Artemisa-Andy Weir

Artemisa - Andy Weir 

Sinopsis

Los seres humanos han llegado a conquistar el suelo lunar, y aunque la vida no es como lo habían pensado los primeros pioneros, es la única que conoce Jasmine “Jazz” Bashara. Un mundo con bastantes fallas, pero al que llama hogar.

Crítica

El libro escrito por Andy Weir y publicado por Nova ofrece a los amantes de la ciencia ficción, y a aquellos seguidores de Verne una esquirla de la tan ya cercana conquista del territorio lunar, pero empecemos a dar algunos indicios de qué va esta crítica y su puntaje.


Lo primero, es que Andy Weir no es ningún primerizo, su primera obra El Marciano ya tiene su propio nicho en el mundo de la editorial, y sus seguidores se pueden contar  a montones, pero lo que logró con su primera novela lo ha borrado con Artemisa, una obra insulsa, despectiva y que no va para nada con el rollo que nos vende la editorial, quien por cierto ha hecho un buen marketing ofreciendo a los lectores una obra mediocre.


La parte editorial, a parte de darle una pincelada futurista a la portada sencillísima, no ha hecho nada más. Una trama llana y unos personajes poco creíbles de los que no te terminas de tragar hacen de la obra algo aburrido de leer, y que, si eres de los que te obligas a terminar un libro, un recoge babas bastante efectivo. Empecemos por allí, el personaje principal femenino parece un tío con testosterona, seamos claros y al agua patos, es el libro más ofensivo que me he leído en años, en lo que respecta a la mujer, especialmente la árabe, pues el personaje es plano como las tablas y solo tiene una cosa en mente, y un diálogo fijo con una palabra siempre metida en todo el libreto: sexo.


No se entiende cómo siempre que se ha de destacar un personaje independiente, y decididamente feminista se llega a la ecuación de que tiene que ser la chica más liberal, entendiendo por ello la más puta y borracha según la imagen que deja el autor reflejado en Jazz, y para colmo se le ocurre la chorrera idea de intentar darle una pinturita de la religión árabe para que cuele en este siglo, y cree cierta “empatía”.


Ahora, los personajes secundarios son más de los mismos y no ayudan nada a cambiar la imagen sino de pensar de que algo va mal, de que el editor no ha hecho su tarea o al menos que los comités de ética no existen en las editoriales, porque este libro es impublicable tanto por la imagen que deja de las mujeres, como también de una cultura tan rica como la de Medio Oriente.


Segundo la trama, ¿por dónde empezar? La historia es bastante sencilla, una chica incomprendida metida en un ambiente hostil y que quiere arreglar los errores del pasado. Bien hasta ahí, luego sigue hasta el cenagoso y simplón relato de cómo esta chica que además es un dealer logra salvar el día de la forma más caraja que se le ocurre al autor. Va que tiene detalles de una labia científica bastante convincente, para quien se logra tragar los argumentos de Weir, pero de resto deja a los lectores mirando al paramo y con un regusto amargo.


El lenguaje sexual, los diálogos perversos y un final poco creíble hace de la obra un fracaso de cabo a rabo, donde la imagen de la mujer se ve distorsionada, y donde el triunfalismo de la mediocridad, sale a navegar por Júpiter, especialmente porque el autor es perverso en los detalles y malísimo en dar vida a los personajes femeninos. Un ejemplo, la forma de describir el cuerpo de las mujeres, siempre desde el punto de vista del estereotipo, y donde sale la ignorancia de un preadolescente cachondo, quien piensa que las mujeres andan metidas en los pantalones de los chicos.


Artemisa es el resumen de una obra marketing, nada recomendable para ningún publico y para los lectores latinoamericanos una ofensa. Hay que recordar que los libros en algunos países no son baratos y siempre esperamos calidad de lo que compramos en todo del proceso editorial, pero en este caso se ve una vez más la voracidad de este mundillo y el resumen de un libro fast food de los que fácilmente desaparecen del anaquel sin pena ni gloria.

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Apartes

- Bob Lewis  es un antiguo marine de Estados Unidos que no se anda con tonterías. Más importante, es el preparador principal del gremio EVA. Responde ante el jefe del gremio, pero Bob determina tu aptitud para convertirte en miembro. Y si no eres miembro, no estás autorizado a hacer actividades extravehiculares en solitario ni a dirigir grupos de turistas en la superficie. Así funcionan los gremios. Cretinos. (Pág. 15) 

- -Esta profesión se basa en los resultados. La Luna es una vieja hija de puta. No le importa por qué falla tu traje. Simplemente te mata cuando te falla. Deberías haber inspeccionado mejor tu material. -Colgó el resto de su traje en su estante personalizado de la taquilla (...) (Pág. 15) 

- Vivo en Conrad -15, una zona fea que está quince plantas por debajo de la superficie, en la Burbuja Conrad. Si mi barrio fuera vino, los enólogos lo describirían como "lamentable en boca, con matices de fracaso y pobres decisiones vitales". (Pág. 17) 

Nueva York tiene la Quinta Avenida, Londres tiene Bond Street y Artemisa tiene el Arcade. Las tiendas no se molestan en poner los precios. Si tienes que preguntarlo es que no te lo puede permitir. El Ritz-Carlton de Artemisa ocupa una manzana entera y tiene cinco plantas hacia arriba y otras cinco hacia abajo. Una sola noche allí cuesta doce mil slugs, más de lo que gano en un mes como porteadora (aunque tengo otras fuentes de ingresos). (Pág. 20) 

- Necesitaba una copa. Paré en Hartnell's, me senté en mi taburete habitual e hice una señal a Billy. Hora de ahogar mis penas en alcohol y testosterona. Me tomaría unas cervezas baratas, me pondría algo sexy, iría a un club de Aldrin y volvería a casa con un chico guapo. Eh, hasta podría probar el condón de Svoboda. ¿Por qué no? (Pág. 176) 

- Svoboda llegó a continuación, con una caja de dispositivos electrónicos. El muy loco había traído un proyector digital y una pantalla enrollable. Conectó su gizmo y, como de costumbre con la tecnología, no funcionó. Impertérrito, modificó la configuración. Feliz como un cerdo en el barro.  (Pág. 267) 

- Esto no es nuevo. Nueva York, Chicago, Tokio, Moscú, Roma, México: todos pasaron por un infierno para controlar sus plagas mafiosas. Y esas son las historias de éxito. Grandes porciones de Sudamérica siguen bajo control de cárteles. No seamos como ellos. Ocupémonos del cáncer antes de que se extienda. (Pág. 273)  

 

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