio y acero y con la forma de un caza de combate vertical en mitad de la meseta de Colorado? Eso es lo que Carl Builder se preguntaba en su libro. Y su conclusión fue la siguiente: se trata de un grupo [50] de personas desesperadas por diferenciarse todo lo posible de las antiguas ramas militares, el Ejército y la Armada. 

-[50] (...) La Fuerza Aérea es una rama militar para gente que quiere empezar de nuevo, hacer la guerra de un modo diferente, prepararse para las batallas del presente. No se pasan los días estudiando la guerra del Peloponeso o la batalla de Trafalgar. Las fuerzas aéreas están obsesionadas con el mañana y con el modo en que la tecnología las preparará para ese mañana. 

-[51] De la Escuela Táctica del Cuerpo Aéreo, en el torbellino intelectual que se produjo entre 1931 y 1941. Fue en aquellos seminarios y noches de debate donde nació la cultura de las modernas fuerzas aéreas. Iban a llevar la guerra a los cielos. Dejarían atrás al resto de las ramas militares. Y si cualquiera entra en el santuario que es la capilla de la Academia de las Fuerzas Aéreas y observa las ascendentes costillas de aluminio del techo, lo entiende.  

-[60] (...) Los [61] británicos no estaban de acuerdo. Pensaban que la ventaja que suponía disponer de flotas de bombarderos era, precisamente, que podías ampliar el alcance de la guerra. Lo llamaban "bombardeo de área", que era un eufemismo para referirse a la estrategia de bombardear sin apuntar a nada en particular. Bombardeaban todo lo que podían antes de regresar a casa. 

-[67] Cuando hicieron recuento de los daños, los británicos concluyeron que había muerto más de 43.000 personas, y habían resultado heridas decenas de miles. Más de un millón de edificios habían sido dañados o destruidos. ¡Y no había funcionado! No en Londres ni con los londinenses. No les tocaron la moral. Y, a pesar de esa lección, dos años después, la RAF proponía hacer exactamente lo mismo con los alemanes. 

-[71] Churchill almacenó todo el pensamiento relativo al mundo cuantitativo en el cerebro de Lindemann. Y cuando se convirtió en primer ministro, en 1940, poco después de iniciada la guerra, se llevó a Lindemann con él. Lindemann trabajó con el gabinete de Churchill como una especie de guardia de la mente de Churchill. Iba a conferencias con Churchill. Cenaba con él. Lindemann nunca bebía a menos que comiese con Churchill, que era un tremendo bebedor. Entonces, sí bebía. Iba a la casa de campo de Churchill los fines de semana. La gente los veía sentados a las tres de la madrugada junto a la chimenea, leyendo juntos el periódico. 

-[74] Poco después de hacerse con el mando de las operaciones de bombardeo británicas, Harris lanzó un ataque masivo sobre la ciudad de Colonia. Bombardeos nocturnos porque, como es lógicos, no tenían particular necesidad de ver sus objetivos, ¿no es cierto? Harris envío a Alemania mil bombarderos que lanzaron sus bombas por todas partes. Al final, la compaña de la RAF arrasó el 90 por ciento del centro de Colonia, 240 hectáreas en total. Destruyeron más de tres mil edificios. 

-[75] El principal argumento del Clan de los Bombarderos, su única razón de existir era que no querían cruzar esa línea. No solo proponían una explicación tecnológica. También proponían una explicación moral sobre cómo hacer [76] la guerra. El atributo más significativo de Carl Norden, el padrino del bombardeo de precisión, no es que fuese un brillante ingeniero o un excéntrico irredento. Es que se trataba de un devoto cristiano.

-[88] El Clan de los Bombarderos estaba formado por teóricos, intelectuales que concibieron sus grandes planes años antes de que estallase la guerra, en un lugar tan seguro como Montgomery, Alabama. Curtis LeMay, en cambio, era uno de los que imaginaba cómo materializar esas teorías. 

-[117] Toda guerra es absurda. Durante miles de años, los seres humanos hemos optado por resolver nuestras diferencias eliminando al contrario. Y cuando no estamos eliminándonos los unos a los otros, dedicamos una enorme cantidad de tiempo y atención a imaginar mejores maneras de eliminarnos en la próxima ocasión que tengamos. Es un poco raro, si uno se para a pensarlo. 

-[143] El siguiente intento fue con nafteno de aluminio, un alquitrán negro y pegajoso fabricado por una empresa química de las afueras de Elizabeth, New Jersey. El alquitrán no se mezclaba bien con la gasolina, pero solucionaron el problema añadiendo algo llamado palmitato de aluminio. Gasolina mezclada con naftenato de aluminio más palmitato de aluminio. Napalm.

- [150] El Clan de los Bombarderos se apasionaba con el potencial de la mira Norden, una máquina que usaba la tecnología para redefinir la guerra, para hacerla más humana, para restringir los impulsos asesinos de los generales en el campo de batalla. Si no se aprovechaba el ingenio y la ciencia de los hombres para mejorar el modo en que los seres humanos gestionaban sus asuntos más ruinosos, entonces ¿cuál era el objetivo? Para eso precisamente servían las innovaciones tecnológicas. 

-[165] Pero ¿cómo habría justificado LeMay los bombardeos incendiarios que pretendía infligir a Japón? Pues habría dicho que formaba parte de la responsabilidad de un líder militar acortar la guerra todo lo posible. La duración de la guerra, y no sus técnicas, era lo que causaba el sufrimiento.

-[169] Las bombas cayeron de los B-29 en racimos. Eran pequeños tubos de acero, de unos 2,5 kilos cada uno, llenos de napalm. Bombas de escaso tamaño, con una larga gasa en el extremo, por lo que, si uno hubiese observado el cielo aquella noche en Tokio, sin duda habría visto una escena de extraordinaria belleza: miles de brillantes dagas verdes cayendo a la tierra. 

-[173] Tras el ataque a Tokio con bombas incendiarias de marzo de 1945, Curtis LeMay y el 21.° Escuadrón de Bombarderos asolaron el resto de Japón como animales salvajes. Osaka. Kure. Kobe. Nishinomiya. LeMay arrasó el 68,9 por ciento de Okayama, el 85 por ciento de Tokushima, el 99 por ciento de Toyama; en total, 67 ciudades en medio año. En el caos de la guerra, resultó imposible determinar cuántos japoneses murieron. Tal vez medio millón. Tal vez un millón. El 6 de agosto, el Enola Gay, un B-29 especialmente preparado, voló desde las Marianas hasta Hiroshima y lanzó la primera bomba atómica de la historia. 

-[182] Vivimos en una era en que surgen a diario nuevas herramientas, tecnología e innovaciones. Sin embargo, esas tecnologías solo servirán para un propósito más elevado cuando una banda de creyentes insista en que pueden utilizarse para ese propósito. Eso fue lo que intentó hacer el Clan de los Bombarderos, a pesar de que sus cuidadosos planes se perdieran entre las nubes de Europa y fueran arrastrados por los vendavales de los cielos de Japón.

 -[188] Hay toda una serie de problemas morales que solo se pueden resolver aplicando al asunto un poco de conciencia y voluntad. Son los problemas morales que solo se pueden resolver aplicando al asunto un poco de conciencia y voluntad. Son los problemas más duros de afrontar. Hay otros, sin embargo, que pueden solventarse con ayuda del ingenio humano. La genialidad del Clan de los Bombarderos fue entender esa diferencia, y decir: "No tenemos por qué matar a inocentes, quemarlos hasta dejarlos irreconocibles, con el fin de conseguir nuestros objetivos militares. Podemos hacerlo mejor". Y estaban en lo cierto. 

-[188] (...) Estaríamos todos en nuestras tumbonas en el patio y miraríamos hacia arriba y, de repente, la Air House- o tal vez una parte de la Air House- desaparecería. Puf.Bombardeo de precisión desde gran altitud. Curtis LeMay ganó la batalla. Haywood Hansell ganó la guerra. 


 




         

 

Comentarios

Entradas populares